Jil van Eyle es conocido por su atractivo proyecto Teaming (@teaming), pero seguramente su pasado profesional y personal es mucho menos. Lo cuenta en su libro Cómo dejé de ser un idiota, Jil Van Eyle, Martínez Roca, 2010.
Su infancia fue difícil, su padre abandono a la familia y desde los 15 años ya estaba trabajando. Entonces se prometió que antes de los 30 años tendría un Porsche, lo que consiguió antes, a los 28 años, tras trabajar en varias compañías y, posteriormente, montar una empresa de transporte de pasajeros non-stop por Europa.
Ejecutivo agresivo, le daba igual los medios y lo que le interesaba únicamente eran los fines: dinero, lujo y fama. Y lo tenía todo. Ganaba dinero, salía en los medios de comunicación como empresario de éxito y llevaba un tren de vida notable: viajes en business, hoteles cinco estrellas, y fiestas. Además, no tenía mucha consideración al resto de personas a los que consideraba prácticamente perdedores. Sin embargo, la compaña CityZap empezó a tener problemas con unas licencias no concedidas y entró en bancarrota. A pesar del varapalo pronto consiguió colocarse en un buen puesto en Riu Hoteles y seguir ascendiendo.
Entonces llegó lo que denomina el wake up call. En 1998 nació su hija Mónica con una enfermedad grave: hidrocefalia (sorda, casi ciega, no camina y con capacidades mentales de un bebé recién nacido). Una bofetada de la vida que le cambió totalmente su forma de ver el mundo. Empezó a percibir cómo muchas enfermeras y médicos trataban a su hija por un salario menor a lo que cobraba su secretaria; a darse cuenta de la labor de muchos voluntarios de fundaciones y ONGs, etc, etc. Se cumplía nuevamente el Omnia in bonum: todo ocurre para bien. Su hija era un regalo del Universo para dar sentido a su vida, algo que todavía quedó más confirmado tras leer el libro Las voces del desierto, de Marlo Morgan, donde los niños que nacen con enfermedades graves son considerados una bendición.
Jil van Eyle cuenta su historia en primera persona; una historia que merece la pena leer porque es valiente, deja al descubierto sus miserias pasadas de las que se avergüenza de manera notable. Pero cómo Shakespeare decía que “el pasado es sólo un prólogo” a partir de la crisis se inició el cambio.
Para Jil van Eyle el ideal del mundo aquel en el que no existe dinero, ni fronteras, ni religiones que, según él, son las causas de todos los problemas en el mundo. También señala que “el individualismo significa no estar en contacto con el resto de las personas. En cierto modo, el egoísmo y el individualismo son la misma cosa. Estar conectado contigo mismo es la consecuencia directa de estar en contacto con el todo y viceversa, de tal manera que si estás aislado del mundo también estás aislado de ti mismo”. Igualmente dice: "El dolor más grande es sentirte solo". Y me quedo con: "Lo que ocurre en el mundo es muy fácil de juzgar cuando tienes cierta seguridad y comodidad".
Jil van Eyle también fue el asistente personal de Frank Rijkaard durante la estancia de éste como entrenador del FC Barcelona, una relación muy cercana que le ayudó a difundir la idea del teaming entre mucha gente. Del coach culé aprendió la humildad, la capacidad de escuchar y la importancia del equipo.
Igualmente, en el libro habla de la conexión con el universo, de la sincronicidad (interesante cómo contactó con la cantante Shakira que también ha apoyado su proyecto), de saber distinguir lo “esencial” de lo “accidental” y de otras muchas cosas que dejo para el lector.
Hoy vive en cuerpo y alma dedicado a su proyecto de Teaming (@teaming) que ha tenido que enfrentarse a no pocos inconvenientes pero que ya está plenamente implantado en numerosos países y empresas.
Sin lugar a dudas, Cómo dejé de ser un idiota es un libro que merece mucho la pena leer; ayudar a tomar distancia y a poner un poco de cordura en el frenético mundo en el que vivimos, mucho más en el ámbito de los directivos.
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