Becky aterriza en Manhattan junto a su novio y descubre un mundo lleno de tiendas maravillosas, grandes almacenes de superlujo y ventas de muestrario, esos fantásticos lugares en los que ofrecen ropa de diseño a mitad de precio.
¿Cómo resistir a semejante tentación? Desde luego, una opción sería recordar al temible señor Gavin, el nuevo director de su banco, que carece de la sensibilidad necesaria para comprender las necesidades de Becky; y la otra, pensar en las maliciosas portadas de los periódicos ingleses, que aparentemente se han confabulado para exponer al mundo el eterno problema de liquidez de una inocente chica londinense
OPINIÓN PERSONAL
Estreno el nuevo lavado de cara del blog con el primer libro leído del año. Os traigo la reseña de «Becky en Manhattan», la segunda parte de la serie “Shopaholic”, que ha triunfado bastante más en la otra parte del charco que aquí.
Lo cierto es que encontré este libro hace pocos días en una tienda de segunda mano (por cierto, si sois de Valencia, la librería se llama ReRead y es muy recomendable) y aunque hace años que leí el primero aún me acordaba de todas las idas de ollas de la protagonista, así que lo compré sin dudarlo. Tenerlo me ha recordado todas las veces que releí este libro de pequeña, por el simple hecho de que me entretenía y no tenía nada más para leer, así que intentaré terminar la serie.
Vamos al lío que de este libro me apetece hablar bastante. Empiezo contándoos, como siempre, de qué trata. Becky, que en el anterior libro ya había pasado un mal trago por temas financieros no está pasando por su mejor momento. Aunque su trabajo en Los Desayunos de Televisión como aconsejadora en temas financieros (atentos, que el asunto tiene gracia) no está mal, el asunto que tema con la ropa es mucho más grande. Ella compra, compra y compra sin parar, lo cuál le lleva más de un problema. Poco después Luke, su guapísimo y perfecto novio multimillonario le anuncia que van a abrir otra sucursal de su negocio, Brandon Communications, en Nueva York, y que quiere que se vaya a vivir con ella a la gran manzana.
Sin su antiguo director de banco, Derek Smeath, que antes le permitía más de una, Becky se encuentra paseando por La Quinta Avenida con un montón de tiendas por descubrir, y aunque no tenga dinero, qué más da, si le van a ofrecer más de un contrato para trabajar en la gran ciudad, ¿no?
«ꟷ Cuéntame. Ya sé que seguramente todo te parecerá extraño e intimidatorio. Es posible habituarse en un solo día. Pero, como primera impresión, ¿crees que puedes acostumbrarte a vivir en Nueva York? ¿Te ves viviendo aquí?
Tecleo la última lectra haciendo una floritura, pulso "enviar" y lo miro con cara pensativa.
ꟷ ¿Sabes? Creo que podré.»
Creo que lo que más me gusta de este libro son las cartas que aparecen, cada cuál más tontas, que generalmente son de un representante del Endwich Bank contestándole a una excusa o a una tontería. Es más, me acuerdo que en el primero, cuando intenta ahorrar y se hace listas diarias de lo que compra, fue lo que más me llamó la atención; y en parte por eso lo pedí de regalo de Navidad. En fin, pasamos a otra cosa que se me va.
Becky es irresponsable, cabezota e incorregible. Y está loca. El caso es que no puedo con esta chica. Es un tira y afloja constante, porque de verdad, me pone mala. Yo, que me considero una persona que no gasta mucho, se me revuelve la tripa al ver las cantidades que puede llegar a gastarse al día, ¡y sin darse cuenta! Porque de eso va el libro: gastar, gastar y gastar. Y es que la protagonista tiene un problema, y no vamos a negarlo; incluso se crea pros para comprar cosas que no tienen ningún tipo de sentido. Aunque hay que reconocer que de vez en cuando se le va tanto la olla que es hasta gracioso, y lo que si alabo de Sophie Kinsella es que se ha metido totalmente en la mente de una compradora compulsiva, no es alguien que sienta atracción por las cosas y quiera comprarlas. Para Becky es una necesidad, y de las malas. Otra cosa que no me gusta de ella es la necesidad que tiene de quedar bien en todo momento, no quiere ni defraudar a nadie ni que la subestimen, aunque haya que mentir, y eso, de vez en cuando, le lleva a cada situación… Como una escena con un museo de nombre impronunciable, que si habéis leído el libro sabréis de qué hablo.
«Estimada Sra. Bloomwood: Me alegro que mi cara del 18 del corriente le haya resultado de gran ayuda. Sin embargo, le estaría muy agradecido si dejara de referirse a mí como "el encantador Smeathie" o "el mejor director de banco del mundo" en su programa Los desayunos de Televisión.»
Luke apenas aparece en la historia, el romance aparece de segundo plano, porque en este libro no avanza en ningún sentido su relación de pareja. Están poco tiempo juntos, y lo que están, no parece que sean una pareja de verdad: apenas se ven durante el día; cuando se enfadan, uno le tira la culpa al otro; y no pasan casi nada de tiempo juntos por el negocio de Luke… y eso que viven juntos. En ese sentido me ha dado la sensación que terminaba justo como el primero. Suze es la compañera de piso de Bex y un personaje que me gusta bastante. Son muy amigas y ha estado ayudándole (o eso cree ella) con el tema de las compras, para que no se le fuera de las manos. También en la novela se desarrolla una relación amorosa un poco extraña que no se llega a explicar ni a desarrollar, así que espero que en el tercero se vea más hacia donde va.
El libro apenas me duró dos días, es un chick-lit muy sencillo que se lee muy rápido gracias a la amena manera de narrar de la autora. Hay muchos diálogos, y cuando no, son deambulaciones dentro de la cabeza de Becky sobre si la van a contratar para el Daily Worldo para un programa de moda que ven millones de personas.
Resumiendo, Becky en Manhattan es una segunda parte muy a par con la primera y que se lee justo igual de rápido. Perfecto para desconectar siempre que no lleves la cuenta del dineral que va dejando Becky por las calles londinenses y te diviertas con sus idas de olla de vez en cuando.
3/5
Laura.