“Charlie y el gran ascensor de cristal” es la continuación del libro del escritor británico Roald Dahl “Charlie y la fábrica de chocolate” y se publicó por primera vez en 1973.Esta segunda parte comienza justo donde había quedado la primera y haciéndonos un brevísimo recordatorio de lo que había sucedido en ese primer libro.He leído que el autor pensaba publicarlo en uno sólo, pero fue idea del editor dividirlo en dos.El escritor continúa presentándonos un sinfín de aventuras, algunas de lo más disparatadas pero que harán las delicias de los jóvenes.
Me gustó pero no tanto como "Charlie y la fábrica de chocolate" no porque disminuya la calidad ya que Roald nos sumerge en otras aventuras bien locas, sino porque esperaba que continuáramos en la fábrica, pero nos ha hecho dar un rodeo para volver allí.Igual que en la primera parte en este segundo libro el escritor también desea que los lectores avispados vean en esta historia una crítica hacia algunas de las obsesiones del ser humano, ridiculizando e ironizando las situaciones. Así en ese ascensor irán al espacio, plasmando el deseo del hombre de conquistar otros mundos lejanos y de lo que en ellos se puede encontrar. Y de vuelta a la fábrica sacará a relucir la preocupación por envejecer y esa búsqueda de la eterna juventud que quién más o quién menos siempre ha soñado con utilizar, y ha sido argumento de más de un libro.Por lo que tenemos dos partes bastante diferenciadas en la novela. Por un lado, los once primeros capítulos nos sitúan a Charlie y su familia y al original señor Wonka en una trepidante aventura espacial llena de descubrimientos, sustos, y huidas in extremis, viajando en un ascensor. Debido a un fallo técnico han entrado en órbita y su viaje dará más de un susto a las autoridades mundiales. Y por otro lado, los nueve capítulos finales transcurren dentro de la fábrica del señor Wonka, ya de vuelta de ese asombroso viaje, donde descubriremos un nuevo producto que están mejorando.Pese a la ligereza y el humor del libro, notamos una fina capa de ironía, y siempre está presente ese deseo de que reflexionemos sobre ciertos aspectos de nuestro comportamiento como seres humanos, y de las decisiones que solemos tomar muchas veces sin pensar demasiado.Nos encontraremos situaciones disparatadas, llenas de humor, inventos increíbles, diálogos divertidos y llenos de ironía e ingenio, y una visión exagerada de la importancia que los adultos le dan a ciertas cosas que para nada son trascendentales y dejan de lado otras que si lo son.
“Charlie y el gran ascensor de cristal” es una continuación a la altura de la primera en cuánto calidad pero que he disfrutado un poco menos. Recomendada para todo aquel que desee explorar su lado más soñador y acercarse al mundo de Roald Dahl.
“—Pero en el tejado ya hay un agujero —dijo Charlie—. Lo hicimos al salir.—Entonces haremos otro —dijo el señor Wonka—. Dos agujeros son mejor que uno. Cualquiera puede decírtelo.”
“Nunca llegarán a ninguna parte si empiezan a ponerle peros a todo”
“De acuerdo –dije-, estudiaremosel don de la política.Te enseñaré a tergiversary a no encajar las críticas. A hacer un discurso por día en la televisión, sin que la gente sepa nunca cuál es tu intención.”
Me gustó pero no tanto como "Charlie y la fábrica de chocolate" no porque disminuya la calidad ya que Roald nos sumerge en otras aventuras bien locas, sino porque esperaba que continuáramos en la fábrica, pero nos ha hecho dar un rodeo para volver allí.Igual que en la primera parte en este segundo libro el escritor también desea que los lectores avispados vean en esta historia una crítica hacia algunas de las obsesiones del ser humano, ridiculizando e ironizando las situaciones. Así en ese ascensor irán al espacio, plasmando el deseo del hombre de conquistar otros mundos lejanos y de lo que en ellos se puede encontrar. Y de vuelta a la fábrica sacará a relucir la preocupación por envejecer y esa búsqueda de la eterna juventud que quién más o quién menos siempre ha soñado con utilizar, y ha sido argumento de más de un libro.Por lo que tenemos dos partes bastante diferenciadas en la novela. Por un lado, los once primeros capítulos nos sitúan a Charlie y su familia y al original señor Wonka en una trepidante aventura espacial llena de descubrimientos, sustos, y huidas in extremis, viajando en un ascensor. Debido a un fallo técnico han entrado en órbita y su viaje dará más de un susto a las autoridades mundiales. Y por otro lado, los nueve capítulos finales transcurren dentro de la fábrica del señor Wonka, ya de vuelta de ese asombroso viaje, donde descubriremos un nuevo producto que están mejorando.Pese a la ligereza y el humor del libro, notamos una fina capa de ironía, y siempre está presente ese deseo de que reflexionemos sobre ciertos aspectos de nuestro comportamiento como seres humanos, y de las decisiones que solemos tomar muchas veces sin pensar demasiado.Nos encontraremos situaciones disparatadas, llenas de humor, inventos increíbles, diálogos divertidos y llenos de ironía e ingenio, y una visión exagerada de la importancia que los adultos le dan a ciertas cosas que para nada son trascendentales y dejan de lado otras que si lo son.
“Charlie y el gran ascensor de cristal” es una continuación a la altura de la primera en cuánto calidad pero que he disfrutado un poco menos. Recomendada para todo aquel que desee explorar su lado más soñador y acercarse al mundo de Roald Dahl.
“—Pero en el tejado ya hay un agujero —dijo Charlie—. Lo hicimos al salir.—Entonces haremos otro —dijo el señor Wonka—. Dos agujeros son mejor que uno. Cualquiera puede decírtelo.”
“Nunca llegarán a ninguna parte si empiezan a ponerle peros a todo”
“De acuerdo –dije-, estudiaremosel don de la política.Te enseñaré a tergiversary a no encajar las críticas. A hacer un discurso por día en la televisión, sin que la gente sepa nunca cuál es tu intención.”