Esta entrada está dedicada a todos los que me seguís por medio de esta plataforma, que no me gustaría perderos pero, por motivos que no vienen al caso, debo de publicar en otra (no está monetizada en absoluto, ni hay publicidad – en sus inicios no, quien sabe si la habrá en el futuro) que se ha creado, en principio, para propagar el conocimiento Ciber pero que, de forma particular, dejan publicar mis relatos.
Este relato, fue presentado a un concurso en el que me llamaron como finalista. Wow, fue una gran victoria, era la primera vez que ocurría y me sentí como nunca. Si hubiera ganado no sé si me habría sentido mejor o no. Recuerdo que se celebraba la entrega de premios en un bar que estaba bastante oscuro, allí me encontré a un compañero de la universidad, con el que estuve charlando un rato muy agradable, y que me presentó a un chaval que ya era un gran escritor, aunque bastante joven: Jose Manuel de Prada.
Durante nuestra conversación, me dijo que la obra que ganaría no era la mejor pero que las cosas no siempre son como han de ser. Y, efectivamente, cuando se anunció el ganador, simplemente recogió el premio y ya está. En cierta forma, me desencantó.
En aquel local, conocí a una chica que, por primera vez, no estuve interesado en su físico (era raro, lo sé). Me atrajo su forma de escribir, gracias a la cual cambió la forma de expresarme. Tenéis como ejemplos el corto de Enloverado o de Desidioso Amor. A ella le encantó mi «Nunca lo Olvides», por lo que entre los dos acordamos que, si éramos finalistas, el mío no era el último.
Gracias por seguirme, os dejo el enlace a este relato.