BASADA EN HECHOS REALES
Título: Basada en hechos reales.
Autor: Delphine de Vigan (Boulonge-Billancourt, Francia 1966) es una galardonada escritora francesa. De Vigan escribió sus primeras cuatro novelas por las noches, mientras de día trabajaba en una empresa de opinión pública en Alfortville. Su primer libro publicado, Días sin hambre, que fue publicado bajo pseudónimo narra su experiencia con la anorexia. Su primer gran éxito le llegó gracias a No y yo, merecedora del Premio Rotary International en 2009 así como el prestigioso Prix des libraires. La novela fue traducida a más de 20 idiomas y en el 2010 se estrenó la adaptación cinematográfica dirigida por Zabou Breitman. En el 2011 su novela Nada se opone a la noche, en donde se narra la historia de su familia haciendo frente al desorden bipolar que padece su madre, la consagró definitivamente siendo merecedora de los Prix du roman Fnac o el Prix Roman France Télévisións. Su última novela, Basada en hechos reales, se ha convertido en un éxito de crítica y público, logrando, entre otros, el Premio Goncourt de los Estudiantes.
Editorial: Anagrama.
Idioma: francés.
Traductor: Javier Albiñana.
Sinopsis: Delphine es una autora que ha pasado del éxito apabullante que la puso bajo todos los focos al vértigo íntimo de una página en blanco. Y es entonces cuando se cruza en su camino L., una mujer sofisticada y seductora, que trabaja como negra literaria redactando memorias de famosos. Comparten gustos e intiman. L. insiste a su nueva amiga que debe abandonar el proyecto novelesco sobre la telerrealidad que tiene entre manos y volver a utilizar su propia vida como material literario. Y mientras Delphine recibe unas amenazantes cartas anónimas que la acusan de haberse aprovechado de las historias de su familia para triunfar como escritora, L., con sus crecientes intromisiones, se va adueñando de su vida hasta bordear la vampirización.
Su lectura me ha parecido: seductora, oscura, íntima, trepidante, agobiante en ocasiones, perturbadora, arriesgada, original, valiente....La página en blanco. Ese y no otro es el gran temor de todo escritor/a que se precie. El momento que ninguno quiere experimentar pero que, irremediablemente, sufrimos más de lo que muchos piensan. El trabajo del escritor es gratificante, apasionante, cuya recompensa, si la suerte acompaña, puede ser de abrumadoras proporciones. Pero en el momento en el que se sienta, frente al papel o la pantalla del ordenador, y no se le ocurre nada, ni un inicio, ni un diálogo, ni un título, ni un tema, ni una frase que suponga el arranque del escrito; entonces, la desgracia parece caer sobre sus hombros. Todo se vuelve negro, feo, apocalíptico en el peor de los casos. Es entonces cuando la obsesión se apodera de la mente del escritor, como un peligroso virus, afectando a cada parte de su cuerpo, dejándole poco a poco sin defensas al mismo tiempo que obliga a éste a buscar una idea donde no la hay, incluso debajo de las piedras, donde en realidad no hay más que nada, absolutamente nada. A medida que pasan los meses la obsesión muta en paranoia, que a su vez se transforma en algo parecido a una corrosiva enfermedad que impide la concentración e ignora a la cordura. Sin llegar a ese extremo, pues de ser así estaríamos ante un relato de Poe, Lovecraft o ante el principio de un psicópata, es lo que le sucede a la protagonista de el libro que hoy tengo el placer de reseñar. Un thriller psicológico que no deja indiferente a nadie y que renueva dos de los subgéneros más explotados. Basada en hechos reales: ¿realidad o ficción? ¿Una relación tóxica o el acoso por parte de una criatura sobrenatural?
