Reseña de «El enigma de la habitación 622» de Jöel Dicker: un farragoso thriller que no ha conseguido atraparme

El enigma de la habitación 622 de Jöel Dicker es un libro que leí casi inmediatamente después de terminar La verdad sobre el caso Harry Quebert, una novela que devoré y que me dejó tan encandilada que no tardé nada en saltar a otra historia del exitoso escritor. Pero, aunque he encontrado el mismo estilo tan característico de Dicker y un ritmo muy similar, este segundo acercamiento a su obra me ha parecido decepcionante. Sé que las comparaciones son odiosas y demás, pero esperaba otra novela a la altura de La verdad sobre el caso Harry Quebert y mis ilusiones se fueron desinflando a medida que avanzaba la lectura. Te cuento con más detalle en esta reseña.

En El enigma de la habitación 622 el propio Jöel Dicker se sorprende a sí mismo investigando el asesinato ocurrido años atrás en un hotel de lujo de los Alpes suizos en el que decide hospedarse para superar una ruptura sentimental. Tras descubrir que la habitación 622 ya no existe por la mala prensa que el número en el que se encontró el cadáver arroja al edificio, Jöel y la huésped contigua a su habitación deciden indagar en el pasado para intentar resolver este caso que la policía dejó en el pasado sin cerrar. Aunque la identidad del asesinado no se desvela hasta bien avanzada la historia (algo que me ha parecido muy original), el autor va mostrando a los diferentes protagonistas de este supuesto thriller, con su habitual fórmula de saltar continuamente a tiempos diferentes del pasado para ir comprendiendo las motivaciones de los actos que, poco a poco, se van descubriendo. Los integrantes de un triángulo amoroso, un ambicioso banquero, una asistente encaprichada o un actor, serán algunos de los personajes que desfilen por las páginas de El enigma de la habitación 622. ¿Qué papel tendrá finalmente cada uno de ellos en el misterioso asesinato?

Y ahora te cuento todo lo que está mal para mí en esta novela. Aunque bien es cierto que su comienzo me gustó y pronto consiguió engancharme debido al enigma planteado, no tardé en sentir que el autor, o bien no tenía muy claro a dónde quería ir a parar, o se estaba riendo del lector. Esta impresión me la creó no solo el escaso trabajo volcado en los personajes pobremente construidos, sino también lo ridículo e insulso de algunos diálogos y situaciones, así como los excesivos saltos temporales. Este último recurso, si bien en La verdad sobre el caso Harry Quebert funcionaba a las mil maravillas, aquí está tan mal ejecutado que acaba enredando demasiado la trama y aburriendo a un lector incapaz de poder seguir bien el curso lógico de los acontecimientos. El final está, en mi opinión, a la altura de esta decepcionante historia y lo peor de todo es que, si con mi primera toma de contacto con este autor no pude dejar de leer hasta acabar el libro, en esta ocasión lo he leído a ratos, sin apenas alicientes y algo desmotivada.

De hecho, la historia me ha parecido tan farragosa, que pocas semanas después de terminarla me cuesta ponerla en pie para escribir esta reseña. No obstante, no quiero dejar de lado del todo la obra de Jöel Dicker y me he propuesto darle una oportunidad a otros de sus thrillers para ver cómo acabo inclinando finalmente la balanza. Y es algo que hago en honor a La verdad sobre el caso Harry Quebert, uno de los mejores libros que he leído en lo que llevamos de año y que sí que te recomiendo 100%. Espero que la próxima vez no me falles, Dicker.