AGUA SALADA
Título: Agua salada.
Autor: Charles Simmons (1924) ha sido comparado a menudo con J.D Salinger. Fue editor y crítico de la prestigiosa New York Times Review Books y escribió su primera novela, Powdered Eggs, en 1964, por la que recibió el Premio William Faulkner. Ha escrito muy poco, y Agua salada es su primera novela traducida al castellano. Una novela que ha recibido elogios en cada país que se ha publicado.
Editorial: Errata Naturae.
Idioma: inglés.
Traductor: Regina López Muñoz.
Sinopsis: Agua salada es una revisión contemporánea de una novela corta de Turguénev Primer amor, pero ambientada en un paisaje estival de agua, cielo y arena bellísimos. En ella, con momentos tan poderosos como los de cierto Nabokov o el Saliger más celebrado, se relata de manera apasionante los trascendentales "sucesos amorosos" que cambian a una familia para siempre. En una remota isla de la costa atlántica, en un lugar idílico que siempre ha sido fundamental en las vidas de todos ellos, el quinceañero Michael y sus padres inician sus habituales apacibles vacaciones...Hasta que la aparición del amor y las pasiones, tanto las juveniles como adultas, quiebra esa calma intocada hasta entonces.
Su lectura me ha parecido: intensa, rápida, ligera, de una belleza exquisita, cálida y fría al mismo tiempo, húmeda, con claros ecos a Nabokov y a Salinger, envolvente...Queridos lectores y lectoras, con el libro que hoy tengo el privilegio de reseñar me ha pasado una cosa muy curiosa. Además de toparme con una de las lecturas que más me ha enganchado en mucho tiempo, hasta el punto de sentir la necesidad de llevármelo a cualquier parte para así poder leer en los huecos que lograba arañar al día, he sido capaz de transportarme. Se que parece una tontería, pero, lo cierto es que ha sido la primera vez en años que he soñado con un libro, en concreto con este libro. Su historia, sus personajes, sus paisajes, su arena blanca, sus aguas tan cristalinas como peligrosas...Todo ello se iba configurando en mi inconsciente, no como una obsesión, sino como una obra de teatro, cuya representación estaba contemplando en primera fila. Tanto las acciones como los diálogos fluían de forma natural, y aunque no logré atesorar todos y cada uno de ellos, aquellos hombres y mujeres reproducían los que se me habían quedado gravados, los más impactantes, los más chocantes. Como esa gloriosa frase que da inicio a la novela: "En verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó". ¿Significan algo estos sueños? ¿Un simple recuerdo tal vez? ¿O simplemente una señal para que, cuando llegue el momento, regrese a sus páginas con urgencia? Mientras tanto y a la espera de que esa chispa logre prender el fuego de mi imaginación, os presento Agua salada: mar, playa y el torbellino del primer amor.
La historia de como Agua salada llegó a mis manos es bien sencilla, sin embargo, he de confesar que esta también es la historia del final de una etapa. Como muchos bien sabréis, hace unos meses que di por finalizados mis estudios de master, con un resultado más o menos satisfactorio, pero logre acabarlos, que es lo importante. Sin embargo, y aunque en estas circunstancias debería estar más feliz que unas pascuas, lo cierto es que el miedo, la intranquilidad, la inseguridad se apoderaron de mi. Por desgracia, las carreras de humanidades no están bien valoradas en este país, de hecho, nos podríamos considerar los profesionales con más estómago y paciencia para aguantar según que comentarios y actitudes. Cada vez que alguien desprestigia o comete atropellos intelectuales relacionados con carreras humanísticas, un historiador, un filólogo o un filósofo muere. Y si no están bien consideradas en nuestra sociedad, es evidente que eso por desgracia se traduce en una pobre concreción en cuanto a salidas laborales. Se podría decir que, en el caso de los historiadores, podríamos hacer muchas más cosas de las que la gente se imagina, incluso, si nos dejasen, formar parte de las altas instancias del poder asesorando, por ejemplo, al gobierno de un país, en los ministerios varios o incluso en órganos de más alto nivel como la OTAN o la Unión Europea. Es tal la transversalidad de nuestra profesión que ni siquiera los propios historiadores conocemos nuestras competencias como profesionales y que vayan más allá de ser profesor de secundaria o de universidad. Pues bien, lo cierto es que me encontraba en ese grupo, en ese pozo inmenso en el que te sueltan una vez acabas la carrera, sin saber por donde tirar. En un mar de inseguridades en el que ahogas tus lágrimas pensando si hiciste bien en estudiar una carrera como Historia o lamentándote de ver como las oportunidades escasean. Pero como todo en esta vida, nosotros mismos logramos construirnos nuestra tabla de salvación, que no logra evadirnos de la realidad, pero si ayudarnos a sobrellevarla. En ese sentido, Agua salada no pudo llegar en mejor momento. Justo cuando peor estaba de ánimos, apareció Charles Simmons y logró levantar un espíritu que creía por momentos débil. Lo cierto es que de buenas a primeras tenía muchas expectativas puestas en él, había leído críticas, por lo que venía preparada para recibir cualquier cosa, incluso una lectura que estuviese por debajo de lo previsto. Sin embargo, Agua salada acabó convirtiéndose en algo importante, proporcionándome ese remanso de tranquilidad y ligera distancia que necesitaba y en una lectura que recomiendo allá donde voy.