La historia de como este libro llegó a mis manos es bien sencilla. Sin embargo, hay que comenzar por el verdadero principio, que en este caso fue la combinación de dos acontecimientos relacionados con esta novela. El primero de ellos, como de costumbre, tiene que ver con la primera vez que tuve noticias de Basada en hechos reales. No fue a través de prensa o tras leer alguna reseña en blogs que sigo desde hace mucho tiempo, fue más bien durante una de mis habituales visitas a una de las librerías más importantes de mi ciudad. Ahí estaba, en primera fila, para que todo el que pasase por delante de ese estante lo viese con facilidad. Al principio no fue un amor a primera vista, pues su portada me pareció de lo más extraña. Pero en cuanto me adentré de lleno en su sinopsis, ésta me atrapó por completo. Me sedujo de alguna manera. Hacía tiempo que como lectora no experimentaba una sensación de este tipo, y como no, tendí a ser durante unos meses ligeramente escéptica con el libro a pesar de que el resumen de la contraportada me había parecido de lo más interesante. Es entonces cuando, por casualidades de la vida, un programa de televisión te acaba de convencer para que le des una oportunidad a ese libro que tanto deseas leer pero que por alguna extraña razón te resistes a ello. De este modo, una entrega de mi adorado Página Dos, en la que incluía una entrevista a su autora, Delphine de Vigan, se convirtió en el segundo acontecimiento que acabó por ahondar en esa curiosidad ya despertada con anterioridad. Durante los meses siguientes no pude evitar, sobre todo tras ver el programa, adorarlo en la distancia. Esperando paciente a que llegase el día de poder tenerlo entre mis manos y sumergirme en una historia cuya premisa no tenía desperdicio. La cosa siguió así hasta las navidades del 2017, cuando mis padres, en un atisbo de genialidad, me regalaron Basada en hechos reales, junto con otra excepcional novela, Tea Rooms. Mujeres obreras de Luisa Carnés. No puedo rememorar exactamente lo que sentí al romper el papel de regalo y verlo ante mi, aunque supongo que la alegría se apoderaría de todas las facciones de mi cara. En cuanto me fue posible me puse en serio con su trepidante y oscura lectura. Unos meses más tarde, durante una sesión del club de lectura al que asisto desde hace un tiempo, comentamos lo que nos había parecido la lectura de Basada en hechos reales. ¿El resultado? Que un buen libro, si lo es de verdad, puede tener muchas caras.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos por retomar dos de los adjetivos que he mencionado en el anterior párrafo: trepidante y oscura. El primero de ellos define a la perfección la sensación que el lector tiene a medida que va avanzando en la lectura de Basada en hechos reales. Sin dejar un cabo suelto y con un lenguaje que oscila entre lo elegante y lo sencillo, ausente de barroquismos, De Vigan se mueve como pez en el agua, llevando al lector por un camino tan tortuoso como atrayente, le hace pasar por todas esas sensaciones que en ocasiones parecen traspasar el papel, hasta llegar a un final tan esperado como imprevisible al mismo tiempo. En definitiva, una narración que con muy pocos recursos consigue enganchar desde la primera página. El segundo de ellos, la oscuridad, se palpa en cada párrafo, en cada línea en cada capítulo de este libro. A nadie que haya leído Basada en hechos reales se le escapa que De Vigan ha tirado de muchos referentes para darle más personalidad al libro. Uno de ellos, el más importante, el mito del vampiro, el cual irrumpe de una forma poco convencional en la novela. Dejando un poco de lado este aspecto, pues si ahondara en él me quedaría sin reflexión para el cuarto y último párrafo, lo cierto es que en Basada en hechos reales no hay prácticamente luz y que la trama se mueve en unos graves profundos muy constantes pero con diferentes modulaciones, que afectan en mayor o menor medida la fibra sensible del lector. Pero, ¿qué une a lo trepidante con lo oscuro? El morbo. Así de simple. El morbo que nace en el interior de cada lector gracias a una primera persona muy bien construida y a las sospechas de que la propia De Vigan ha utilizado su propia biografía no sólo para escribir la novela, también para incluirse como protagonista de la misma. Esto, junto con lo mencionado anteriormente, despiertan ese morbo que todos llevamos dentro y que pone en marcha la maquinaria del libro y del simple acto de leerlo. Una conjunción de factores sobresalientes al que, para acabar de redondear una trama ya de por si llamativa, se le une la grandiosidad del escalofriante personaje de L., el antagonista de esta historia, cuya introspección es absolutamente brillante. De hecho, si me tuviera que quedar con uno de los dos personajes de Basada en hechos reales, sin duda me decantaría por L., aunque corra el riesgo de quedar atrapada en sus redes. Mención a parte, además del género vampírico, merece esa revisión que D Vigan hace de la Autoficción. En los tiempos que corren ya no resulta extraño toparse con secciones en librerías dedicadas a este género tan antiguo como actual. Sin embargo, la autora consigue ir un paso más allá al encontrar un equilibrio entre lo novelesco y lo verídico bastante original y jugando con los extremos. Si en lo novelesco nos topamos con una tradición que roza lo fantástico y el género de terror, en lo biográfico nos damos de bruces con datos biográficos completamente ciertos. Si algo demuestra Basada en hechos reales es que los extremos pueden tocarse, y en literatura no iba a ser menos, obteniendo la receta del éxito, ya no editorial, también el de la crítica más exigente y especializada. Para finalizar este tercer párrafo, no puedo olvidarme del final de este libro, al cual podríamos dedicar perfectamente un capítulo entero para analizarlo en profundidad, pues la verdad es que lo merece. Sin embargo, como no soy muy dada a hacer spoilers, sólo os diré que el de Basada en hechos reales en un final en el que tienen cabida muchos adjetivos que se enfrentan entre si. Clásico y moderno, previsible y sorprendente al mismo tiempo o completo e incompleto a la vez. En ese sentido es mejor que vosotros, lectoras y lectores empedernidos, cuando lo leáis os construyáis vuestra propia opinión. En lo que respecta a una servidora, todavía le sigo dando vueltas al asunto.
