BONAVIA
Título: Bonavia.
Autor: Dragan Velikic (Belgrado 1953) es uno de los escritores serbios con más proyección del panorama actual. Cuando tenía solo cinco años, su padre, oficial de la Marina, fue destinado a Pula, ciudad en la que se quedaría hasta que llegó el momento de emprender estudios universitarios. Licenciado en Literatura Comparada y Teoría Literaria por la Universidad de Belgrado, en 1994 comenzó a trabajar como editor de Radio B92. En 1999 abandonó su empleo para comenzar a redactar sus propias columnas para diversas publicaciones de tirada nacional, como Vreme o Danas. En el año 2009 fue nombrado embajador de la República Serbia y Montenegro en Austria. En 2007 obtuvo el galardón más prestigioso de su país, el premio NIN a la mejor novela del año, con La ventana rusa, y años más tarde, en 2015, volvería a ser reconocido con el mismo galardón por El forense, que además se convertiría en el libro más solicitado en bibliotecas serbias en 2016. Miembro de la sociedad literaria de Serbia, ha publicado más de una decena de novelas, que han sido traducidas a quince idiomas. En castellano ha aparecido su novela Plaza de Dante (1997). En la actualidad vive en Belgrado.
Editorial: Impedimenta.
Idioma: serbio.
Traductor: Luisa Fernanda Garrido y Tihomir Pistelek.
Sinopsis: Dragan Velikic nos presenta las vidas entrelazadas de unos personajes que intentan restablecerse tras los estragos de la Guerra de Yugoslavia y su disolución. Miljan, un restaurador que huyó de su Belgrado natal para instalarse en Viena, abandonando a su hijo recién nacido, se ocupa ahora de su nieto Sinisa, Marija, una filóloga con pánico a la soledad, conoce, ante el consulado húngaro, a Marko, un novelista frustrado, que escribe una "guía para evitar disgustos". Kristina, cumpliendo la profecía que una adivina le lanzó la noche de su graduación, cruza "el agua grande" para comenzar de nuevo en Boston. Bonavia es la historia de un viaje y de muchos viajes. Un laberinto que nos demuestra que, aunque nos esforcemos en borrarlo, el pasado siempre vuelve.
Su historia me ha parecido: intensa, poderosa, emotiva, impactante, lacrimógena, bien escrita, fuertemente armada y rabiosamente actual...Queridos lectores, desde hace unos años, una servidora lleva observando un fenómeno bastante curioso pero no por ello necesario. Tanto en el campo de la ficción como en el de los ensayos, el aficionado a la lectura y a las buenas historias, esas que de verdad cuentan cosas, observa como proliferan numerosos libros dedicados a temas tan importantes como la memoria, la guerra y las consecuencias de la misma desde el prisma de quienes les toco vivir la peor parte. Así mismo, también se está poniendo en valor a base de reediciones, la figura de ciertos escritores que padecieron el exilio como Sandor Marai o Stefan Zweig, éste último siendo uno de los intelectuales más citados en la actualidad por la delicadeza de sus novelas y por el acertado y atemporal análisis de sus ensayos de corte histórico. Vivimos tiempos convulsos, eso lo sabemos todos, los medios de comunicación ya nos lo recuerdan a cada hora, y la literatura no es ajena a todas esas impactantes imágenes, protagonizadas por aquellos que huyen de su país para salvar la vida y la de los suyos, y que en muchos casos, perecen en el intento. La novela que hoy tengo el placer de reseñar va de eso, de vidas rotas, de huidas, del trauma que supone la guerra, de empezar de cero en un lugar desconocido. Algo que por desgracia, nos resulta demasiado familiar. Bonavia: historias entrelazadas, voces de la experiencia exigiendo ser escuchadas.