En lo que respecta a la crítica propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Agua salada presenta una lectura ágil, rápida y tremendamente adictiva. La edición ayuda mucho, pero he de reconocer, como lectora, me ha enganchado no sólo la historia que se narra, también esas influencias literarias tan claras y por supuesto, el ambiente en el que se desarrolla la novela, tan idílico como cruel. Aunque, y esto es un secreto a voces, todo lo que esté ambientado en la época del American way of life me fascina, algo que jugó un papel determinante durante el proceso de lectura. Comenzando por lo más evidente, hay que decir que Agua salada coquetea con la novela puramente romántica, que no empalagosa, y con el drama más clásico. Pero no hay que ser muy espabilado como para no darse cuenta de que estamos ante una novela de iniciación, del paso de la adolescencia a la madurez, aunque en este caso concreto no podríamos decir que es la enésima novela que aborda este tema, pues, y esto es lo que la hace especial, lo presenta desde un punto de vista bello y terrible al mismo tiempo. Como veis, Agua salada es una novela de contrastes y en la que el autor pretende que éstos sean más marcados si cabe. Y como en toda novela de contrastes, sus personajes, también se rigen por un patrón compuesto de dos caras: la que muestras en público y la que permanece escondida esperando el momento oportuno. Tanto el personaje del padre, al que no pude evitar imaginarme con el físico y las formas del actor John Hamm en Mad Men, como el de Zina Mertz, una revisión de la Lolita de Nabokov, son de los más interesantes en ese sentido. Oscilando entre la amabilidad y lo perverso al igual que el bamboleo de un velero surcando las tranquilas aguas. Michael, personaje principal, es tal vez el más plano al principio de la historia, pero a medida que avanza la trama, descubrimos como la madurez que va adquiriendo poco a poco le hace ver cosas que antes, por su ignorancia juvenil, no lograba apreciar con claridad. En Agua salada, Michael, o Mischa, se embarca en un viaje que lo llevará a darse de bruces con una realidad que no comprende y que trastoca su vida para siempre. El resto de personajes, la madre de Michael, la de Zina y el resto de invitados que se suceden a lo largo de las vacaciones estivales, configuran el coro de voces perfecto sobre el que los personajes principales pueden proyectar sus intenciones, ambiciones, deseos e inseguridades varias. Por otro lado, de contrastes también se compone el paisaje en el que se ambienta Agua salada. Isla privada, vistas al mar, sol, tardes de descanso en el porche, baños en la orilla, paseos en el Angela, fiestas hasta el amanecer...¿Quién no ha soñado alguna vez con vivir este tipo de vacaciones? Sin embargo, tal y como demuestra la pluma de Simmons, hasta el lugar más idílico puede resultar el más terrible. Bone Point se convierte en un ecosistema propio, de exuberante belleza, apetecible y del que todos querríamos disfrutar, pero también, Bone Point esconde rocas puntiagudas, endiabladas olas y zonas donde es imposible hacer pie sin sumergirse por completo. Por último, una aclaración. Aunque la novela nos hace un señor spoiler con la lapidaria y magistral frase que da comienzo el libro, "En verano de 1963 yo me enamoré y mi padre se ahogó", no desesperéis. Darle una oportunidad a Agua salada es dársela a una historia que merece la pena leer.
