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La sexta parte nos adentra en la historia de Cole y Sylver, conocida por nosotros como la perdición de Nash gracias al resto de los chicos. Los padres de estos dos están casados y son hermanastros. Parece que no se aguantan y creo que en parte es verdad porque, seamos sinceros, estos dos son inaguantables. Cada uno se esconde de una forma diferente, Cole en los libros y ella en una coraza de maldad.
Cole es, como dicen los chicos, el otro psicópata del del grupo. Por eso se lleva tan bien con Aiden y se entienden sin hablar más de lo necesario. Callado, obsevador, metódico en todo menos en lo que se refiere a Sylver. Sylver, por el contrario, es un personaje que al principio odié bastante. Su forma de comportarse con Elsa y Kim me pareció desde un principio forzada, como presentando una mala imagen a posta para protegerse y no sabemos hasta más adelante de quién. A lo largo del libro nos encontramos conflictos y giros de la historia que nos hacen qiedar en intriga y querer seguir leyendo, por ejemplo con la figura del acosador que ya nos había dejado pinceladas la autora en las antiguas entregas.
Seguimos teniendo a los mismos personajes, el grupo de los Cuatro Jinetes, Kim, Elsa y Teal, pero ahora la mayoría de ellos en un segundo plano bastante lejano po su poca amistad con Sylver. El único que verdaderamente tiene algo de peso en este libro es Aiden, ya que es el que desencadena muchas cosas entre Cole y Sylver. Al igual que hacía Cole en los primeros libros aprovechándose de que Elsa se fiaba más de él que del resto, por eso la autora los describe como dos personajes igual de retorcidos.
Este libro es un gran cierra, aunque hay que tener en cuenta que no se trata muy bien el tema del padre de Cole. Es un problema para el personaje que nos deja en el aire y a mí me dejó con ganas de saber más. Esta entrega es completamente un tira y afloja con momentos buenos y malos, momentos inesperados que te dejarán con ganas de más y momentos de tensión de no saber cómo encajar las cosas.