AGNES GREY
Título: Agnes Grey.
Autor: Anne Brontë (1820-1849) ensombrecida por sus hermanas mayores Charlotte y Emily, Anne Brontë ha sido, en la actualidad, estudiada y finalmente reconocida en el mundo académico, literario y editorial. Anne se formó como institutriz, única salida para las mujeres de la época que querían, o no tenían otro remedio que trabajar si conseguir un marido no era su objetivo. A los 19 años entró de institutriz con la familia Ingham en Blake Hall, pero se encontró con unos niños ingobernables y consentidos a los que no les permitían educar con la disciplina que precisaban. Debido a la insostenible situación, acabó marchándose por voluntad propia. Esta decepcionante experiencia le sirvió como base para escribir Agnes Grey. Además de esta novela, Anne Brontë también es autora de La inquilina de Wildfell Hall, un libro que a pesar de granjearse malas criticas en su momento, hoy en día es considerado como un texto avanzado a su tiempo tratando temas como la violencia de género. Murió prematuramente a los 29 años de tuberculosis.
Editorial: Alianza Editorial.
Idioma: inglés.
Traductor: Elizabeth Power.
Sinopsis: decidida a lograr su independencia económica y a ayudar en su casa, Agnes Grey, hija menor de una familia venida a pique, se coloca como institutriz en la casa de la familia Bloomfield. Su juventud e inexperiencia, así como la crueldad de los niños con quienes le toca lidiar y la frialdad de sus padres son una difícil piedra de toque. Pero su perseverancia la llevará a cambiar de casa en busca de mejores perspectivas. Con sus nuevos empleadores, los Murray, las condiciones tampoco son fáciles, pero Agnes, poco a poco, se abrirá camino...
Su lectura me ha parecido: breve, intensa, sorprendente, lenta, reveladora, interesante, psicológica, peculiarmente romántica, crítica, autobiográfica...A veces, queridos lectores y lectoras, juzgamos antes de hora, antes de tiempo, antes de sumergirnos en un determinado libro. Los lectores somos así, y los que nos dedicamos a la crítica literaria más todavía, llegando a ser demasiado inflexibles en algunos casos. Cuando una persona lee mucho no sólo adquiere importantes nociones de cultura y conocimiento, sino que a la fuerza, aprende a ser un poco más crítico y escéptico. Es tal la cantidad de libros que se publican y se reeditan al año que a la fuerza tienen que existir novelas realmente malas, eso es así y no me lo estoy inventando. No todo puede ser bueno, ni maravilloso, ni ser objeto de alabanzas. De ser así, la crítica literaria y el acto de leer serían un completo aburrimiento. Por este motivo, y suele ocurrir más de lo que pensamos, cuando tenemos la experiencia de una soporífera lectura, cualquiera que nos leamos posteriormente y que posea unas características similares a la que nos lo hizo pasar tan mal, siempre nos parecerá horrible. Pero señores, esto es un prejuicio, y como bien nos enseñó la gran Jane Austen, uno no debe guiarse por estas presuposiciones, en otras palabras, no hay que menospreciar sin saber. Al libro que hoy os presento y que tengo el placer de reseñar, le achaqué muchísimos prejuicios, todo porque su hermana, igual de famosa e inmortal, es autora de un libro cuya lectura me resultó insufrible. Hoy, tras haber superado esa opinión peyorativa y tras haberme adentrado en esta novela, puedo afirmar dos cosas. La primera, que se vive mejor sin esas manías y opiniones sin consistencia. Y la segunda, que no entiendo como esta novela, la novela de Anne, se ha considerado durante muchos años peor que las de sus hermanas Emily y Charlotte Brontë, si es bastante avanzada para su época. Agnes Grey: el oportuno debate y una reconciliación personal.