En su génesis, Agua salada también es la revisión de Primer amor de Turguénev. Un clásico de la literatura rusa que explora los recovecos de uno de los temas más universales de la literatura universal: el amor. Pero no un amor cualquiera, sino el primero, el que marca un antes y un después en nuestra vida y en nuestro devenir en el futuro. Es un hecho, nadie olvida ese primer amor. Y quien diga lo contrario es que o bien nunca lo ha experimentado, cosa improbable, o es que miente descaradamente. Todos recordamos, aunque nos cueste admitirlo, lo que sentimos la primera vez que vimos a esa persona, el lugar, la hora exacta, lo que más o menos llevaba puesto, el color de su cabello, el tono de sus ojos o la modulación de su voz. Como y con que intención se dirigió por primera vez a ti. Más tarde se nos vienen imágenes, rodadas a cámara lenta. Éstas han estado siempre ahí, guardadas en el fondo del cajón de los recuerdos, hasta que un día, sin saber por qué deciden abandonar su lugar habitual para colarse entre nuestros pensamientos más inmediatos. Impulsos eléctricos que nos sacuden sin venir a cuento y que, depende de la situación, pueden hacernos sonreír, enfurecer o incluso inducir al llanto. Una mirada, un encuentro fortuito, una conversación intrascendental, un intento por sentir más cerca su presencia, una puñalada en el estómago cuando descubres que nunca será para ti. Es tal el cambio que ese primer amor produce en ti que no puedes evitar pensar en otra cosa. Tu mundo cambia, hasta el punto de que las cosas que antes no te importaban, ahora son tu máxima prioridad. Este se vuelve más insignificante en ocasiones, intrascendental, pues, sólo tienes pensamientos para ese ser amado. Sientes escalofríos, descargas eléctricas, sacudidas violentas cada vez que alguien pronuncia su su nombre. Y un placentero dolor de barriga te acompaña allá donde vas, porque su rostro y su voz están en tu cabeza constantemente. Y por supuesto, todo hay que decirlo, las frías duchas de verano o los momentos de intimidad en soledad nunca volverán a ser iguales. Deseas abalanzarte a sus labios, pero no puedes, la arrolladora fuerza de ese primer amor te inunda de una natural timidez, por lo que no puedes evitar esconderte y balbucear algo con lógica. Algunos de estos primeros amores han terminado con final feliz, incluso formando familias numerosas, pero en otras ocasiones, ese primer amor nunca es correspondido, por lo que esa sensación agridulce acompañará cada uno de nuestros pasos hasta el final. Y aunque éste quede poco a poco difuminado con el paso del tiempo, inevitablemente ese poderoso recuerdo resurgirá y volverá con fuerza. En Agua salada todos podemos sentirnos identificados con su protagonista, con Michael, pues todos hemos sentido en nuestro interior el abrumador poder del primer amor, un amor que, al contrario de lo que muchos dicen, es difícil matarlo, ahogarlo, extinguirlo. Agua salada: una historia de iniciación, calor, secretos, atardeceres, mentiras, paseos por la playa, sentimientos a flor de piel...Una novela que, sin cursilería, es capaz de hablar del amor más puro e irracional.
Frases o párrafos favoritos:
"Padre y yo nos quedamos un rato tirados en la arena, exhaustos. Los perros nos olisqueaban para ver si seguíamos vivos. Madre me cogió de la mano. Estaba furiosa con padre. Las inquilinas, que acababan de instalarse en la casa de invitados, nos hicieron compañía. La señora Mertz tenía la edad de mamá. Su hija, Zina, hasta vista del revés era guapa. Tenía el pelo y los ojos marrones, la piel un poco menos tostada y los labios púrpura. Parecían esculpidos. No paraba de acariciar y abrazar a su perro, como si el peligro lo hubiese corrido el animal y no nosotros. Luego me rozó la mejilla, por pura curiosidad, me pareció. Me enamoré de Zina del revés.
Película/Canción: a la espera de que ambas cosas sucedan, aunque Agua salada se prestaría mejor para lo primero que para lo segundo, os adjunto la pieza que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Simplemente evocadora.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae