Revista Opinión

Rescatando el propósito de Dios para los hijos.

Publicado el 20 mayo 2019 por Carlosgu82

Efesios 6:1-3; Col.3:20. La palabra bíblica que resume la responsabilidad de los hijos en el seno de la familia es “obediencia”.El apóstol Pablo para hablar de la obediencia usa el término griego “hupakouo”, el cual viene de una raíz que significa “oír” o “prestar atención”, e involucra la idea de escuchar con atención y amoldarse a un mandamiento. Implica una actitud interior de respeto y honor, expresado en actos externos de obediencia (Pr.4:1; 6:20). Tan importante es la obediencia de los hijos, que el único mandamiento en el decálogo que viene acompañado de una promesa es: “Honra a tu padre y a tu madre, para que tus días se alarguen en la tierra que Jehová tu Dios te da” (Ex.20:12). Ahora bien, este aspecto está en crisis en nuestro mundo. Lamentablemente, niños y adolescentes han tomado el camino de la desobediencia, rebeldía e irrespeto a toda autoridad establecida. Por tal razón es que afirmamos que: Es necesario rescatar el propósito de Dios para los hijos, resumido en la palabra obediencia. Para trabajar en tan difícil tarea es necesario comprender dos aspectos de vital importancia:

  1. Las razones por la que los hijos desobedecen.

La razón universal por la que nuestros hijos desobedecen es el pecado (Ro.3:23). Los seres humanos nos hemos vuelto “especialistas” es juzgar a la ligera, por lo que ante la desobediencia de un niño o adolescente concluimos irreflexivamente que los padres son los culpables, pues seguramente no lo guiaron y disciplinaron debidamente. La realidad es que padres entregados y esforzados pueden estar sufriendo por la rebeldía sin causa provocada de sus hijos por una sencilla razón: La naturaleza pecaminosa, y cuya solución comienza con la entrega a Cristo Jesús. Como todos conocemos la salvación es personal, por lo tanto, nuestros hijos necesitan recibir a Cristo y arrepentirse de sus pecados para ser salvos.

Otras causan están relacionadas con fallos en la vida de los padres. Entre los más comunes podemos mencionar los siguientes: (1) La falta de disciplina. (1Sm.2:22-25; 3:13, Pr.19:18). La realidad es que el reloj no se puede atrasar para volver a comenzar a criar a los hijos. La disciplina se debe aplicar dentro del tiempo para esto. (2) La disciplina pero sin amor(Col.3:21). Las medidas de disciplina, los castigos y el uso de la vara, son necesarios en su justa medida y cuando la conducta del niño lo requiere. Pero los excesos, la violencia, la aspereza sostenida y cualquier otra manifestación contraria al amor producen rebeldía en lugar de ayudar en la formación de nuestros hijos. (3) Falta de respeto a las autoridades (Ro.13:1-5). Cuando los padres no respetan a las autoridades civiles o eclesiales, directao indirectamente, hablando mal de estas delante de sus hijos, se exponen a cosechar hijos desobedientes e insolentes. (3) La inconsecuencia moral y espiritual (Carnalidad y Mundanalidad)(Mt.23:13; 1Jn.2:15-17; Stg.4:4). Vivir una doble moral nos hace perder el respeto de nuestros hijos.(4) Materialismo(1Ti.6:9-10; Mt.6:24). La obsesión por las cosas materiales va a contribuir en gran manera a desviar a nuestros hijos de Dios,por ende, de la obediencia. (5) La influencia negativa de las malas compañías (Pr.19:27; 1Co.15:33). Por esta razón, es bien importante que los padres velen por el ambiente social y educativo en que se mueven sus hijos.

  1. Las consecuencias cuando nuestros hijos desobedecen.

 Además del sufrimiento que provoca a los padres, y a todos aquellos que le aprecian a su alrededor, la vida no tiene porque sonreírle a quienes desobedecen el mandamiento de Dios: “honra a tu padre y a tu madre para que te vaya bien, y seas de larga vida sobre la tierra”(Ef.6:2).

 La parábola del hijo pródigo es un ejemplo que ilustra está verdad(Lc.15:11-32). El joven deshonraba y hería elcorazón de su padre, pidiéndole, todavía en vida, la parte de la herencia que le tocaba a él. Este joven quería estos recursos para vivir una vida pecaminosa lejos del hogar. Las consecuencias comenzaron a asomarse al cabo de un tiempo, entre otras podemos ver: (1) Malgastó sus recursos viviendo perdidamente. (2) Lo visitó el hambre y la escasez. (3) Experimentó en carne propia la vanidad que representa una vida disoluta lejos de Dios y su hogar ¿Dónde estaban sus “amigos”? ¿Dónde estaban todos aquellos que le buscaban para emborracharse juntos, o las mujeres a sus pies por su dinero? Simplemente le abandonaron, no le amaban a él, sino a sus posesiones. Por otra parte, cuando necesitó ayuda no le ofrecieron nada digno, más que enviarle a apacentar cerdos (actividad muy denigrante para un judío), y ni siquiera le permitían comer la comida de los animales que cuidaba.

Ese es el destino de los que desobedecen y prefieren vivir en rebeldía. Pero ¡gloria a Dios! El joven volvió en sí (Lc.15:15-24). Esta porción tan conmovedora de la historia me lleva a formularme varias preguntas: ¿Cómo estamos esperando el regreso de nuestros hijos que se alejaron de Dios y nuestro hogar en su desobediencia? ¿Estamos clamando cada día por ese tan necesario milagro? ¿Están nuestros corazones como padres preparados para recibir y abrazar a nuestros hijos? ¿El amor en nosotros es más fuerte que toda herida que nos hayan causado? Recuerden que el padre movido a misericordia corrió, le abrazó y le besó, le perdonó y le recibió no como el joven pensó, no como un simple trabajador de la haciendo, sino como lo que era y nunca dejaría de ser: Su hijo. ¿No es acaso esto lo que Dios hizo por nosotros cuando llegamos a Él arrepentidos por medio de Cristo?

Nos complace muchísimo poner a vuestra disposición un conocimiento AUTÉNTICO que le ayude a caminar sabiamente por los intrincados caminos de la vida.


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