La casta de los Metabarones
Ilustrador/ Dibujante: Juan GiménezTítulo original: La caste des Méta-Barons
Editorial: Reservoir Books
Páginas: 583
Encuadernación: Tapa dura
ISBN: 9788439720850
Precio: 49,90 €
Sinopsis
El Metabarón, el más poderoso guerrero y asesino de la galaxia, ha dejado su largo retiro en el Metabúnker para participar en la mayor aventura de su vida. Abandonados, sus dos principales sirvientes robóticos, Tonto y Lothar, se dedican a sus quehaceres programados, pero el tedio puede a Lothar. Presa del aburrimiento, le demanda constantemente historias a Tonto para que lo distraigan, y éste decide contarle la saga detrás de la línea de sangre de los Metabarones, desde el primero de ellos hasta su amo actual. Esta serie de narraciones nos desvelará los hechos de una familia marcada por grandeza y desgracia a partes iguales, en la que los lazos de amor y odio, deber, deseo y expiación se retuercen de formas inauditas.
Recopilación de los 8 volúmenes coleccionables originales (Othon el Tatarabuelo; Honorata la Tatarabuela; Agnar el Bisabuelo; Oda la Bisabuela; Cabeza de Hierro el Abuelo; Doña Vicenta Gabriela de Rockha la Abuela; Aghora el Padre-Madre; y Sin Nombre, el último Metabarón) y contando además con una historia adicional (La Casa de los Ancestros), todos guionizados por el francochileno Alejandro Jodorowsky y dibujados por el argentino Juan Giménez.
Reseña
Una novela gráfica de ciencia ficción y aventuras con estructura de tragedia griega clásica, que esconde sorprendentes reflexiones estético-filosóficas.
Mucho y muy variado se puede decir acerca de Alejandro Jodorowsky. Como artista multidisciplinar, ha destacado en diversos campos: escritor, filósofo y ensayista, director de cine, guionista de cómics, director teatral, actor y performer... Rodeado siempre de polémica por su vertiente como místico y terapeuta, lo que creo que no se puede poner en duda es que, como creador, su obra es de una originalidad radical. Cofundador junto a Roland Topor y Fernando Arrabal del Grupo Pánico, considerado el último movimiento de la era de las vanguardias, su producción se ve marcada desde su inicio por una lectura psicológico-humanista del ser humano y un deseo de explorar sus más intrínsecas motivaciones, deseos y pulsiones, realizados en el mundo de formas metafóricas.
En esta reseña nos centraremos en su trabajo como historietista. Aunque se le pueden rastrear trabajos tempranos en este campo (principalmente, sus tiras periodísticas Fábulas pánicas), su entrada definitiva al medio se produce tras la fallida producción de uno de sus proyectos cinematográficos: la adaptación de la saga de libros Dune, de Frank Herbert, que más tarde acabaría dirigiendo David Lynch. Algunos diseños para esta película fueron realizados por el ilustrador francés Moebius, nombre alternativo del creador Jean Giraud, con quien Jodorowsky trabó amistad y que le relacionó con la editorial de comics Les humanoïdes associés. Fruto de este encuentro nace, en 1981, El Incal, el inicio de las aventuras metafísicas del patoso detective John Difool.
Siendo todavía a día de hoy el comic europeo más vendido y divulgado de la historia, El Incal ata definitivamente a Jodorowsky al medio, y además genera una auténtica cosmogonía a su alrededor. Completando su historia con otras tres sagas adicionales (Antes del Incal, Después del Incal, Final Incal), cuenta también con varios spin offs e historias paralelas, entre las que podemos encontrar Los Tecnopadres, Megalex, o la obra que hoy nos compete, La casta de los Metabarones.
Para el dibujo de este volumen Jodorowsky colabora con Juan Giménez, un total enamorado de la imagen y la narrativa que, como complemento a su formación, estudió diseño industrial. Esta inusual preparación lo convirtió en un dibujante excelente para géneros como el bélico, el fantástico o el de la ciencia ficción, terrenos entre los que ha basculado a lo largo de toda su carrera. En el caso de La casta de los Metabarones, pone todo su buen hacer para dar vida tanto a las extrañas y exóticas criaturas con las que Jodorowsky puebla su universo, como en dar verosimilitud a la tecnología fantástica, casi onírica, que se hace omnipresente en la historia. Sus ilustraciones y viñetas son de un nivel de preciosismo y detalle envidiable, completadas con un coloreado de cromatismos brillantes y muy ricos, que da a la obra general una apariencia verdaderamente lujosa.
