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George Orwell (1949): 1984. Reino Unido: Secker and Warburg. 326 p.
1984 es una novela escrita entre 1948 y 1949 por el inglés George Orwell y es una novela policíaca de ficción distópica. Se fija en el año 1984 y narra un mundo sin libertad de expresión, desesperanzador, en donde todos los ciudadanos están siendo constantemente vigilados, y se intenta borrar la felicidad de la vida de las personas. En este mundo la información es manipulada al antojo del gobierno, siendo el pasado editado o borrado todos los días. El escenario descrito por Orwell está consumido por las constantes guerras entre las 3 superpotencias que dominan el mapa: Eurasia, Oceanía y Asia Oriental.
Antes de empezar, podríamos hacer esta reseña desde dos partes distintas: los pensamientos que he tenido mientras estaba leyendo el libro o la información que he podido encontrar después de terminar el libro. La verdad es que entendemos mejor sus escritos cuando conocemos al escritor, pero entonces, ¿dónde está ahí nuestro pensamiento individual? Sin más demora, comencemos.
La novela comienza relatando la vida de Winston Smith, quien vive en una nación llamada Londres, dentro de Oceanía, con un gobierno totalitario y socialista en donde la libertad de expresión no existe. El Partido que controla cada movimiento de la sociedad está formado, en parte, por la policía de Pensamiento, encargada de vigilar a todos los habitantes de Oceanía en todo momento y castigar o condenar aquellos que tengan pensamientos o actos revolucionarios. Las telepantallas son el medio por el cual se observan a los ciudadanos y se les ordena qué hacer y qué no. Estas telepantallas están situadas en todos los rincones de la nación, dentro de los hogares, en los lugares de trabajo y en las calles. Detrás de las telepantallas y de los discursos que se impartían mediante éstas diciendo qué se debe hacer y qué no, se esconde un hombre que se veía en todos lados, en carteles por las calles, en los billetes, las monedas, etc. Su rostro es duro y representaba al gobierno, al Partido. Este hombre era conocido como Gran Hermano, a quien todos los ciudadanos debían amar.
Sin embargo, Gran Hermano no es más que una cara que aparece en las pantallas. Los ciudadanos sólo lo conocen por las noticias y los discursos, pero nunca es realmente palpable. No es más que una imagen. Se puede comparar a Gran Hermano con Kim JongEun (la cabeza de Corea del Norte) por esta característica. ¿Pero acaso alguien que no existe nos puede gobernar? ¿Alguien que conocemos y no vemos puede ser nuestra cabeza? Y esas dos preguntas traen otra pregunta aún peor: ¿no es eso lo que siempre ocurre?
El partido en sí, se basa en la idea conocida como doblepensar, la habilidad de cambiar de idea para adaptarlas a las del Partido. Por ejemplo, una hoja blanca puede ser negra si el Partido dice que es negra, y los ciudadanos deben adquirir la habilidad mental necesaria para convencerse a sí mismos de cuándo una hoja blanca es negra. La capacidad del doblepensar se manifiesta en los cuatro ministerios que forman el gobierno, todos ellos siendo auténticas paradojas: el Ministerio de la Verdad, que se encarga de manipular los documentos históricos y la mente de los ciudadanos; el Ministerio de la Abundancia, que gestiona los cada vez más escasos recursos alimenticios; el Ministerio de la Paz, que es el que moviliza tropas en la guerra; y el Ministerio del Amor, encargado de castigar física y mentalmente a la población que vaya en contra del Partido.
Además del Ministerio de la Verdad y las telepantallas, el Partido posee la neolengua o Ingsoc (inglés socialista), un lenguaje artificial con menos nombres y verbos creado para modelar la mentalidad de los seguidores del Gran Hermano. De este modo, el Partido puede controlar con mayor facilidad los pensamientos de los ciudadanos, para así evitar el crimen mental, el mayor delito a cometer. Es bien sabido que la riqueza del diccionario tiene gran relación con el desarrollo del cerebro; un perro entenderá sit, pero no siéntate en la silla blanca. De ese modo, Gran Hermano limita los pensamientos de los ciudadanos y por consiguiente, la respuesta, así como la capacidad de revolución. Al final, si no entendemos el significado de revolución, ¿cómo comenzamos una?
Por si no fuera poco, el gobierno tiene establecida la abstinencia sexual para todo ciudadano, el sexo por placer está totalmente prohibido. Como Orwell dice, la castidad (o la idea muy parecida a esa) es muy útil para el Partido, que la gente no tenga sexo. Así, los sentimientos están pisados en el interior de cada uno. Al ser feliz la gente, desaparecerían los sentimientos de extremo que tienen con Gran Hermano, con el Partido o con la guerra, y perderían el poder que entonces tenían en los ciudadanos.
Y de este modo, sin intimidad, sin libertad de expresión, sin amor, ¿qué les queda a los ciudadanos? Lo único que les queda es odiar. Por eso, para que ese odio no caiga en contra del Partido a diario se celebran los Dos Minutos de Odio, la ración diaria de odio necesaria para hacer funcionar el sistema. Todo este odio se deposita contra Emmanuel Goldstein, el gran enemigo de Oceanía, del Partido y del Gran Hermano. Odiar a Goldstein es amar al Partido y al Gran Hermano, y dudar de la maldad de Goldstein es la peor forma de cometer crimen mental.
