¿Os imagináis un mundo en el que gran parte de la población muere debido a un virus? Puede que nos recuerde a la pandemia actual, pero desde luego ahí terminan las semejanzas. En primer lugar, porque es mucho más mortal y no hay salvación ni vacuna. Y en segundo lugar, porque es un virus de la gripe mutado (parecido a Apocalipsis de Stephen King).
Todo sucede prácticamente de un día para otro. Las personas que están de viaje no pueden regresar a su lugar de origen, muchas quedan abandonadas a su suerte en el aeropuerto, las comunicaciones de todo el planeta se han caído y no hay forma de hablar por teléfono con otras personas ni mandarlas un mail.
Pero horas antes de que esto ocurra, en una representación del Rey Lear, de Shakespeare, el actor protagonista, Arthur Leander, muere de un ataque al corazón en mitad del escenario. Es algo que parece que no tiene nada que ver, pero que tendrá consecuencias, como veremos a lo largo de la novela. Varios de los personajes que estaban esa noche allí tendrán un papel importante en la acción.
No se trata de una novela distópica que nos presenta cazadores o caníbales, pero sí una atmósfera inquietante. No es que el lobo sea un lobo para el hombre, sino que sencillamente la mortalidad de la llamada Gripe de Georgia es tal que no hay muchos supervivientes. Sin embargo, un grupo teatral recorrerá las zonas en las que hay asentamientos humanos para representar obras de Shakespeare y lograr al menos que ese tesoro no se pierda.
En una de esas paradas escucharán un relato demoledor: hay una persona que se hace llamar el Profeta, que ha creado un culto mesiánico alrededor de su persona y que amenaza con terminar con todos aquellos que no se unan a él. ¿De dónde ha salido ese personaje? Los saltos que da la novela hacia delante y hacia atrás nos lo irán desvelando de una manera tan clara que nos resultará imposible perdernos. Estación Once (Editorial Kailas) está muy bien escrito. Y nos engancha desde las primeras páginas.
Conoceremos así la vida de Arthur, el actor muerto, de su ascenso, sus divorcios, sus hijos, su amor por el lujo... hasta llegar a esa última representación y a esas horas fatales mientras en un avión se daban los primeros casos de gripe. Desde luego no es la típica distopía. El cariño que pone el grupo teatral en la representación de las obras de Shakespeare y en tocar música clásica nos hace reflexionar en qué legado quedaría si la humanidad estuviera al borde de la extinción.