La historia de como esta novela acabó, para mi sorpresa, primero en mis manos y posteriormente completando un estante de mi adorada librería es bastante curiosa. Como ya he comentado en más de una ocasión, mi primer contacto con el universo Brontë fue hace algunos años, cuando le di una oportunidad a Cumbres borrascosas, escrita por Emily Brontë. Recuerdo que fue un verano y no se muy bien por qué acabé decantándome por esa lectura, pero lo cierto es que inicié su lectura nada más asentarnos en la casa del pueblo, aquella misma noche, a la luz tenue de la lamparita de noche. No obstante, y a pesar de que puse todo el empeño del mundo, aquel libro no logró cautivarme, es más, me pareció bastante aburrido, tirando a soporífero. Se que es un sacrilegio y que más de uno ya me habrá hecho la cruz, pero esta es la realidad, Cumbres borrascosas acabó por convertirse en la peor lectura de ese verano. A lo mejor mi opinión cambia de aquí a esta parte, pues, ha pasado mucho tiempo, pero de momento y no me apetece demasiado volverme a sumergir en sus páginas. A raíz de esta mala experiencia, una servidora huía de todo lo que tuviese que ver con las hermanas Brontë. No voy a negar que me parecía bastante curioso y sorprendente que en una misma familia tres hermanas se dedicasen a la escritura en una época en la que ser mujer no era fácil, y que encima, de forma un tanto desigual, las tres hayan pasado a la historia por novelas tan mundialmente conocidas por todos. Eso si me despertaba cierto interés, pero lo que respecta a su producción literaria, prefería pasar de largo, algo que a día de hoy considero, y mira como cambian las tornas, un tremendo error. Mi introducción en la teoría feminista y el creciente interés que últimamente he estado mostrando hacia la literatura escrita por mujeres, me llevaron a sopesar la posibilidad de enmendar mi error y de dar una segunda oportunidad al mundo Brontë. Pero ese primer paso no lo iba a dar con Cumbres borrascosas ni con Jane Eyre sino con Agnes Grey. Una novela más ligera en volumen de páginas, en apariencia más breve y que, por lo que he leído, fue menospreciada en su tiempo. Tardé, por cuestiones de trabajo, en ponerme con su lectura, y cuando lo hice, nadie me pudo detener.
En lo que respecta a la crítica literaria, comenzaremos diciendo que Agnes Grey presenta una lectura sosegada, pausada y ligeramente lenta. Este aspecto ya me lo esperaba, pues, aunque sea breve en el número de páginas, la novela no deja de pertenecer a la corriente realista típica de la literatura británica. No llega a ser un Dickens o una novela de inspiración rusa, las cuales suelen ser más duras de leer, pero tampoco es un libro que carezca de todas las características de la corriente. Hay descripciones, hay introspección y demás recursos que nos trasladan a esa época y a un modo de escribir que hoy, en la era de la inmediatez y la brevedad, nos parece demasiado anticuado pero no por ello interesante. En relación con el estilo empleado, nos topamos con una pluma muy fina, que la autora no duda en afilar a modo de cuchillo en los momentos más oportunos. Anne Brontë escribe, pero también hurga y pincha donde más duele, dejando en evidencia a una sociedad de apariencias, donde el simple hecho de ser mujer era sinónimo de dificultad e injusticia y en la que el conservadurismo impregnaba cada una de las acciones del día a día. Evidentemente no nos topamos con una crítica descarada, sino con algo más elegante, que contribuye a un mayor equilibrio en la trama. Por otro lado, el hecho de haber concentrado la historia en pocas páginas, unas 263 para ser exactos, da un impulso bastante notable a la novela. Nos encontramos en la época de las grandes obras literarias del XIX, las cuales, como es el caso de Charles Dickens, se componen de páginas y páginas de descripciones interminables. Ojo, no estoy diciendo con esto que sea un mal escritor, de eso no se le puede acusar, pero de explayarse de lo lindo llegando en algunos casos a las 1.000 páginas si. Al reducir el número de páginas, quiero pensar que intencionadamente, Anne Brontë logra acentuar más las emociones, logrando una intensidad realmente maravillosa y que nos hace rememorar novelas como Persuasión de Jane Austen. Libro en el que te sientes dentro de la trama y con el que logras sentir cosas, libro que quedará en la memoria. Seguidamente, no hay que pasar por alto el carácter autobiográfico que Agnes Grey atesora. Son muchos los estudios que señalan a Agnes Grey como el personaje bajo el que en realidad se esconde la propia Anne Brontë, pues, al igual que la protagonista de su novela, la pequeña de las Brontë ejerció como institutriz en casa de acaudaladas familias inglesas. A raíz de esto, una trama a priori típica, en la que la protagonista, infatigable institutriz, sentirá atracción por un hombre religioso, adquiere una dimensión mucho más interesante. Finalmente, si le tuviese que sacar una pega a esta novela sería en lo concerniente al final, un desenlace para mi gusto demasiado abrupto y atropellado. A pesar de ello, en su conjunto, podemos definir a Anges Grey como una novela de su tiempo, para su tiempo y con visión de futuro.
