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Reseña: Cóndores no entierran todos los días - Gustavo Álvarez Gardeazábal

Publicado el 30 noviembre 2016 por Diego Diego Fernando Perdomo Pérez @Unlibroyuncafe1

Portada Cóndores no entierran todos los díasSinopsis:
Tuluá jamas ha podido darse cuenta de cuando comenzó todo, y aunque ha tenido durante años la extraña sensación de que su martirio iba a terminar el 9 de abril de 1949, el dolor, la muerte y la desidia, vendrían nuevamente en la forma menos esperada. El hombre más piadoso y religioso de Tuluá se convertiría en "El Cóndor", el verdugo del pueblo.

Opinión:
"Cóndores no entierran todos los días" es una pequeña novela del autor colombiano Gustavo Álvarez Gardeazábal, historia que refleja el periodo de la guerra bipartidista entre seguidores de los partidos Liberal y Conservador, dicho periodo es también conocido como "La violencia", situado entre los años 1946 y 1966 aproximadamente.

La guerra bipartidista colombiana marca un hito histórico cargado de violencia y fanatismo político que arranca con fuerza luego del asesinato de Jorge Eliecer Gaitán, el candidato a la presidencia y representante de los liberales, el 9 de abril de 1948, suceso al que se le conocería como el Bogotazo, haciendo que los liberales se alzaran enardecidos por la muerte de su líder y que desencadenaría en los pueblos colombianos asesinatos y desapariciones de personas vinculadas con uno u otro partido político.

El anterior contexto es donde se desarrolla la historia creada por Gustavo Álvarez Gardeazábal, que da comienzo en Tuluá un pueblo colombiano ubicado en el departamento de El Valle del Cauca, donde la gente vive de manera tranquila y cree que la violencia se ha marchado para siempre, sin embargo, la sombra de la muerte se cierne casi imperceptiblemente en el pueblo. La pacífica Tuluá que solamente ha oído de muertos en las poblaciones rurales y circundantes es ajena a la realidad que comienza a atraparla de a poco.

El famoso Cóndor, aun no ha surgido, por el contrario el autor empieza a mostrarlo en sus inicios de hombre pacífico que ha crecido en las calles del pueblo y que es conocido como hombre piadoso y religioso, un ejemplo de vida. Es así como León María será conocido, un pueblerino sin mácula que nunca falló un domingo a misa a menos que fuera por fuerza mayor, perteneciente al partido Conservador colombiano se convierte en un acérrimo defensor de las tradiciones religiosas, aunque no rigurosamente, pues también es cierto que tiene hijos fuera del matrimonio pero que jamás abandona, tanto que los acoge en su matrimonio con una mujer diferente. León María es el personaje central de la historia y el más tridimensional, por no decir que el único, dado que los demás solo sirven de ayuda para contextualizar su proceder, el autor se encarga de darnos una buena idea de quien es este hombre, alguien enfermizo que padece de un asma crónica que fue pronosticada como la causante de su futura muerte, sin embargo, esto no fue impedimento para que paulatinamente fuera escalando en el poder del partido Conservador y convertirse en "el Cóndor" el terror de Tuluá. 

Cuando su poder era incuestionable comenzó la matanza y el exterminio de todo aquel que se llamara a sí mismo liberal, o que se le considerara como tal, para imponer su terror utilizaba la noche para movilizar autos azules sin placas, donde iban sus matones, dejando un rastro de cadáveres que eran encontrados en el pueblo al amanecer. Su frío proceder era contrastante con su vida pública, hombre trabajador y responsable, excelente padre y esposo temeroso de Dios, una dualidad presente en la Colombia de aquella época, que sufre una guerra civil a la que se hace oídos sordos, pero que resonaba con cada cadáver que aparecía en un andén mientras el temor impedía que la sensatez volviera a regir.

