CHICA DE CAMPOMEMORIAS
Título: Chica de campo. Memorias.
Autora: Edna O´Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) es una de las voces más prestigiosas de la narrativa en lengua inglesa de nuestro tiempo, aclamada tanto por la crítica como por los más prestigiosos autores contemporáneos. O´Brien siempre sintió la necesidad de escribir; sin embargo en 1950 terminó sus estudios de Farmacia, que había comenzado obligada por su familia. Su carrera literaria arrancó con Las chicas de campo (1960), que le proporcionó fama mundial tanto por su calidad literaria como por reivindicar la independencia de las mujeres en un ambiente hostil. La chica de ojos verdes y Chicas felizmente casadas que pueden leerse sin conocer el libro anterior, amplían las aventuras de las dos protagonistas de quella primera novela. Considerada la grande dame de las letras irlandesas, desde la publicación de esa primera obra, Edna O´Brien ha creado un corpus literario único, con novelas como Un lugar pagano y Las sillitas rojas. (Fuente: Editorial).
Editorial: Errata Naturae.
Idioma: inglés.
Traductora: Regina López Muñoz.
Sinopsis: toda la lucidez y la audacia de Edna O´Brien están presentes en sus deslumbrantes memorias. Esta "chica de campo" - nacida en 1930 en las profundidades de la Irlanda rural - dibuja ante nosotros el retrato de una mujer libre, de una creadora ferozmente apegada a su independencia. La primera novela de Edna O´Brien, Las chicas de campo, se publicó en 1960 y escandalizó tanto a la gente de su pueblo que el libro fue quemado en público en la plaza mayor. Hay en estas páginas mucho de acción y de reflexión, y una personalidad singularísima: conventos de monjas, fugas, divorcios, maternidad... Incluso locas fiestas en el Londres de lo años sesenta y encuentros con gigantes de Hollywood. Y también de manera central, amor. Mucho amor: feliz en alguna ocasión y, sobre todo, no correspondido. Chica de campo nos lleva a los prados irlandeses a Jackie Onassis, de los brazos de Robert Mitchum a Hillary Clintos, de sus pasos por Nueva York nevado a sus extraños encuentros en Paría con Samuel Beckett o Margueritte Duras, pasando por un sinfín de personajes míticos. Una narración embriagadora, mucho más apasionante que cualquier novela. (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido:
Interesante, absorbente, cargada de pasión, de superación, de honestidad, de amor por el oficio, apasionante... La escritora irlandesa Edna O´Brien llegó a mi vida como un torbellino. Reconozco que me pilló desprevenida, tanto que, al desconocer tanto su figura como su producción literaria en su totalidad, la sacudida no pudo ser más fuerte. En el primero de sus libros que leí - Las sillitas rojas - O´Brien me tendió la mano con una amabilidad pasmosa. Yo me dejé llevar y cogida fuertemente de su brazo nos vimos arrastradas por la fuerza del aire. En dicho remolino conseguí distinguir a una autora de una fuerza narrativa muy singular, con una personalidad propia y capaz de provocar reflexiones tan importantes como atemporales. Una vez finalicé aquel primer viaje, y a pesar de que posteriormente me enteré de que aquella no era su mejor obra - de lo cual estoy en parte de acuerdo - quise seguir descubriéndola. En esas estaba cuando, unos años más tarde, un segundo y más potente tornado irrumpió ante mis ojos. Su nombre, esta vez, era Un lugar pagano. Recuerdo la impaciencia con la que agarré su mano. Estaba deseando conocer una versión distinta de O´Brien, esa que los más puristas de la obra de la autora irlandesa consideran como la verdadera esencia de O´Brien, esa anclada a la tierra, al pueblo, a la hostil infancia protagonizada por prados verdes y una familia no del todo comprensiva. En definitiva, a ese retrato tan embaucador como desalentador de la Irlanda de principios de siglo XX. Su asfixiante microcosmos me recordó una vez más que, algunas las autoras y autores, toman prestados de su selectiva memoria recuerdos, vivencias, emociones, sensaciones experimentadas en el pasado para después plasmarlas sobre las blancas hojas de papel o expresarlas por boca de esa o ese protagonista ficticio. Edna O´Brien llegó a mi vida como un torbellino, como un huracán capaz de poner patas arriba mi biblioteca personal para hacerse un hueco al lado, nada mas y nada menos, que de Joyce Carol Oates, sin duda otra de las grandes. Hace tiempo que no regreso a ella - en concreto desde que leí la presente autobiografía que hoy tengo el placer de reseñar - y ni siquiera he sido capaz de acercarme a famosísima trilogía Las chicas de campo. He necesitado mi tiempo, mis jornadas de reflexión, de mis tardes para ordenar pensamientos y redactar estas líneas concienzudamente. ¿Vértigo? Bastante, pero por Edna y su torbellino merece la pena. Chica de campo: la humildad y el respeto hacia su profesión y hacia sus propios recuerdos.