Todo buen libro deja tras de si una serie de impresiones y reflexiones ante las que el lector no puede permanecer impasible. Ese es uno de los papeles de la literatura: impactar, impresionar y de paso fomentar el debate dentro de la sociedad. Esto es así, ya pueden pasar los años sobre una determinada novela, que si es buena, seguirá hablando por si sola, aunque ésta tenga más de 200 años. Con Agnes Grey me ha pasado exactamente eso, el ser consciente de como a pesar de que hayan pasado exactamente 170 años, el debate, que en aquella época empieza a surgir, todavía a día de hoy, sigue estando muy presente. La independencia de la mujer es una reivindicación que siempre ha estado ahí, con mayor o con menor intensidad dependiendo de la etapa histórica, y desde ámbitos tan diferentes entre si como la política, la ciencia o la cultura. Fueron, mujeres en su amplia mayoría, las que a través de sus disciplinas denunciaron la situación de dominación y presión a las que se les sometía, el como por ser mujeres su máxima realización debía producirse en la reclusión del hogar y en el ejercicio de la maternidad. Muchas de ellas reivindicaron entonces el trabajo fuera de casa como vía de escape a esa injusticia ancestral, como una forma de libertad, como un camino en favor de la igualdad entre hombres y mujeres. En el caso de Anne Brontë, al igual que Agnes Grey, decide ponerse a trabajar para escapar de ese rol que la sociedad imponía a la mujer, que no era otro que el de ser madre, esposa y guardiana de sus propios dominios, los cuales, se reducían a las paredes de su "idílico" hogar. Además, para más simbolismo, Anne Brontë ejerce de institutriz, un oficio que por aquella época consistía en educar a los hijos y las hijas de familias adineradas. Educar, esa palabra tan importante y que tan poco importa en los tiempos que corren. Es cierto que la educación que recibían en esa época los niños y las niñas no es la de ahora y que la alargada sombra de la tradición planeaba sobre ésta, reproduciéndose una educación sesgada y que no era igual para ambos sexos. Pero esa defensa de la emancipación de la mujer está ahí, al igual que la palabra educación, con todas sus connotaciones. Actualmente, el debate sigue más vivo que nunca, ya no sólo por las trabas que las empresas ponen en lo que a conciliación familiar se refiere o porque el partido que ocupa el gobierno pasa olímpicamente de estas cuestiones. También porque sigue habiendo un problema muy gordo de educación en estos temas. A día de hoy todavía hay quienes opinan que la mujer está mejor en casa que fuera ejerciendo una profesión, que no merece ocupar cargos de dirección o que, por el hecho de ser mujer, perciba menos salario que el hombre. Las cosas no se cambian de la noche a la mañana, eso lo se, pero, en estas cuestiones, si se educa en igualdad desde la mismísima cuna, estaremos creando a corto plazo una sociedad libre de discriminación y de trogloditas que pretenden frenar lo que es un derecho. La concienciación es la semilla y educación es el camino para hacer de éste un mundo mejor, más justo, más igualitario y en donde la mujer pueda vivir sin la lacra del machismo. Agnes Grey: una historia de amor, superación, inquietud, impotencia, perseverancia, educación, humanidad...Una novela cuya vigencia promueve la reflexión y la reivindicación.
Frases o párrafos favoritos:
"Es tonto desear la belleza. Las personas sensatas nunca la desean para sí ni le dan importancia en los demás. Si la mente está bien cultivada y el corazón bien dispuesto, a nadie le importa el exterior."
Película/Canción: a la espera de que se produzca ese acontecimiento, os dejo con la pieza que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Bach es literatura para los oídos.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Alianza Editorial