La historia de como Bonavia llegó a mis manos es bien sencilla, sin embargo, y para ser más justos, debería empezar esta reseña por el verdadero principio: el descubrimiento de otras vías de investigación histórica. Como muchos ya sabéis, el pasado curso asistí a las clases del master de especialización en Historia Contemporánea que organiza todos los años la facultad de Geografía e Historia donde cursé mis estudios universitarios. Hace tan sólo unos días, invadida por los nervios y el hartazgo, no dejaba de repetirme a mi misma que había perdido un tiempo maravilloso y que ese master no me iba a servir para nada. Pasada una semana, me puse a pensar, a meditar, necesitaba convencerme de nuevo que había merecido la pena, y si, si que lo había merecido, pues, en él, tuve la extraordinaria oportunidad de trabajar con un tipo de fuente única: los testimonios. En mi caso fue un texto escrito, de una persona que había estado encerrada en una cárcel franquista, cuyo sello estaba acuñado en algunas de sus páginas, lo que me hizo tomar conciencia de la importancia de la historia y de sus protagonistas, aunque éstos fuesen anónimos. Aquel trabajo me descubrió un campo de investigación nuevo para mi, en el que no había trabajado antes y que suscitó en mi pequeñas y grandes reflexiones que sin duda, me acompañarán el resto de mis días. Tras esa intensa experiencia, mi curiosidad intelectual se despertó, inquieta, como si de la noche a la mañana alguien hubiese liberado un torbellino de interés, expectante a novedades. Necesitaba leer más testimonios, conocer más vidas, comprender desde sus ojos cómo ellos veían el mundo que les tocó vivir. Desde entonces son muchos los libros de estas características, ya sean desde la ficción o desde un testimonio verídico, los que han pasado por mis manos, y entre ellos, Bonavia acabó por quedarse para siempre en mi particular biblioteca y en un lugar privilegiado de mi memoria. Hasta ese momento, no tenía mucha idea de las Guerras Yugoslavas, había leído mucho sobre la I Guerra Mundial, la II Guerra Mundial, la Guerra Civil Española y la Guerra de Vietnam, pero de la también conocida como Guerra de los Balcanes poco sabía. Si que había visto alguna película al respecto, pero me faltaba ese acercamiento literario al conflicto, y Bonavia parecía cumplir esa doble función, la de satisfacer mi interés por conocer el contexto y la de empaparme de nuevo de una lectura donde el testimonio, aunque fuese ficticio, iba a jugar un papel fundamental. Pasado un tiempo y gracias a Impedimenta, logré hacerme con un ejemplar que devoré a pasos agigantados, obteniendo como resultado pertinentes reflexiones que hoy, más que nunca, conviene plantear.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que Bonavia presenta una lectura sencilla y ligera, pero que merece por el contrario leerse con calma. No nos encontramos ante el típico best seller que te acabas en pocos días, Bonavia exige, por su tema e intensidad, una lectura más pausada, deteniéndose en los detalles y en la personalidad de cada uno de los personajes. Es más, para que la experiencia sea todavía más enriquecedora, os aconsejaría que a lo largo de la lectura no dudéis en consultar cuestiones referentes a la Guerra de los Balcanes. Si se conoce previamente a grandes rasgos en que consistió el conflicto, la lectura de Bonavia será mucho más completa. Seguidamente, en lo que respecta a la estructura del libro, hay que decir que Bonavia se presenta al lector como una novela coral, perfectamente estructurada y en donde cada personaje cuenta su historia sin miramientos, sin filtro alguno, dejando de este modo al descubierto las distintas caras de la guerra y del exilio. En este sentido, Bonavia podría definirse como una mezcla de influencias procedentes de diferentes tradiciones literarias. En primer lugar, encuentro cierto parecido con La colmena de Camilo José Cela, en el sentido de que Velikic retrata las vidas de los personajes, aparentemente diferentes entre ellos, pero que los une el contexto y la experiencia de la guerra. Si en La colmena ese nexo de unión son la terrible postguerra tras la Guerra Civil Española, en Bonavia lo que une a cada uno de los personajes es el recuerdo del conflicto, los traumas y como desde la distancia han sabido convivir con ello. La diferencia, que en la novela del nobel español la acción transcurre en una geografía determinada y en la de Dagan Velikic traspasa fronteras geográficas. En segundo lugar, existe cierta similitud con los libros de la Premio Nobel de Literatura Svetlana Alekievich, en los que los testimonios y la experiencia vivida son la base de su literatura. En el caso de Bonavia, esto sucede, no desde la primera persona, pero si de forma más narrativa, más literaria, dejando que las propias circunstancias propicien que los personajes hablen, como si se desprendiesen poco a poco de esas capas que los protegen ante la adversidad y la cotidianeidad lejos de su casa. En tercer lugar, Bonavia se impregna de la influencia de autores tan importantes como los ya mencionados Sandor Marai y Stefan Zweig, cuyas vidas fueron enormemente condicionadas por el exilio. Al mostrar un estilo tan similar al de estos dos ilustres autores, no podemos evitar pensar que existe una clara intención detrás de esta novela, la de recuperar esa tradición literaria y actualizarla para los lectores del siglo XXI. El contexto actual lo exige, necesita novelas de este estilo, así que no es tan descabellado pensar lo contrario. En lo que respecta a los personajes, he de felicitar a Velikic, pues ha sabido retratar esa sociedad post-yugoslava desde una serie de voces que representan a la perfección cada sector de edad. Aunque si tuviese que quedarme con alguno, me quedo con los de Miljan y Kristina, pues sus historias me parecen de las más duras y reflejan bastante bien la perspectiva que ofrece la diferencia de edad, no es lo mismo la mirada hacia el pasado de un hombre mayor que la de una joven con toda la vida por delante. Por último y ya para acabar, me gustaría remarcar la importancia de la intensidad en Bonavia. Ésta es tal que es imposible no empatizar con los personajes y llegar incluso a derramar una lágrima de impotencia, pero también de resignación ante un mundo que desde los años 90, en ciertas cuestiones, no ha cambiado demasiado.