Si buscamos en el diccionario de la Real Academia de la lengua Española (RAE) la definición de la palabra "tóxico" veremos como nos aparecen dos acepciones. La primera de ellas, cito textualmente, tiene que ver con el hecho de que "contiene veneno o produce envenenamiento". Y la segunda de ellas, en relación con la primera, define tóxico como "perteneciente o relativo a la sustancia". Ambas acepciones recogidas y redactadas son del todo ciertas, pero, ¿no creéis que falta algo? También llamamos tóxica, en femenino, a las relaciones o a las personas ¿y es que quién no ha conocido o ha tenido en su círculo más cercano a una persona a la que se le puede definir en esos términos? Es muy difícil detectarlas, tan difícil como los propios mecanismos intrincados de lo que conocemos universalmente como amistad, por lo que es bastante fácil que estos sujetos se cuelen en nuestra vida de la forma más simple posible. Una vez dentro, tratan de adueñarse poco a poco de la conversación para convertirse en el centro de atención. No lo hacen descaradamente, no son tan ingenuos como para que los cacen durante la primera impresión, si no que van poco a poco, a medida que se suceden los días, los meses incluso, esperando pacientemente a que llegue su momento, el momento de posicionarse justo en medio del grupo. ¿Su motivación? Que alguno de los presentes acabe rendido ante sus dotes y su interesante discurso. Una persuasión que acaba conduciendo irremediablemente a la dependencia, en ocasiones absoluta, de la presa respecto a su captor. Personas tóxicas hay de muchas clases, más confiados, menos inocentes, más retorcidos, más simples, más o menos violentos incluso. Y si podemos contar un número indeterminado de personas que se definen tóxicas, también podemos recopilar una serie de situaciones cuya toxicidad se respira, se sufre, se siente. Un ejemplo muy común, por desgracia, son las relaciones de pareja en las que existe violencia de género, siendo el maltratador el virus que infecta, el que aísla y el que acaba por destruir a la mujer tanto físicamente como psicológicamente. Pero también, en Basada en hechos reales podemos encontrar un segundo tipo de persona tóxica, la de ese supuesto amigo/a del alma que manipula, que se hace dueño y señor de todas las conversaciones, que se cree con el derecho de ordenarte lo que tienes que hacer con tu vida, que no tiene escrúpulos a la hora de captar tu atención, que hace lo posible para alejarte del resto de tus amistades y familia incluso, que te chupa la sangre hasta dejarte sin personalidad y vida propia...Si Bram Stocker leyese Basada en hechos reales, probablemente la aplaudiría y cogería ideas para la continuación de Drácula. Y si Sheridan Le Fanu estuviese vivo hubiese hecho lo mismo, incluso podría haberle dado una vuelta de tuerca. Pero más allá de lo que podamos imaginar, esta novela no sólo pone en duda los límites entre lo verdadero y falso o entre lo real y lo fantástico, también hurga en la herida, en nuestra debilidad como seres humanos, que en ocasiones, sin quererlo, nos dejamos arrastrar por personas de carne y hueso cuyo interior recuerda a la mejor versión de Carmilla de Joseph Sheridan Le Fanu. Todos nos creemos fuertes ante la adversidad, pero en cuanto dejamos de serlo, corremos el mayor de los peligros, el de perder nuestra personalidad y nuestra independencia. Basada en hechos reales: una historia de creación literaria, secretos, manipulación, terror, aislamiento, chantaje...La cura perfecta para el síndrome de la página en blanco.
Frases o párrafos favoritos:
"- Verás, la ficción, la autoficción, la autobiografía, no representan para mí una idea fija, una reivindicación, ni siquiera una intención. Son un resultado. En realidad creo que no percibo las fronteras de manera muy clara. Mis libros de ficción son tan personales, tan íntimos como los otros. A veces es necesario disfrazar para explorar un tema. Lo importante es la autenticidad del texto, quiero decir su necesidad, su ausencia de cálculo."
Película/Canción: el 25 de mayo se estrena en los cines españoles la primera adaptación de la novela de la mano de Roman Polanski, con las interpretaciones de Emmanuelle Seigner y Eva Green y con el aval de la crítica.
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