Vinilo Azul. -"Réquiem por Laura Antonelli"
Hace unos días fallecía la actriz italiana Laura Antonelli, mito erótico de más de una generación de europeos. Algo se va cuando un símbolo sexual se muere, sobre todo si ella ha ocupado nuestros sueños y fantasías en la edad adolescente.
Tuve la suerte de vivir una época como la Transición con muy poquitos años, en ese tránsito de la niñez a la adolescencia, y en aquellos tiempos los kioscos comenzaban a llenarse de portadas de revistas que mostraban mujeres en todo su desnudo esplendor. Se anticipó -como no podía ser de otra forma- el despertar sexual y ahí Laura Antonelli ocupó un lugar preferente. Buscamos entre nuestras compañeras de clase, en las calles, a alguna Laura Antonelli con paciente dedicación. Pero el momento de hacer realidad la búsqueda era cuando en el Cine Aramo, en plena calle Uría, proyectaban alguna de sus películas. Una de esas italianadas picantes, donde también lucían anatomías ñcontundentes para despertar el deseo como las de Edwige Fenech, Pamela Prati, Paola Morra o Silvia Dionisio, y que ocuparon muchas tardes de mi adolescencia. Las posibilidades de disfrutar de cuerpos femeninos se multiplicaban, no sólo con la vista puesta en las revistas que se agolpaban en el exterior de los kioscos o en las pantallas de algunos cines, sino también al leer la prensa deportiva. Allí estaba el "As" y su clásica mujer de contraportada, además de los anuncios de películas clasificadas "S", donde unas estrellas cubrían los pezones de los pechos desnudos de las actrices. Soñábamos sin tener ni idea de en qué consistía ese prematuro despertar sexual. Soñábamos con una Laura Antonelli de carne y hueso, por soñar que no quedase.
La vida de Laura Antonelli fue una montaña rusa que llegó a una cima y descendió vertiginosamente a los abismos del dolor. Logró el éxito, ser una estrella, amar a Jean-Paul Belmondo y disfrutar de todos los placeres a bordo de su yate, para, años después, caer en las drogas, la depresión, el olvido y la mala suerte (esa operación que la desfiguró definitivamente). La belleza de Laura Antonelli le abrió muchas puertas, pero impidió que pudiese demostrar unas condiciones de actriz que sólo grandes directores como Visconti o Scola supieron intuir. He contemplado muchas veces "El Inocente" de Luchino Visconti sin poder ir más allá de la propia Laura Antonelli, envidiando a Giancarlo Giannini y comprobando cómo la italiana era capaz de merendarse nada menos que a la hermosa Jennifer O' Neill sin contemplaciones en su duelo interpretativo. Poco le sirvió a la Antonelli todo eso y acabó luciendo su escultural cuerpo en producciones artísticamente olvidables como "La Veneciana", antes de sumirse en un largo adiós en silencio.
Encontré a algunas mujeres con una belleza aproximada a la de Laura Antonelli en la vida real, pero una rara barrera me detenía cuando intentaba abordarlas. Fue un extraño período en el que invisibles obstáculos se presentaban ante mí sin ninguna razón aparente, como unos fantasmas negros en el corazón que ejercían un cortocircuito sobre mi voluntad. Los sueños no querían hacerse realidad. El deseo parecía anular, más que empujar hacia el objetivo. El tiempo y el conocimiento de uno mismo serían el lenitivo para destruir ese espacio inalcanzable entre deseo y realidad. Llegaron a unirse como en una de esas fantasías con Laura Antonelli. Y también llegaría el dolor, ese intransferible, personal, que se muestra con una cara distinta a cada ser humano. Compartimos mitos, fantasías, alegrías incluso, visiones de la felicidad que suelen ser comunes a un colectivo. El dolor es único, tantas veces incomprensible a los demás, muchas injusto. Nadie sabe cuáles fueron los demonios que asolaron a Laura Antonelli en sus últimos días, si alcanzó la paz. Lo que sí sé es que su mito la sobrevive, aunque sea en toneladas de celuloide cutre de italianada previsible o en estampas fotográficas que captaron un esplendor que me hizo soñar despertando a un mundo nuevo, estimulante y turbador.
MANOLO D. ABADPublicado en el suplemento "El Comercio de Oviedo" del diario "El Comercio" el domingo 5 de julio de 2015