Tal y como Edna relata en su autobiografía, nació en la profunda Irlanda, y como tal, estaba destinada a ser una chica de aldea. De esas que permanece anclada a las raíces de la tradición, preocupada por el qué dirán y que moriría en el mismo lugar que la vio nacer. Para O´Brien, Tuamgraney se convirtió en el cerrado microcosmos que la marcó de por vida y que posteriormente, aún habiendo abandonado definitivamente su país de origen, la siguió acompañando tanto literariamente como personalmente. Las novelas de O´Brien no podrían entenderse sin esa infancia rural marcada por un padre terco - y con constantes recaídas en el alcohol - una madre con la que encontraba cierta tranquilidad ante la intermitente ausencia de la figura paterna - y una férrea educación religiosa de la que siempre quiso escapar. Violencia silenciada, tardes monótonas, paseos por el campo y la imposición patriarcal de unos estudios - los de farmacia - para los que O´Brien no estaba destinada. Ese fue el caldo de cultivo de su gran debut literario en los años 60 - Las chicas de campo - el cual ella misma confiesa escribió en tan sólo tres semanas. Esta proeza no sólo supuso su peculiar salto de altura dentro del mundo de las letras irlandesas, también que los habitantes de Tuamgraney quemaran ejemplares de Las chicas de campo en la plaza mayor. En otras palabras, su inesperado éxito propició halagos y la cólera de su comunidad.
Sin embargo, antes de comenzar su carrera literaria, la figura de Ernest Gébler - su marido - fue una especie de punto de inflexión en su vida. Divorciado, con un hijo, la familia de Edna O´Brien no lo veía con buenos ojos, aún así se casaron, se mudaron a Inglaterra y tuvieron dos hijos. El matrimonio duró tan sólo diez años, diez años marcados por la maternidad, el deterioro de la idea del "amor romántico" y los celos de su marido por su inesperado éxito profesional. En sus memorias, O´Brien relata su complicado proceso de divorcio, los problemas con la custodia de los hijos y sus reflexiones entorno a lo que dicha traumática experiencia le aportó a nivel literario - reflejado décadas después, por ejemplo, en Las sillitas rojas - como personal al despertar en ella la necesidad de abordar en sus obras la experiencia femenina entorno a temas como la amistad, el amor, la desigualdad de género o la crianza de los hijos. Memorables fueron también, por otro lado, sus fiestas enmarcadas en el Londres de los años 60. Su residencia en la capital británica se convirtió en un hervidero de ideas gracias a la presencia de lo más granado de la élite cultural del momento. Unas fiestas en las que, como no, la propia O´Brien se dio de bruces con la hipocresía, las puñaladas por la espalda entre escritores y el consumo de LSD. Sin embargo, no todo fueron desgracias en la vida social e intelectual de la autora irlandesa. En Chica de campo ahonda en algunas de sus amistades mas duraderas, como la que mantuvo con el fallecido escritor norteamericano Philip Roth - cuya relación destilaba respeto y admiración mutua - en anécdotas la mar de curiosas - como la vez que compartió mesa con Jack Nicholson y Hillary Clinton - y en sus encuentros fugaces con personalidades de la talla de Paul McCartney, Jane Fonda, Marlon Brando o Judy Garland. Lejos de darse aires de superioridad, O´Brien trata de desmitificar el glamour para otorgarle la naturalidad que se merece. Porque por muy estrellas que sean, al fin y al cabo, son personas, de carne y hueso y con las que podemos tener en común infinidad de hobbies y opiniones.
