A medida que vas cumpliendo años, te va invadiendo una sensación de déjà vu cada vez más acuciante.
Si la vida fuera un paseo, en el mejor de los casos, seguro que sentirías una sensación de agobio por ver siempre el mismo paisaje. De ahí que este vecino del mundo no comprenda a esos ricachones, que al parecer se gustan verdaderas fortunas por encontrar el remedio, no para el resto de la humanidad, sino para su propio y exclusivo trasero, para que el de la guadaña no les dé alcance, a modo de un Peter Pan moderno y dorado, en su País de Nunca Jamás.
Claro está que tampoco este vecino tenga que amasar más fortuna que la estrictamente necesaria para darse una cenita, e incluso un homenaje, muy de vez en cuando.
Ya se sabe que en la cultura del autofoto o selfie en realidad solo importan las apariencias, el decorado, no el mensaje de la función. Y es que no estamos para pensar. Gentilmente otros quieren hacerlo por nosotros, utilizando precisamente como en los selfies, todo tipo de filtros que alteren el verdadero panorama, y nos borren esas arrugas que quizás nos abrieran, precisamente los ojos, a la realidad.
Con guerras en dos puntos importantísimos ahora mismo, nos siguen anestesiando para que los que venden armas y esos que utilizan la política de la confrontación para lucro propio, lo sigan haciendo, y el hedor de los cadáveres se soslaye con otros temas, otras escusas, y como apuntado anteriormente con el tema de los selfies, otros filtros edulcorantes.
La vida, en el mejor de los casos, es un cuento, el nuestro propio, que cada vez nos lo cuentan peor y llegará el día, quedan cinco minutos tal como están las cosas, que no podremos ni dormir porque ya será de terror.
Y si la vida, y la muerte, tuvieran banda sonora, naturalmente sería un réquiem... por todos nosotros.
*FOTO: F.E. PEREZ RUIZ-POVEDA