Ejemplos de viñetas de «La casta de los Metabarones»
Metabarón es el título que recibe por parte del Imperio Espacial su más grande guerrero y asesino, y desde sus inicios ha estado en manos de una misma familia, pasándose de padres a hijos. El actual Metabarón, Sin Nombre, es originalmente un personaje secundario de El Incal. Contratado para dar caza y matar al protagonista John Difool, acaba siendo uno de sus aliados, y el padre adoptivo del andrógino Soluna, uno/a de los/las personajes más importantes de ese universo. Sin embargo, pese a su fama de ser un formidable e invencible luchador, y una presencia poderosa en su obra madre, poco más se sabía sobre el Metabarón... hasta la creación de este título. Desde entonces, el propio universo del personaje se ha visto expandido dos veces más, con la publicación de Las armas del Metabarón, que nos presenta nuevas aventuras del personaje, y Castaka, que rastrea la historia de la familia que acoge a Othon, quien más tarde se convertirá en el primer Metabarón.Gracias a las interacciones entre los dos robots, Tonto y Lothar (llamados así en honor al ayudante del Llanero Solitario el primero y al del mago Mandrake el segundo, personajes todos de antiguas tiras cómicas), vamos conociendo la historia de la casta metabarónica. Aunque ambos personajes sirven al principio mayormente como alivio cómico al pesado drama de la historia, su importancia poco a poco irá aumentando en la narración gracias a mecanismos bastante sorprendentes. Adicionalmente, suman información del presente o de pretéritos no relacionados con la narración principal, que hábilmente se irán imbricando con la historia central hasta formar un complejo entramado de motivos, causas y consecuencias, hasta una culminación absolutamente catártica.
Esta trama, la de la fundación y destino de los Metabarones, tiene una estructura trágica manifiesta, según la cual, por noble o villanesco que sea un personaje, será sometido a pruebas terribles y a pérdidas durísimas, hasta forjar en él una personalidad tremendamente compleja. Como dato de base, solo hay que considerar las dos tradiciones iniciáticas necesarias para acceder al título: amputarse una parte del cuerpo, para sustituirla con una prótesis cibernética; y peor aún, haber de derrotar en combate singular y con armas blancas al anterior poseedor del título, es decir, al padre del aspirante.
Aunque pareciera que en esta historia sólo los personajes masculinos van a tener peso, no es así en absoluto. Las esposas y madres de cada Metabarón son también personajes capitales en la trama, con su propia voz y fuerza, capaces de cambiar su realidad tanto como sus contrapartes masculinas. De hecho, la relación entre sexos, tanto externa como interna al propio individuo (siguiendo la teoría jungiana del animus-anima, según la cual cada hombre tiene algo de femenino en su psique, y cada mujer algo de masculino) va a ser uno de los ejes centrales de la trama, manifestando la preocupación típicamente jodorowskiana sobre el tema de la sexualidad respecto a la formación de la personalidad y la relación interpersonal.
Pero mejor presentar a cada personaje por separado. Trataré de hacer un esbozo de todos ellos, intentando no mentar detalles capitales del argumento siempre que sea posible:
Cumpliste la enseñanza de tu padre y maestro... "el guerrero valeroso no piensa en términos de victoria o derrota, sino que combate fanáticamente hasta la muerte. Sólo así realiza su destino." Descansa con honor, Edna. Has entrado en el silencio, y el silencio es el alma de todas las cosas. - Othon
Antiguo pirata espacial, Othon es adoptado por la noble familia Castaka tras desposarse con su heredera. Le toca asistir, para su tristeza, a la caída en desgracia y desaparición de todos sus familiares políticos. Como único superviviente, sin embargo, y pese a la pérdida de su pelvis (que sustituye por una prótesis, dando así origen a esa primera tradición), logra distinguirse en batalla como guerrero y estratega, recibiendo por sus servicios al Imperio el título de Metabarón. De su estirpe, es sin duda el más noble e idealista.
¡Qué vergüenza haber sido sorprendida durante el sueño por un par de aborígenes! Hubiera querido que Othon nunca me viera como una víctima... - Honorata
Entregada a Othon como concubina por el Imperio, Honorata, una monja-puta de la secta Shabda-oud, conoce la técnica para engendrar descendencia de hombres sin miembro como su marido. Enamorándose de él durante su convivencia, acabará desoyendo por amor los verdaderos motivos que la llevaron allí, y será la principal figura en el proceso de educación y entrenamiento de Agnar, su hijo, como siguiente Metabarón. Es, de largo, el personaje femenino protagonista más poderoso de cuantos salen.
¡Venid, monstruos benditos, a terminar con el árbol genealógico que me robó la infancia para hacer de mí un asesino! ¡No voy a morir guerreando! ¡Voy a morir de amor!- Agnar
Ingrávido y sin peso por un incidente durante su gestación, a Agnar se le amputan los pies y se le colocan unas pesadas prótesis metálicas. Guiado por sus padres a perpetrar una venganza que cambiará su destino, el romanticismo de su carácter lo hace, quizás, el más heroico y el más trágico de toda la saga familiar. Es el Metabarón con quien es más fácil empatizar.
Ningún ser alcanza la plenitud si no es lo que es. Un buen carpintero no desperdicia un buen madero. ¡Un buen militar como tú no debe desperdiciar la ocasión de hacer de su hijo el mayor guerrero del universo! - Oda
Como personaje, Oda, el objeto de los deseos de Agnar, tiene una vida bastante corta. Perdidamente prendada de su amado, lo sacrifica todo por él en aras de cumplir su misión... hasta el punto de que acaba muerta en vida, un cuerpo funcional sin inteligencia ni alma. Volverá a la vida, sin embargo, gracias a las acciones de otro personaje, lo que en vez de ayudar no hará más que aumentar la desdicha de Agnar.