En la primera parte de esta novela, además de adentrar al lector en la situación actual de los ciudadanos de Oceanía, se cuenta que Winston trabaja en el Ministerio de la Verdad reescribiendo y eliminando documentos para cambiar a diario la historia y los hechos del presente. Tras hallar una prueba de que el gobierno manipula la información, Winston comienza a dudar sobre la buena fe del Partido y a odiarlo, a cometer crimen mental también conocido como crimental.
Durante los Dos Minutos de Odio, Winston conoce a O’Brien, un hombre enigmático que le servirá para ponerse en contacto con la Hermandad, una asociación formada por personas que al igual que él, odian al Partido y al Gran Hermano. Días después conoce a Julia, una joven que también trabaja para el Ministerio de la Verdad, y que siente una repulsión parecida hacia todo lo que tenga que ver con el gobierno. En el mismo instante en que se conocen, ambos experimentan una repentina e incontrolable atracción.
Tras hacer un juramento, Julia y Winston brindan con O’Brien por el pasado. Por el pasado que existió, no por el pasado manipulado que defiende el Partido. En ese momento, ambos pasan a formar parte de la Hermandad. Y por fin pueden leer el libro clave de la rebelión escrito por Emmanuel Goldstein, el enemigo del Partido: Teoría y práctica del colectivismo oligárquico. Más tarde, el propio O’Brien, comisario de la Policía del Pensamiento, se encarga de capturarlo y conducirlo al Ministerio del Amor. Allí Winston pasa por todas las torturas incluido un lavado de cerebro con el único objetivo de que ame al Partido y al Gran Hermano. “Exactamente. Haciéndolo sufrir. La obediencia no es suficiente. A menos que esté sufriendo, ¿Cómo puedes estar seguro de que está obedeciendo tu voluntad y no la suya propia? El poder es infringir dolor y humillación. Poder es destrozar la mente humana en pedazos y luego darle la forma que uno escoja.”(George Orwell, 1984). Y de esa forma, una vez superadas las torturas y marcando el final de Winston como persona, sale dispuesto a creer cualquier dicha del Partido. Los discursos adoctrinadores de O’Brien fueron efectivos. Winston ya es capaz de doblepensar, ama al Gran Hermano y ya es un miembro respetable del Partido, ya que “No existirá más lealtad que la lealtad hacia el Partido. No habrá más amor que el amor hacia el Gran Hermano.” (George Orwell, 1984).
Si analizamos en profundidad los personajes, hallamos similitudes de las técnicas de Gran Hermano, incluso las ideas, con las de la Segunda Guerra Mundial y son muy parecidas a las de otros dictadores, como por ejemplo, las de Hitler, ya que Orwell escribió su libro a finales de 1940, lo que él sabía sobre el totalitarismo, estaba basado en la guerra entre la unión soviética y la Alemania nazi.
De hecho, destruye los libros, mata a los opositores y distribuye la sociedad en diferentes grupos (los del partido y los prole). Esta segregación, podemos comparar con la que los judíos soportaron; de hecho, los prole viven en calles especiales (en los guetos, podríamos decir) y viven fuera de la sociedad restante. Además, Goldstein, el enemigo principal del partido, es judío. Puede que Orwell tomara esta característica para mezclar la ficción con la realidad. Además, este mandatario se puede identificar con más dictadores a parte de Hitler; por ejemplo, con Stalin. De este modo, Gran Hermano, representaría el extremo del totalitarismo “comunista” que había en la URSS y, en conclusión, Goldstein sería Trotsky. Los dos (Stalin y Trotsky) después de que fueran muy importantes en primera etapa de la revolución, Stalin persiguió el trotskismo. Gran Hermano hace eso mismo con Goldstein.
No se podría finalizar esta reseña sin antes comentar el lema del Partido de Gran Hermano que dice: La guerra es la paz, la ignorancia es la fuerza, la libertad es la esclavitud. Pese a repetir estas palabras a los pueblos llanos, a la vista está que la guerra es la paz sólo para los gobiernos. A consecuencia del miedo que la guerra origina en los ciudadanos, estos se pueden controlar más fácilmente. La ignorancia de los ciudadanos es la fuerza porque de este modo, somos más débiles para los gobiernos, más manipulables. Tal y como dice el propio George Orwell “¿Cómo podría pensar uno que esto es insoportable si no existe ningún recuerdo antiguo que diga que las cosas fueron diferentes en el pasado?”. Y finalmente, la libertad es algo deseado por todos, y ese deseo es el que te mantiene preso, esclavo.
Sin embargo, hay que aceptar o asumir que la sociedad que aparece en 1984 también tiene cierta culpa. A decir verdad, nosotros mismos hemos sido los culpables de todos los males que han aparecido a lo largo de la historia. Hitler sólo nos enseñó el camino, y la espada de Atila cumplió los deseos de todos. Para entender esto, en un capítulo de Game Of Thrones aparecen un cura, un rey y un hombre rico dentro de una habitación, y en medio un verdugo. Cada hombre le pide un deseo al verdugo diciendo que mate a los otros dos. ¿Quién vivirá? La respuesta es que la decisión está en las manos del verdugo. ¿De hecho, dónde está el poder? En el dinero, en el gobierno, en la fe… ¿o en nuestras manos?
Al fin y al cabo, lo que para Orwell era un futuro turbio y desolador allá por los años 40, es para nosotros un pasado distante que por suerte no llegó a cumplir las predicciones del escritor. Nosotros no vivimos controlados por nuestro gobierno, nosotros no tenemos cámaras de seguridad vigilando las calles, no existe el Gran Hermano, los países no están en guerra unos contra otros y nosotros no tratamos de rebelarnos contra la autoridad. ¿O sí?