Es un lujo trabajar con personas con habilidades extraordinarias, y tengo la suerte de estar bastante rodeado de personas así. Una de ellas es Laura de Andrés, que a parte de una excelente periodista está haciendo una divulgación histórica de los invisibles del franquismo. Ya nos hizo llorar con los dramas personales, reirnos con algunas de las anécdotas y sentir una profunda indignación con lo que supuso el estraperlo en España con su libro “El preu de la fam” del que ya hice una reseña muy personal.
Su segundo libro “Barraques, la lluita dels invisibles” también trata de los invisibles de la represión y del hambre que hubo al finalizar la guerra civil. De la vida de los barraquistas en Barcelona, del origen del fenómeno social, de la lucha de individuos que salen de sus pueblos para dejar atrás el ostracismo social y la represión por haber sido parte de los derrotados en la guerra civil buscando el anonimato de una ciudad, de los que huían de la miseria de unos pueblos que no podían ofrecerle oportunidades y como caían en las brasas de una ciudad que no estaba preparada para acogerles.
Es curioso ver a una periodista haciendo labor de divulgación histórica, pero es que la construcción de un relato, reconstruido a través de las fuentes existentes, tanto en boca de los protagonistas que aún viven, como en las fuentes típicas de los historiadores (archivos, hemerotecas, etc..), es una tarea muy periodística.
Leer los dos libros de Laura se pueden encontrar más bien un relato periodístico de las vidas de los protagonistas. Al puro estilo de autores como Antony Beevor no nos encontramos con una recopilación de datos y hechos, con la suma contextualizada de sucesos y de su importancia social, económica o política. Nos encontramos con un relato, una historia, un hilo conductor que nos lleva desde los andenes abarrotados de inmigrantes que llegaban a Barcelona con su maleta de cartón, el corazón lleno de ilusiones a la realidad de una vida en unas viviendas indignas, pasando por los centros de internamiento que les devolvía a su pueblo, el intento de taparlos por parte de las autoridades franquistas, a la lucha vital de cada protagonista que aparece en el libro para conseguir que la dignidad de su vivienda fuera tan alta como la dignidad personal de los que vivían en las barracas, algo que nunca perdieron.
Es un relato periodístico e histórico, pero también de historias de vida, allí aparecen numerosos testimonios que Laura logra integrar en el relato general permitiéndonos seguir unos y otros con bastante acierto. Pudiendo seguir los hechos históricos como el Congreso Eucarístico del 1952, la visita de Eva Perón, las diversas visitas del dictador y las inundaciones catastróficas de los 60 en un hilo en el que también se incluyen los hitos reivindicativos zurzidos entre los resquicios que permitía el franquismo, los esfuerzos de voluntarios y vecinos para conseguir tirar adelantecentros de atención sanitaria, escuelas, etc..
Algo que se logra transmitir y es que seguramente fue así, es la lucha y la no resignación de los barraquistas. Es increiblemente emocional y de las historias de vida que más lágrimas logra arrancar de pura admiración la lucha de una joven costurera que con su máquina de coser que logra salvar in-stremis de una fatídica inundación reconstruye su vida una y otra vez.
Tengo la suerte de que conocí a algunos de los protagonistas, de los últimos barraquistas del Carmelo, la Custodia y el Paco, y parte de la historia que aparece ya me había llegado a mí en forma de “batallitas”. Aunque las historias ya las había oido de boca de los protagonistas, he necesitado leerla en el libro de Laura para entenderla en su profundidad.
Capítulo a parte me merece el prólogo de Pasqual Maragall y el último capítulo del libro dedicado a las últimas barracas, al esfuerzo final ya en democracia por conseguir erradicar el barraquismo de la ciudad (al menos el horizontal). Este capítulo evoca la imagen del alcalde Maragall tirando abajo simbólicamente la última barraca, el acuerdo que llegaron los barraquistas del Carmelo para ubicarse en los que las nuevas generaciones de ese barrio conoceríamos como “los pisos verdes” (hoy ya no son ni verdes), uno de los mejores acuerdos que he visto alcanzar a una asociación de vecinos a la administración. Imágenes que llegué a ver, aunque no vivir, como un niño que vivía en “el Carmelo bajo”.
La parte de la épica del urbanismo que aplicó el gobierno de izquierdas de Barcelona y cuyo exponente más simbólico es Pasqual Maragall y la foto definitiva del derribo de la última barraca, es algo que conecta mucho conmigo. He aprendido a hacer política basicamente en la vida municipal barcelonesa. Durante este período he llegado a entender lo que ha significado el urbanismo de tamiz que ha impulsado Barcelona y lo que eso ha representado en personas como Maragall o Santiburcio que permiten que cualquier barrio de Barcelona sea hoy digno . Este urbanismo de tamiz es el que conecta con las luchas de los barraquistas y que emerge precisamente de que ninguna parte de la ciudad sea ciudad informal, abandonada o invisible. Leer el prólogo del ex alcalde Maragall (porqué, sí, es President pero antes alcalde), y las historia de Paco y Custodia de lucha del Carmelo, puede que sea uno de los trozos del libro que más me han emocionado en lo personal.
Más tarde, casualidades de la vida, ejerciendo como conseller de mobilitat del distrito de Horta-Guinardó representando un partido que es el que hegemónicamente votan estos antiguos barraquistas, me las he tenido que ver con estos viejos luchadores vecinales y he tenido que dar pasos atrás por su oposición a la modificación de la línea de bus 24 (que también tiene su historia de reivindicaciones). 30 años después de su lucha por una vivienda digna esos barraquistas aún pueden correr a gorrazos al primer tecnócrata con ánimo de político que se les pone por delante.
Que alguien cuente su historia y la cuente en forma de relato periodístico e histórico, es algo que vale la pena, y más si se hace con la calidad en que lo hace Laura.
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