Antes de nada, quisiera advertir al lector, que este artículo no está exento de subjetividad, sino que, por el contrario, basa sus fuentes en mi humilde criterio. Puede que en cierta medida, esté pecando de sobrevalorar esta la película y descuidar la objetividad, pero solo por el placer que ello me confiere, merece la pena.

Cuando vi esta película por primera vez, al término de ese mismo mes ya la había visto cinco veces, y mientras escribo este artículo, siento la necesidad de volver a verla. Todos conectamos, en determinado momento de nuestras vidas, con una película de manera especial. Sentimos una energía que podemos compartir con algunas personas, a una frecuencia singular en comparación al resto de la gente. Dicha energía, es fruto de la sinergia entre nuestras expectativas y las emociones que esta nos dispensa al verla. Puede que esto suceda porque la calidad de la película en particular, es objetivamente buena, o porque la hemos visto en el momento preciso y en el lugar idóneo. Y como no somos ese tipo de entidad sin alma ni felicidad que algunos gustan de llamar “crítico”, cuanto más disfrutemos de una película gracias a las circunstancias ajenas a la misma en que es vista, mejor. No obstante, reiterar en su visionado puede llevarnos a una percepción un tanto más ecuánime del filme, y en el peor de los casos, a un inesperado desengaño.

Tras ver El instante más oscuro por primera vez, a sobrevivido a la decepción en cuatro posteriores visionados, y tengo razones para vaticinar, que seguirá haciéndolo indefinidamente, cuantas veces vuelva a verla. No es una película perfecta, por supuesto, como tampoco lo es mi propio criterio. No obstante, sus virtudes brillan con fulgor, y no es de extrañar que sus errores permanezcan eclipsados por sus aciertos.
Sin ningún género de dudas, la mayor excelencia con diferencia que posee esta película es la apoteósica interpretación y puesta en escena de Gary Oldman, así como la insuperable caracterización. La película es capaz de engañarnos y hacernos creer que el actor principal, es en verdad un grueso señor de avanzada edad. De hecho, y hablando desde la experiencia, algunas de las personas con las que vi esta película creyeron que, en verdad, el actor se trataba de un anciano en lugar de un hombre disfrazado. Es para mi, la mejor simulación de un anciano por parte de un intérprete que he visto jamas en una película. Y como no podía haber sido de otra forma, la película gano el Oscar a mejor maquillaje, y Gary Oldman, por su parte, el Oscar a mejor actor.

La trama del filme nos traslada al Londres del año 1940. En medio de la Segunda Guerra Mundial, Reino Unido se debate entre la perpetuación del conflicto contra las fuerzas del Eje orquestado por Hitler, y la firma de la paz entre el estado británico y el bando totalitario, lo que dejaría a Europa desprotegida ante la monstruosa amenaza nazi, y al Reino Unido como un posible estado satélite subyugado al Tercer Reich, acrecentando significativamente el poder de este. Es entonces, cuando un excéntrico político inglés de conductas poco británicas, es designado como primer ministro de la nación, en un momento crucial para la SGM. Este político aficionado a la bebida, la lectura y los puros, deberá dirigir la nación, con su propio partido en su contra, partidario de los acuerdos de paz. Winston Churchill, tratará de no cesar en su empeño de mantener la ofensiva al régimen nazi para salvaguardar la libertad, empleando toda la elocuencia y arrojo necesario.
Gary Oldman tiene un poderío en escena inmensamente deleitable, reproduciendo con admirable meticulosidad, los gestos y movimientos propios de la edad del personaje que interpreta. Es capaz de proferir cada palabra, especialmente en los discursos, de manera que el coraje y la determinación que transmite sea palpable. Los dos famosos discursos que Churchill formula ante el parlamento, los cuales consiguieron ponerme (de manera no figurada) la piel de gallina, uno al comienzo de su investidura como primer ministro, y el otro en la última escena de la película, durante la cual estalla con fervor la catarsis y el éxtasis y cierra el filme con broche de oro, son para mi las dos mejores escenas de la película.

Por otro lado, no podemos ignorar, que la película representa a Winston Churchill como a un héroe. Es innegable que en determinados momentos de la Historia, las temerarias aunque acertadas e ingeniosas soluciones de Churchill salvaron el Mundo, pero ello no justifica que el verdadero carácter de Churchill, cargado de un reconocido racismo y xenofobia, que se deja ver en algunas de sus declaraciones y resoluciones políticas históricas, jamás es puesto de manifiesto en la película. Es evidente, que el personaje ha sido concienzudamente destilado con el fin de que el espectador/a empatice con él. Solo tiene el lector que hacer una rápida búsqueda en Google sobre ello, para cerciorarse de que el señor Winston Churchill, estuvo lejos de poder ser considerado un hombre de modélicas creencias desde nuestra actual perspectiva. Y no es escusa el hecho de que gran parte de la gente de esa época fuera de ideas similares, argumento que ha sido empleado en muchas ocasiones para justificar la actitud impropia de algunos personajes históricos.

Además, algunas de las escenas narran acontecimientos y situaciones que jamás tuvieron lugar y que son de una carga emocional relevante, en favor del protagonista. En algunos momentos, se percibe con demasiada evidencia la intención emotiva de la que están anegadas algunas escenas, siendo algunas de sus herramientas el empleo del ruido o la música en la sinestesia visual-auditiva. Es opción del espectador/a elegir entre dejarse llevar por la esencia pasional o discordar con el filme, como algunas personas han hecho al tacharlo de efectista.
He aquí mi punto de vista. En esta película no he visto al verdadero e histórico Winston Churchill. ¿Acaso es esto inconveniente? Para mi no. He disfrutado viendo al inolvidable Winston Churchil de Gary Oldman, el cual existe de manera exclusiva en el universo cinematográfico que la película encierra. Si quiero ver al verdadero Churchill, solo tengo que ver un documental o leer un libro, pero siempre podré volver a disfrutar del Churchill de Gary Oldman.
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