El caso Alaska Sanders es la tercera novela de Joël Dicker que he leído. Y esta lectura era muy importante para mí para poder terminar de formarme un idea más certera de este autor ya que, mientras su libro La verdad sobre el caso Harry Quebert me fascinó de principio a fin, su intento de thriller El enigma de la habitación 622 me pareció poco menos que una tomadura de pelo. El caso Alaska Sanders ocupa ahora un lugar intermedio, puesto que me ha parecido una lectura entretenida y con sus buenas dosis de intriga, sin llegar a ser nada del otro mundo. Pero te lo explico mejor en esta reseña.
Primero te cuento un poco de qué va la cosa en esta ocasión. Nuevamente, y como parece que es recurrente en el estilo de Dicker, nos encontramos con un asesinato del pasado cuya resolución quedó con bastantes lagunas en su día: once años antes del momento en el que se desarrolla la novela, la joven Alaska Sanders apareció muerta cerca de un lago. Entonces, el cerco de culpabilidad se estrechó alrededor de su novio, quien murió en extrañas circunstancias, después de haber testificado en contra de Eric, su amigo de la infancia. Por lo tanto, Eric acabó en la cárcel y ahora el sargento Perry Gahalowood (sí, el mismo que conocimos en La verdad sobre el caso Harry Quebert) vuelve a investigar este caso junto a su amigo, el célebre escritor Marcus Goldman, quien una vez más nos cuenta esta historia. Tirando de los hilos que quedaron sueltos, este original dúo empieza a arrojar nueva luz sobre los acontecimientos del pasado, y muchas cuestiones que en su día se pasaron por alto ahora ayudan a entender la personalidad de Alaska, su entorno y sus pasos. Poco a poco, descubriremos turbios secretos, chantajes, pasiones, venganzas y odios, que nos acabarán conduciendo a la verdad de lo que sucedió aquella noche de hace 11 años.
El caso Alaska Sanders es un thriller bien ejecutado, en el cual la fórmula de ir intercalando pasado y presente para ir reconstruyendo la historia desde diferentes puntos de vista funciona muy bien, porque se hace con coherencia (al contrario que ocurría en El enigma de la habitación 622). El lector pronto se implica en esta historia llena de intrigas y se va sorprendiendo con las diferentes revelaciones. Volver a encontrarnos con personajes ya queridos como Gahalowood y Marcus tiene su encanto, y Dicker parece explotar un poco más el “boom” de su libro best-seller introduciendo con frecuencia el recuerdo del personaje Harry Quebert, a quien Marcus le ha perdido la pista. Hasta aquí todo bien. La historia fluye con un buen ritmo narrativo y el suspense marca la tónica dominante del libro. Pero el mayor problema me lo he encontrado al final, cuando se descubre quién es el asesino y sus motivaciones. Sin poder decir mucho más para no fastidiarte la lectura, únicamente puedo comentar que me ha parecido todo poco creíble, desde cómo se ejecuta el crimen, hasta los pocos convincentes motivos del mismo. Que un libro cuya trama gira en torno a un asesinato tenga un final así, hace que la historia pierda más puntos que Harry en una clase con Snape. Por eso, esta novela me ha parecido pasable, entretenida, y poco más.
Eso sí, Dicker me ha dejado con muchas ganas de leer El libro de los Baltimore porque no ha parado de hacer referencias a lo que sucedió con la familia de Marcus en el pasado, sin aclarar nunca exactamente lo que ocurrió y esto, claro está, me ha metido la curiosidad en el cuerpo. Por el momento, yo el libro que más te recomiendo para que te inicies con este exitoso autor es La verdad sobre el caso Harry Quebert, seguro que no te defrauda.