¡Ridículo gran guerrero, aún tienes sentimientos! ¡Éste es el cuerpo de la mujer que amas y deseas! ¡Y el espíritu que lo posee es el de la madre a la que, bajo el odio, tampoco puedes dejar de amar! ¡Voy a despedazarlo poco a poco! - Cabeza de Hierro
Hijo de Agnar, es repudiado por éste desde el momento mismo de su concepción: de hecho, su padre le revienta la cabeza siendo un recién nacido, con la esperanza de matarlo, pero sobrevive al injertársele una cabeza robótica, que será desde entonces la prótesis que todo Metabarón ha de tener. Así, Cabeza de Hierro no posee sentimientos ni tiene ningún vínculo empático con la raza humana, convirtiéndose inicialmente en el más villanesco de toda su casta. Sin embargo, sus desmedidas ambiciones le llevarán a necesitar aquello de lo que carece, y habrá de conseguirlo de maneras bastante expeditivas. Es quizá el personaje con más peso en la trama, e indudablemente el más longevo de todos.
¡Miserable semimáquina, sé que eres invulnerable! ¡No saco mi suprapistola para disparar contra tí, sino para suicidarme! ¡Si el Imperio te condecora, es porque está podrido hasta la médula! ¡En este mundo indecente ya no vale la pena vivir! ¡Este es mi digno fin! ¡Adiós, pobres lacayos! ¡Vergüenza eterna para vosotros! - Vicenta Gabriela
Inicialmente el gran obstáculo de Cabeza de Hierro para conseguir su gran deseo, doña Vicenta Gabriela de Rockha le odia con todas sus fuerzas. Sin embargo, al ser testigo de la evolución y los sacrificios de este Metabarón, acaba por rendirse a sus pies. Sin embargo, esta unión le deparará más desgracia que dicha, pues debido a ella acabará perdiendo todo lo demás, incluyéndose a sí misma. Pese a ello, es probablemente el personaje femenino más fuerte e interesante de toda la saga.
Asesiné monstruos, es cierto, pero de ninguna manera puedo afirmar que son inferiores a esta raza humana que tanto desprecio... me doy asco. Sé perfectamente cómo dar la muerte, me engendraron para eso, pero no sé dar la vida. ¡Quiero, por lo menos una vez, engendrar un ser! - Aghora
El más atribulado Metabarón por su propia naturaleza, Aghora es fruto de una forma bastante macabra de tratar a su descendencia por parte de su padre Cabeza de Hierro. Habiendo parido Vicenta Gabriela a gemelos, un niño y una niña, pero tan débiles que solo uno podía sobrevivir, Cabeza de Hierro fingió ceder a las demandas de su esposa de dejar viva a la niña (poniendo fin de paso a la saga familiar) pero en secreto trasplantó el cerebro del niño al cuerpo de la niña, dando lugar así a un ser contradictorio y atormentado. Su prótesis será su mano izquierda.
Paz a tu alma, Aghora. Que tu gota de vida se disuelva en el océano divino. No es mi espada, sino la tradición, la que te ha vencido. Pero yo, el nuevo Metabarón, no seré jamás vencido... porque nunca engendraré un hijo. ¡Lo juro ante tu cadáver! - Sin Nombre
Fruto del autoincesto de Aghora, su padre-madre, quien fecunda su cuerpo femenino con material genético extraído de su cerebro masculino, Sin Nombre muestra desde su mismo nacimiento un poder exorbitado. Es esto mismo lo que lleva a su progenitor a dejarlo innominado, pues a sus ojos es ya más arma que persona. Su prótesis será su oreja derecha, así como buena parte de su cerebro. Como personaje, es el más descreído y nihilista de todos los portadores de su título, aunque eso cambiará cuando se cruce con John Difool y la lucha por los incales. Pero eso, claro, es en otra historia...
En cuanto a la presente edición, aunque cara, bien vale lo que cuesta. No sólo se presenta en un formato robusto, impresa en buen papel y a todo color, sino que cuenta con una serie de apéndices comentados por los autores que incluyen bocetos originales, páginas descartadas y toda una serie de curiosidades acerca del proceso creativo y las claves de la obra.
Sin duda un imprescindible en la comicotecta de todo coleccionista con gusto por la ciencia ficción y la fantasía inteligente y de altura, La casta de los Metabarones, además de agradable iniciación al particular universo de El Incal y a la obra general de Jodorowsky, es un ejemplo perfecto de cómo el medio de la narrativa visual puede engendrar en su seno obras de peso artístico propio. Bello e interesante de principio a fin, es uno de esos títulos que conviene conocer a la hora de mentarlo (junto a títulos más socorridos como el Maus de Art Spiegelman o el Watchmen de Alan Moore) si se inicia la típica discusión acerca de si el mundo de la historieta provee o no obras lo suficientemente adultas y maduras como para ser considerado literatura "seria".