Hace tiempo, en el blog, vimos la reseña de Kentukis, de esta misma autora, en la que se planteaba un futuro posible con mascotas casi capaces de sentir. Con este libro se descubría la fuerza de esta narradora, de modo que me decidí a leer Distancia de rescate (Random House), que trata de otros temas, a ver qué tal.
Joder, con perdón de la expresión. Parte de una trama sencilla: una madre mantiene constantemente con su hija de cuatro años lo que ella llama una "distancia de rescate". Es decir, nunca se aleja tanto de ella como para no llegar si la pasa algo. Ambas se marcha de vacaciones a un pueblo, donde conocen a Carla y a David, que viven en una granja de caballos. Pero una extraña enfermedad parece asolar al pueblo y no discrimina ni a humanos ni a animales.
Es una novela con muchas lecturas. La primera de todas, la de la maternidad salvaje. David, el hijo que enfermó, guía la narración de Alexandra, la madre de Nina. Él tiene todas las respuestas: sabe lo que va a pasar y a dónde se dirige el destino de cada uno de los personajes. Es un niño que le da miedo a su propia madre, porque observa con ojos fijos el devenir del pueblo. Amanda, al principio se muestra escéptica ante la historia que le cuenta Carla.
El pueblo, por otra parte, es un entorno bucólico, con sus pozas de agua, sus animales, sus establos. Está retirado y no hay médico. Pero poco a poco todo ese ambiente bucólico y encantador comienza a caer presa de algo tóxico que no se sabe de dónde viene y cuyos habitantes no comprenden. De hecho, el título en inglés traducido es Sueño febril, que creo que le pega mucho más, porque tenemos la sensación de ir avanzando en mitad de una pesadilla, intentando buscar algo que no vamos a encontrar e intentando escapar de un destino en una partida que sabemos de antemano que tenemos perdida.
Y también esa doble relación entre madres e hijos. Nina y Amanda, con su distancia de rescate. Siempre juntas, por temor a que le pase algo. Y David, que estuvo malo, pero que se curó y ha cambiado. ¿Hasta qué punto nos pertenecen los hijos? ¿Qué control tenemos sobre ellos? ¿Qué ocurre si tu hijo te mirara a los ojos un día y te dijera "no soy yo"?
Como en todas las novelas y relatos de la argentina hay un aire sutil de amenaza, que no llega a concretarse, pero que crea una atmósfera inquietante capaz de sugerir y no de mostrar. Nos da todas las piezas y somos nosotros los que tenemos que montar el puzzle. Y el resultado suele ser desasosegante.
Puedes leer aquí las primeras páginas.