Es así que Gardeazábal refleja en aquel pueblo la realidad colombiana de la guerra bipartidista, mientras el honorable político León María tenía una faz de persona ejemplar y católica, su proceder siniestro para con sus enemigos políticos era monstruoso, lo mismo ocurría en el resto del país sin que nadie se pronunciara realmente al respecto, y es que en un régimen en que ni los periodistas pueden hablar acerca de la verdad por temor a la muerte, nadie en realidad se entera de la atrocidad que ocurre a su alrededor.

Aunque "Cóndores no entierran todos los días" tiene gran maestría en contar una historia que evidencia una época oscura en Colombia (una de tantas), no menos cierto es que es muy parca en la descripción de los escenarios, muchos personajes son intrascendentes y olvidables, pero la historia no se ve afectada y en pocas páginas resume un fragmento histórico que ha a afectado profundamente a Colombia aún en la actualidad. Lo que también logra la narración es mostrarnos a cuentagotas la vida cotidiana de un pueblo, las matronas enteradas de todo cuanto pasa, la cultura ultrareligiosa católica y el olvido del país.

Muy rescatable es el hecho que el autor muestre la responsabilidad que tuvo el poder político y religioso en aquellas masacres, cómo se trabajó en las sombras para diezmar los integrantes de partidos políticos, porque si bien es cierto que la obra trata de las matanzas hechas por conservadores hacía liberales, no menos es cierto que otras partes del país también ocurría lo mismo pero los ríos de sangre eran creados por liberales, la idea entonces de "Cóndores no entierran todos los días" es mostrar como el fanatismo político puede enemistar a hermanos, vecinos y amigos, de como el mal se cierne y trabaja a través del odio hacía las diferentes formas de pensamiento. Gustavo Álvarez Gardeazábal logra así con su pequeña novela rescatar la memoria de un país que olvida fácilmente y recae en odios sobreapasionados que terminan por manchar de sangre sus calles y selvas, que al final los únicos que sufren siempre son los inocentes.

 Calificación: 4.3/5 
                                                                 
Gustavo Gardeazábal, escritor colombiano
Gustavo Álvarez Gardeazábal

(Tuluá, Valle del Cauca, 1945) Narrador y ensayista colombiano. Vivió su infancia en un hogar católico y rígido, si bien su madre era de ideas liberales. Ideológicamente se adscribió en su juventud conservadurismo del aspirante a la presidencia Belisario Betancur, en cuya campaña electoral tomó parte activa mientras concluía sus estudios en la Universidad del Valle, donde se licenció en Letras con una tesis sobre La novelística de la violencia en Colombia (1970). Posteriormente iría acercándose a partidos de signo liberal. Profesor durante años en la Universidad del Valle, por su trayectoria literaria fue becario de la Fundación Guggenheim en 1984 y ha sido dos veces gobernador del Valle del Cauca por elección popular.Su obra se caracteriza por su gran fuerza descriptiva y su estilo directo y carente de casticismo retórico. Sus palabras desnudas y escuetas muestran la realidad de las cosas y los vicios que corrompen a la sociedad colombiana, rasgo que lo ha convertido en uno de los autores preferidos del público.El universo de su narrativa se centra en su tierra natal, con ramificaciones al Valle del Cauca, y sus temas recurrentes son la extensión de la violencia indiscriminada, la superchería milagrera en que se sustenta el conservadurismo religioso hispanoamericano, el poder omnímodo de los grandes terratenientes, las nuevas bolsas de riqueza generadas por la expansión del narcotráfico, la corrupción generada por el sistema caciquil de los gamonales y las crisis ideológicas de los sectores progresistas.Ha sido premiado en España por sus cuentos "Ana María Torrentes", "Donaldo Arrieta" y "El día que volvió León María", así como en Cuba por el libro Cuentos del parque Boyacá (1978, premio Casa de las Américas). De sus nueve novelas, cuatro han sido galardonadas: Cóndores no entierran todos los días (1976), premio Macanor de España en 1974, quizá su obra más importante; La boba y el buda(1972), premio Ciudad de Salamanca 1970; Dabeiba (1972), segundo premio Nadal en 1972, y Los míos (1982), segundo premio Plaza y Janés 1981. En 1977 publicó El titiritero.

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