Revista Sociedad

Réquiem por el 15-M

Publicado el 13 mayo 2013 por Abel Ros

A día de hoy, los "descamisados de Dragó" han cambiado las portadas de Marhuenda por los zócalos de Cebrián


Réquiem por el 15-M
l silencio de las plazas perpetúa su letargo en el segundo aniversario de los indignados hesselianos. Los movimientos sociales – en palabras de Offe – nacen como respuesta a las crisis de "gobernabilidad" que se producen en los escenarios democráticos. Dice este sociólogo de los paraninfos alemanes que el fin último de tales movimientos reside en la activación o politización de la sociedad civil. Existen, siguiendo los postulados de Claus, tres aspectos que favorecen la movilización: ensanchamiento, profundización e irreversibilidad. El primero versa sobre: la generalización de las consecuencias negativas de las formas establecidas de: racionalidad económica y política de una clase social determinada, al resto de la sociedad. El segundo, alude al exceso de control, por parte de las élites,  de las esferas laborales y privadas para evitar los comportamientos imprevisibles, regulares y desviados de los pueblos. Finalmente por irreversibilidad, entiende el teórico de la movilización, a la incapacidad estructural de las instituciones políticas y económicas para percibir y actuar eficazmente ante las privaciones, riesgos y amenazas globales. Estos ingredientes, cocinados a fuego lento en los fogones del descontento social, estallan en los asfaltos de la calle cuando dice: "basta", la olla a presión que los detiene.

La extrapolación teórica de Offe a la evidencia empírica del 15-M pone de manifiesto la correlación existente entre los tres aspectos aludidos y el éxito histórico de su estruendo. La Primavera Árabe del ayer y la política de recortes comenzada en tiempos de ZP, sirvieron de "supuestos perturbadores" para que la llama de la indignación se propagase por los tentáculos de Madrid. Fue precisamente, la canalización de la frustración social a través de la protesta callejera, la que magnificó el efecto llamada de un movimiento caracterizado por la ambigüedad de sus mensajes y la imprecisión de sus fines.

La desideologización de la izquierda, la caída del ladrillo y el cierre de los grifos financieros activaron el ensanchamiento de conflictos dispersos  hacia una protesta generalizada de millones de españoles. Una protesta, decía, distinguida por una masa heterogénea de mareas turbulentas contra un barco a la derivada en los fondos democráticos. La politización mediática desembocó en un exceso de control de las esferas privadas y laborales por parte de las élites.

La profundización – aludida en el párrafo de arriba - sirvió a la génesis de Hessel para articular un discurso de denuncia social contra la involución de las audiencias. El desmantelamiento del Bienestar por parte del globalismo presente, sirvió a los "camorristas y pendencieros" de Aguirre para revelarse contra la irreversibilidad defendida por Offe en la articulación de su teoría.

A día de hoy – le decía el gato al perro – los "descamisados de Dragó" han cambiado las portadas de Marhuenda por los zócalos de Cebrián. El "circo del Sol", tal y como caricaturizó Sánchez a los indignados madrileños, ha sustituido el rugido de sus leones por el silencio de los reptiles. La inconcreción de sus propuestas, o dicho de otro modo, la amalgama de eslóganes desprovistos de cohesión y la apolitización de sus fines han contribuido  para que el Segundo Aniversario del 15-M sea el reflejo de un movimiento fracasado a las puertas del olvido. Los "parias, farsantes, fascistas y malnacidos"  - insultos de Macián, concejal del PP, a los indignados de Sampedro- han reflejado en los lagos democráticos la intolerancia de la Derecha hacia el ejercicio de un derecho reconocido en los postulados de la Suprema. Un derecho de manifestación cuestionado por Cifuentes para evitar que la visibilidad del descontento civil manche la legitimidad de los escaños elegidos. Los mismos escaños que durante cuarenta años permanecieron callados por el miedo a que Francisco reprimiese con su ejército a los "pendencieros" hesselianos.

La ambigüedad de su mensaje y la inconcreción de sus fines han sido los determinantes de su fracaso

Desde la Crítica debemos reflexionar sobre los porqués que han desinflado el grito desgarrado del pueblo desencantado. El mismo pueblo enfurecido, compuesto por jóvenes y no tan jóvenes, que consiguió despertar de su letargo a la intelectualidad oculta en las trincheras de la lógica. Hoy aquel estruendo global de las acampadas de Madrid ya no ha sido portada en el New York Times. El interés individual del marco neoliberal ha vuelto a ganar la batalla a las corrientes cívicas de ayer. La ambigüedad denunciada en los párrafos de atrás, los fines apolíticos de su discurso y la descomposición de sus redes en microgrupos más concretos y mejor organizados han sido, entre otros, los factores determinantes de la caída del gigante. En las perpendiculares de la Plaza Sol, entre mendigos y prostitutas, cuelgan los carteles amarillos con los eslóganes del ayer. Al fondo, entre Juan e Inés, vemos al gato de Lavapiés espantar de su tejado a los "perroflautas" de Aranjuez. Los mismos que hoy, dos años después, son etiquetados de fascistas por la derecha de Rajoy.

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