Hijos de Dune es la tercera entrega de la inmortal saga de ciencia ficción, Dune, de Frank Herbert. Una novela repleta de temas profundos como el destino o el libre albedrío, nuevamente contextualizada en el hostil planeta Dune, pero con unos nuevos protagonistas sobre el escenario: Leto y Ghanima Atreides, los hijos de Paul Atreides y su concubina, la fremen Chani. Sin llegar a estar a la altura de la magistral primera parte de la saga, este libro sí que es bastante mejor que su predecesor El mesías de Dune, aunque, para mí, también tiene algún que otro “pero”. Toca nueva excursión por las indómitas arenas de Arrakis.
Con una historia que se desarrolla tiempo después de los acontecido en la segunda novela, Hijos de Dune nos presenta a los hijos de Paul, unos niños de nueve años que, en realidad, no lo son tanto, puesto que han heredado las memorias de todos sus antepasados (al igual que su tía Alia), así como la sabiduría y revelaciones de su propio padre, lo que los convierte en unos eruditos, sobre todo a Leto, conocedor de las consecuencias que traerá la nueva evolución del ecosistema de Dune, el comercio de la especia, etc. Con el Muad’Dib reducido ahora a un predicador de premociones apocalípticas que critica la religión surgida en torno a su figura, una Alia sentada en el trono de Arrakis enloquecida por el poder que las voces de su interior tienen sobre sí misma, o el heredero de los Corrino dispuesto a recuperar su reino, entre otros personajes, se completa esta trama llena de pactos, traiciones, profecías, sorpresas y algo de acción, que ayuda a avanzar un poco más en la épica historia de Dune. Tampoco faltan las reflexiones, paradojas y contradicciones, con un final que sienta las bases de la dirección futura en las siguientes entregas.
Sin embargo, creo que esta novela tiene algunos fallos que hacen que no sea un libro para todos y que puede desinflar las ganas de leer la saga a pesar de su original e interesante trama. Y es que el ritmo se hace muy cuesta arriba en muchas ocasiones, la complejidad de algunas reflexiones o lo repetitivo de las mismas llega a aburrir y (no sé si es sólo impresión mía o le ha pasado a más lectores), se me antojan demasiado crípticas algunas conductas de personajes, de los que es complicado incluso comprender sus motivaciones, actuaciones y cambios de pareceres. Esto es algo que en personajes como Leto puedo entender, por su carácter místico e enigmático y su papel en el futuro del planeta, pero que me chirría en otros protagonistas que deberían ser más accesibles al lector. Sí que me han gustado mucho algunos pasajes, como los que conectan esta historia ficticia con la historia real, como el descubrimiento de Leo de que su estirpe procede de la civilización griega, ya que esto le da un sentido como más realista a la saga, dando a entender que estos humanos son los herederos de quienes años atrás empezaron a abandonar la Tierra para conquistar otros planetas.
Es complicado recomendar la lectura de Hijos de Dune, porque a mí realmente me ha gustado, pero no la he encontrado tan placentera en su desarrollo como me suele ocurrir con otros libros del género. Más bien he seguido con ella por la curiosidad de saber qué iba a suceder y porque algunos capítulos sí que los he disfrutado. Precisamente por eso, creo que continuaré con el resto de novelas, eso sí, postergándolas más en el tiempo y alternándolas con otras historias. Veremos qué ocurre finalmente con las visiones de Leto…