Existen casas que para nosotros están llenas de significado, casas que no queremos dejar escapar. Casas que están preñadas de recuerdos, donde reposa el reloj del abuelo, los restos de lana de la abuela. Casas en las que el tiempo se detiene y las raíces de los árboles levantan el pavimento.
Y llega un momento en la vida de esas casas en el que nuestros padres deciden por su cuenta y riesgo que lo mejor es venderla. Que reformarla sale demasiado caro. Y no nos consultan a sus hijos, a los depositarios de ese amor que sentimos por la casa.
Voy a confesaros un secreto: mis abuelos tenían una casa en un pueblo llamado Robledo de Chavela, en Madrid. Mi madre decidió venderla cuando murieron, sin consultar a nadie. Bueno, preguntó, se le dijo que no la vendiera y le dio lo mismo. Llevo unos veinte años soñando con esa casa.
Por eso, Irse yendo (Editorial Contintametienes) es uno de esos libros con los que se conecta de manera inmediata. Porque no sólo habla de la pérdida de una casa, algo que muchos hemos sufrido, y que hoy en día puede darse por múltiples factores (venta, deshaucio, mudanza, etc.). En la casa donde ha vivido siempre la protagonista, la casa de sus abuelos, una raíz comienza a levantar el pavimento del patio. Se trata de una higuera, pero la madre quiere venderla. La hija no puede mantenerla, y tiene que dejar ir todos los recuerdos que se acumulan entre esas cuatro paredes.
Intenta entonces representar Macbeth, como una forma de rebelión, como si todo ocurriera entre las cortinas de una obra de teatro y que la pesadilla fuera a terminar cuando cayera el telón.
La raíz de la higuera, desencadenante fatal de la decisión, es el apego, el esfuerzo subconsciente de la protagonista y narradora por aferrarse al pasado. No sólo al de casa de su abuela, sino al del barrio donde viven. Muchos vecinos están vendiendo sus viviendas a grandes constructoras. Y estas las derribarán, arrasarán los terrenos (quitando esa pobre higuera) y levantarán torres clónicas e impersonales, alrededor de las cuales crecerán Starbucks, McDonald's y demás franquicias.
No sólo es una crítica a la pérdida de identidad de los barrios y por ende, de las ciudades, que se han convertido en copias unas de otras, sino a la gentrificación de los barrios, a la pérdida de la esencia, de ese jugar en la calle, ir a casa de los amigos a la vuelta del colegio para hacer los deberes juntos. Trepar a esa higuera, que ni siquiera permanecerá cuando derriben la casa. Es la pérdida de los recuerdos más felices.
La autora está amadrinada por Cristina Morales, quien en el prólogo escribe y reflexiona sobre este dejar ir, ese marcharse, ese crecer a cualquier precio ante los embates de la vida.
Bueno, y además esta es la primera entrega de la iniciativa #LeoAutorasOct, este año dedicado a Doña Emilia Pardo Bazán en el centenario de su nacimiento. A pesar de que en este blog solemenos reseñar más autoras que autores, este mes las reseñas corresponderán únicamente a libros escritos por mujeres.