El domingo pasado se celebraron las elecciones al Parlamento Europeo. Una de las cosas que más me sorprenden elección tras elección es la casi nula capacidad de nuestros políticos para aceptar con gusto la derrota y asumir que es necesario cambiar. En la noche electoral todos ganan. Y creo que los ciudadanos empezamos a no creerlo.
Hace años, llegó a la selva un búho que había estado enjaulado en un palacio. De vez en cuando reunía a otros animales y les contaba cosas sobre lo que los humanos hacían. Poco a poco los animales quisieron hace suyas algunas de las costumbres humanas. Y empezaron organizando un concurso de canto en el que participaban todos los animales: desde el jilguero hasta el hombre.
El búho decidió que igual que los humanos, el ganador debería elegirse por voto secreto y universal. Todos los participantes, a la vez serían jurados. Los animales cantaron y fueron aplaudidos o abucheados por sus compañeros que anotaron en un papelito el que pensaron que lo había hecho mejor. Introdujeron ese papelito en una urna que custodiaba el búho en el escenario, vigilado por dos ancianos leones. Cuando todos habían terminado de votar, el búho empezó el recuento de esa "fiesta de la democracia".
Uno de los leones cogió el primer voto:
- El primer voto, amigos, es para nuestro amigo... ¡el burro!
Hubo un silencio con algunos tímidos aplausos.
- El segundo voto... ¡¡también para el burro!!
- ¡¡Y el tercero!! ¡¡Y el cuarto!!...
Todos sabían que no había peor canto que el rebuzno de un asno, sin embargo todos lo habían elegido como el mejor de los cantores. La "libre elección" del "imparcial" jurado había decidido que el estridente grito del burro era el ganador.
El búho tomó la palabra para explicar lo ocurrido:
- Cada concursante, ha pensado en si mismo como el indudable ganador, y por tanto habéis dado vuestro voto al menos cualificado de todos, al que no podía representar una amenaza para vuestros intereses.
La votación fue casi unánime. Sólo dos votos no fueron para el burro: el del propio burro, que había votado sinceramente por la calandria, y el del hombre que, cómo no, había votado por sí mismo.
Y es que la capacidad del hombre para vivir alejado de la realidad pensando que el mundo gira a su alrededor es sorprendente. Nos consideramos muchas veces el ombligo del mundo, de nuestras empresas, de nuestro grupo de amigos, de nuestras familias, de nuestras parejas y no nos damos cuenta que sólo siendo capaces de conocer nuestros defectos, y nuestras limitaciones seremos capaces de mejorar, de progresar y de desarrollarnos por completo como personas. Sólo siendo capaces de poner el centro de nuestra vida en que los que nos rodean estén a gusto seremos capaces de ser felices.
¿Por qué no nos proponemos para este fin de semana que nadie se aleje de nuestro lado sin sentirse mejor y más feliz?