En lo que respecta a la reflexión final, y como cabía de esperar, ésta, queridos lectores y lectoras, es más necesaria que nunca. Mientras buscaba información para la redacción de esta reseña, me he topado con infinidad de instantáneas escalofriantes. Campos de tumbas, edificios en llamas y cuerpos sin vida sobre el asfalto de las grandes ciudades. Sin embargo, hubieron ciertas fotografías que lograron que se me encogiera el estómago. En ellas, miles de personas caminaban, portando como único equipaje las pocas pertenencias que habían logrado salvar y un poso de experiencia traumática difícil de olvidar. Fue entonces cuando, tras observar dichas imágenes, recordé aquellas fotografías en blanco y negro de quienes escapaban de la represión de los sublevados durante la Guerra Civil Española. Todos hemos visto alguna vez, a través de documentales o reportajes en televisión, como familias enteras cruzaban los Pirineos con lo puesto, soportando el frío y la nieve del invierno, algunos con los pies descalzos y portando en brazos a los más pequeños. Testimonios visuales de una guerra que directamente nos recuerdan a lo que está sucediendo en la actualidad. Si comparamos las imágenes de los refugiados de la Guerra Civil o de la Guerra de los Balcanes con las de los actuales refugiados sirios, observaremos que no existe a penas diferencia alguna. Europa, mal que nos pese, ha vivido periodos de gran convulsión que han desembocado en su mayoría en devastadoras guerras, cuyas principales víctimas son siempre quienes no tienen la culpa. También, Europa ha sabido dialogar, consensuar, debatir, en definitiva, estar unida ante cualquier adversidad y problema que ha surgido a lo largo de estos últimos años. Sin embargo, ante la conocida ya como la crisis de los refugiados, procedentes en su mayoría desde la devastada Siria, no ha sabido encontrar una solución, ni atajar el problema, ni evitar el sufrimiento de miles de refugiados que sólo pretenden escapar del horror y de la guerra. Hace unos días, todos conocíamos la noticia, el Premio Princesa de Asturias de la Concordia 2017 recaía en la Unión Europea. Durante la lectura, el jurado del galardón destacó su modelo de "integración política" así como de ser la embajadora de la libertad, los derechos humanos y la solidaridad. En fin, visto lo visto y tras haber leído Bonavia, considero una autentico atropello conceder este premio a la Unión Europea, además de un insulto a todas esas personas que han sufrido la insolidaridad de Europa estos últimos años, una Europa que dice ser abierta pero que no duda en establecer barreras y poner trabas a quienes quieren vivir en su territorio. De integración política si que puede dar cierto ejemplo, aunque en los últimos tiempos las tensiones son más evidentes que nunca, pero debe aprender urgentemente a desarrollar su faceta como integradora social. Lecturas como Bonavia nos hacen que seamos más conscientes de lo que sucede a nuestro alrededor y de como las injusticias siguen produciéndose, machacando los derechos y las libertades por un lado y premiando a los auténticos culpables de todo ese sufrimiento por otro. En vez de acoger, dificultamos o directamente cerramos la puerta, y eso, queridos lectores y lectoras, como sociedad no podemos consentirlo. Bonavia: una historia de viajes forzosos, exilio, recuerdos terribles, supervivencia, redención, añoranza...Una novela de raíces arrancadas de cuajo y de la posibilidad de volver a ver la luz al final del túnel.
Frases o párrafos favoritos:
"La escena de esa última noche en Europa le suele acudir a la mente cuando después de un día duro se acuesta en la cama de su guarida bostoniana y la mano se le va sola al muslo. Empieza a elegir a un acompañante para pasar la noche. Se le acercan en la oscuridad. Está indecisa. Emergen de las brujas del tiempo ¡Hay que ver lo que archiva su memoria! Los archiva sus pensamientos, pero los ve por primera vez."
Película/Canción: al ser un libro muy reciente, obviamente no cuenta con adaptaciones televisivas o cinematográficas. Sin embargo, y como va siendo costumbre en Jimena de la Almena, os adjunto la impresionante pieza que me ha acompañado durante la redacción de esta reseña. Totalmente adecuada.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Impedimenta