En el blog Las inquilinas de Netherfield,
después de leer Koundara, leyeron mi primera novela, Acantilados de Howth y yo
se lo agradezco mucho. Dejo aquí la reseña:
«Ya os comenté
hace unas semanas que tengo muchas reseñas pendientes. Y quiero sacarlas todas
lo antes posible, pero no sé de dónde rascar el tiempo porque no me da para
más. A eso hay que añadir que algunos libros requieren sentarse con
tranquilidad para intentar transmitir lo que realmente quieres transmitir. Acantilados de Howth es
uno de esos libros.
Realmente yo
llegué a este libro por el título hace ya tiempo aunque no ha sido hasta hace
unos meses que lo he leído (sí, meses... antes de Navidad... hasta ese punto
llega el retraso). Soy una apasionada de Irlanda, y leer esos acantilados en el
título irremediablemente me atrajo con cantos de sirena. No sabía muy bien
qué iba a encontrarme, pero sabía que tenía que leerlo. Y a día de hoy,
con el tiempo transcurrido, tengo escenas del libro todavía presentes en la memoria. Detalles,
destellos, situaciones, conversaciones... el alma que mueve al libro
todavía sigue ronroneándome en la cabeza. Porque ese alma es muy común a una
generación, ya no solo en cuanto a edad, sino en cuanto a vivencias. No en todas, obviamente,
porque las experiencias personales son eso, personales, pero sí que hay
cosas en común a ciertas situaciones, y creo que cualquiera que haya
vivido en el extranjero a los veintitantos se habrá visto reflejado en muchas
cosas que se narran en el libro, que es lo que a mí me ha ocurrido... Y en la vuelta a casa y a la
rutina de cumplir lo que se espera de ti. Es un libro muy auténtico, creo
que es la mejor manera de definirlo.
Si digo que estamos
ante una novela que desmenuza la crisis de los 30 con el desencanto que da el
estar donde debes estar, donde la sociedad/familia/vida te dice que debes
estar, pero no donde quieres o te gustaría (y no hablo en un sentido estrictamente físico,
naturalmente), creo que resume la base sobre los que se sustentan los cimientos
de la historia. Pero es mucho más que eso. En esa base también
están las decisiones que hemos tomado en la vida, buenas y malas, que nos han
llevado a ser como somos y a recorrer caminos muchas veces equivocados que nos
han alejado de lo que realmente queremos ser; la necesidad de cumplir las
expectativas de los demás, que raras veces coinciden con las que albergamos
para nosotros mismos; la presión que sentimos llegada una cierta edad para
cumplir unos estándares que no nos alejen de una normalidad que la sociedad
establece y que difícilmente es la más adecuada para todo el mundo. Lo que es
bueno para muchos no tiene por qué ser bueno para todos, pero no siempre tenemos la libertad
de escoger... o somos nosotros mismos los que tenemos miedo de hacer
uso de ese albedrío.
Un trabajo
estable y monótono que aunque odies y esté muy por debajo de tu potencial te
aporte un salario, una pareja también estable no vaya a ser que se te pase al
arroz, la compra de un piso aunque vivas hipotecado de por vida porque es lo
que toca... Ricardo, nuestro protagonista, acaba de cumplir los treinta y
ha seguido y obedecido cada uno de esos parámetros que la sociedad esperaba de
él llegada esa edad. Pero no es feliz, su mujer tampoco lo es, y el día que
ella le abandona dejando solo una nota, Ricardo empieza a repasar su vida desde
la Universidad y su primer amor, hasta que, tras ganar un premio de poesía y
sin saber muy bien qué hacer con su vida, decide hacer las maletas y poner
rumbo a Dublín para perfeccionar el idioma y vivir experiencias que le estarán
vedadas una vez tenga que "sentar la cabeza". Así, alternando
presente y pasado, Ricardo reflexiona sobre lo que tiene actualmente y lo que
es, y lo que una vez fue, tuvo y dejó escapar.
La narración se nutre de todos
esos gestos, instantes, decisiones, mentiras, verdades y sentimientos que pasan
fugaces en nuestra juventud sin ser apenas conscientes de ellos, sin tener
idea de lo importantes que son en su propio presente, de lo mucho que podrían
significar para nuestra vida futura. Pocas veces nos damos cuenta de cómo se
nos escurren entre los dedos y solo es con el paso del tiempo que les damos el valor
que merecen, que nos arrepentimos de no habernos agarrado fuertemente a ellos y
empezamos a elucubrar con el "y si hubiera...".
El paso de
Ricardo por Dublín no es solo el testimonio de cualquier joven que se va con
veinticinco años al extranjero y tiene que ganarse la vida al tiempo que crea
un nuevo círculo social e intenta adaptarse a un entorno que le es
completamente desconocido... es recordar lo que tuvo al alcance de la mano y
dejó escapar por inmadurez, por egoísmo, por falta de compromiso, por querer
beberse todo lo que tenía al alcance de la mano sin pensar en las consecuencias
de sus actos. Los acantilados de Howth que dan título al libro tardan en cobrar sentido como frase
definitoria de la historia que encierra. Lo esperas, esperas el momento
en que delimiten qué significan esos acantilados en la vida de Ricardo. Y cuando
llegan, cuando ves que suponen el principio y el final para él, el momento en
que se da cuenta de lo que tiene y justo el momento en que paga por sus errores, comprendes que
es un título magnífico para el libro porque es en ese instante donde
se condensa y explosiona el peregrinaje de Ricardo a lo largo de todas
sus páginas: estaba perdido cuando creía que se comía el mundo y
sigue perdido ahora cuando el mundo le come a él.
No puedo terminar sin resaltar
la conversación que gira en torno a las hermanas Brontë, ya no solo por la
agradable e inesperada sorpresa que supuso para mí encontrarme con ella
en la narración ni por lo mucho que dice del personaje que la protagoniza,
sino porque me sentí muy identificada. No llego hasta ciertos puntos que se
narran en la historia, pero soy de esas... soy de las que se va a otros países
siguiendo la estela de los autores clásicos que ama y que abandona las tierras
que ellos pisaron con la piel de gallina. La historia ya me estaba encajando en
muchos aspectos, pero creo que fue ahí donde hizo el click absoluto.
En definitiva, en Acantilados
de Howth nos encontramos con un personaje real que vive una vida
real y comete errores reales. Nada de artificios, nada de imposturas, nada de
rizar el rizo. Situaciones reales, vivencias auténticas y un personaje que
podría ser cualquiera de nosotros en sus zapatos, acompañado de una serie de
personajes que en algunos casos nos pueden resultar más ajenos pero que no
dejan de cumplir su cometido (en el lado femenino además de una forma muy
marcada... Ula e Isabel no podrían ser más diferentes). No pretendo decir que
sea un libro perfecto, tiene sus altibajos, pero es de esos libros que te
invitan a quedarte con lo que te aportan obviando un poco todo lo
demás, que encierran una de esas historias que tienen ese algo especial
que te hace empatizar con ellas y sentirte identificado en muchos aspectos.
También admito que probablemente no todo el mundo conecte de igual manera con
lo que se narra, pero leí este libro hace ya unos meses y no me ha hecho
falta abrir sus páginas ni una sola vez para hacer la reseña y
recordar todo lo que quería decir sobre él. Supongo que eso resume un poco mi
sentir general hacia esta historia.
Muchas gracias,
Inquilinas.
Si quieres leer
la reseña original, puedes hacerlo pinchando AQUÍ.