A todas y a todos nos cuesta ser sinceros con nosotros mismos y auto evaluarnos desde la sinceridad más descarnada. Esta frase que parece sacada de cualquier charla sobre empleabilidad - lo cual es cierto - o de alguna conferencia-tertulia automotivacional tan en boga en los tiempos que corren. Pero, la verdad es que es completamente cierto, y más cuando lo trasportamos del ámbito psicológico al literario. Uno de los ejemplos más claros lo encontramos en la literatura de terror. ¿Por qué hay tan poca? ¿Por qué no es un género de masas? ¿Por qué está tan desprestigiado por el público más generalista? ¿Por qué no tiene el mismo prestigio que por ejemplo la novela histórica? ¿Por qué existe una baja tasa de escritoras/es que se dedica de pleno a desarrollar su carrera literaria entorno al terror? La respuesta parece compleja, pero en realidad no lo es, ya que sólo tenemos que observar lo mucho que nos cuesta admitir nuestras debilidades, fobias o miedos. Las buenas novelas y relatos de terror, por mucho que algunas y algunos digan lo contrario, se escriben desde las entrañas y desde los pequeños o grandes temores que la autora o autor en cuestión posee en su interior. Cuanto más verdadero, más sincero, más real es ese miedo, más verosímil y mayor capacidad de empatía se conseguirá por parte del lector. Lo mismo sucede con otro de los géneros más interesantes y al mismo tiempo más infravalorados del mercado editorial: las autobiografías. Si una biografía ya resulta de por si interesante - aunque en los últimos tiempos ha proliferado, por desgracia, una infame corriente en busca del morbo o los detalles menos importantes de dichos textos - una autobiografía lo es todavía mas, ya que es el propio escritor (en este caso escritora) la que se desnuda personal, emocionalmente y profesionalmente ante el lector. Cosa que no siempre es cómoda y que, como sucede con la literatura de terror, resulta una tarea compleja. No todo el mundo es capaz de contar su vida en un puñado de páginas, y menos cuando eso implica hablar de los aspectos que te han hecho llegar hasta el punto vital en el que te encuentras, aspectos que, en algunas ocasiones, forman parte de traumas o episodios de los que se ha tratado de huir u olvidar por el motivo que sea. De ahí que las autobiografías posean un carácter emocional bastante catártico que, de cara a la investigación más intelectual, también pueden resultar de gran utilidad. La autobiografía es el espejo, más o menos sincero, de ese ídolo al que tanto amamos, de esa personalidad que nos atrae por cualquier circunstancia, de ese personaje detestable en muchos aspectos pero que, sin embargo, no podemos despegar los ojos de las hojas en las que plasma sus anécdotas. Todo eso y más es una autobiografía, que en el caso de Edna O´Brien - una de las autoras irlandesas más importantes a nivel internacional - nos regala con una pasmosa honestidad un pedazo de si misma. El resto de piezas debemos buscarlas entre Irlanda, Inglaterra y en los corazones de algunos de los que la conocieron y siguen siendo sus compañeros de tertulias u confesiones más allá de lo puramente literario. Dicho esto, y a pocas horas de que se conceda el doble Premio Nobel de Literatura - además de Margaret Atwood o Joyce Carol Oates - no estaría mal que Irlanda recibiese, gracias a O´Brien un reconocimiento literario tan prestigioso. Desde 1995 ninguna autora o autor irlandés se ha alzado con dicho galardón. Puestos a soñar, ¿por qué no un Nobel para Edna O´Brien?
Chica de campo: una autobiografía sincera, verdadera, rural, cosmopolita, muy pegada a la realidad, con un principio, un nudo y un desenlace todavía abierto... Un libro en el que queda muy claro que Edna O´Brien siempre será una "chica de campo."
Frases o párrafos favoritos:
"Aquel día de agosto de mi septuagésimo octavo año de vida me senté para empezar las memorias que me había jurado no escribir jamás."
"Como escritora se me consideraba lasciva e irracional, con una gama de temas estrecha y obsesiva, una mera mezcolanza de tópicos destinada a los extranjeros. Según las críticas, no era capaz de poner ninguna experiencia en perspectiva; la misma historia se repetía hasta la saciedad. Una periodista inglesa, de evidente ascendencia irlandesa, juzgaba mi prosa de "asfixiante", y, con la sensibilidad de una chismosa provinciana, afirmó que había hecho bien en irme de Irlanda."
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae