DE LA EDUCACIÓN DE LAS DAMAS
Título: De la educación de las damas para la formación del espíritu en ciencias y en las costumbres.
Autor: Poulain de la Barre (París 1647 - Ginebra 1725) fue un escritor, sacerdote, profesor y filósofo cartesiano. Procedente de una familia burguesa, durante toda su infancia y adolescencia se formó para acceder a la carrera eclesiástica, llegando a alcanzar el grado de bachiller de teología por la Universidad de la Sorbona. Fue ordenado sacerdote católico en 1688, aunque posteriormente se convirtió al calvinismo, siendo por ello repudiado por su familia. Fue perseguido y, después de la revocación del edicto de Nantes (1685), tuvo que huir a Ginebra. Acogido como ciudadano en Suiza, allí se casi, tuvo dos hijos y se dedicó hasta el fin de sus días a la enseñanza. Participó activamente, durante sus años de universidad, en los diversos debates intelectuales de la época que estaban teniendo lugar en las calles y en los salones parisinos, espacios de libertad y emancipatorios. Así fue como entró en contacto con las nuevas corrientes cartesianas, llegando a convertirse a la nueva filosofía. Más adelante, en los salones literarios, entra en contacto con el movimiento Preciosista y sus querellas de las mujeres. Consciente de las exigencias de las aristócratas francesas para poder acceder al mundo intelectual y su cuestionamiento sobre la autoridad marital, Poulain de la Barre no dudó en secundar sus reivindicaciones a través de ensayos como De l’égalité des deux sexes, discours physique et moral où l’on voit l’importance de se défaire des préjugez (1676), De l’excellence des hommes contre l’égalité des sexe (1675) y De l’éducation des dames pour la conduite de l’esprit dans les sciences et dans les mœurs (De la educación de las damas para la formación del espíritu en ciencias y en las costumbres; 1674) convirtiéndose en uno de los precursores del feminismo. A su vez, Barre también escribió sendos textos sobre la defensa del francés como lengua o sobre los exámenes públicos de conciencia.
Editorial: Cátedra.
Idioma: francés.
Traductor: Ana Amorós.
Sinopsis: Poulain de la Barre, discípulo de Descartes, destina su obra De la educación de las Damas, al igual que sus demás tratados, a la difusión de la filosofía cartesiana: se inscribe dentro de la polémica sobre las mujeres que se extiende en el ámbito mundano y cortesano de la segunda mitad del siglo XVII, y centra el debate sobre la igualdad de los sexos en la instrucción femenina, cuestión que será crucial en los siglos venideros. Poulain de la Barre es un filósofo de la modernidad, un preilustrado. El feminismo le es, sin duda, deudor por haber sido el primero en dotar a este de un fundamento racional incuestionable, suministrando el gran argumento ilustrado: en nombre de la razón se derivan iguales derechos para los dos sexos, y el primero de ellos es el derecho a ejercitarla para poder desarrollarse plenamente como ser humano. El derecho a la educación no consiste en otra cosa.
Su lectura me ha parecido:
Difícil, muy compleja, densa, idónea para lecturas más sosegadas, inminentemente didáctica, necesariamente reflexiva, expositiva, dialogada (hasta con el lector), feminista, interesante, oportuna, universal, por supuesto filosófica, todo un descubrimiento... Mientras buscaba información para la redacción de esta reseña me topé con algo muy curioso, y es que parece ser que existe cierta controversia por parte de los estudios feministas en lo concerniente a la conocida como "primera ola feminista". Por un lado, las investigaciones europeas, sitúan el inicio de este movimiento político-económico-social-cultural en el periodo de la ilustración, exactamente a mediados de siglo XVIII, argumentando que a pesar de los antecedentes - como el de Christine de Pizan en el siglo XV con La ciudad de las damas - es durante la crisis del sistema absolutista cuando se empieza a fraguar el llamado feminismo moderno. Para ellos, el Siglo de las Luces ampara las polémicas entorno a la naturaleza de la mujer y el cuestionamiento de la jerarquización de los sexos. Por el contrario, la genealogía del feminismo de inspiración anglosajona (especialmente la estadounidense), asegura que la primera ola se inició coincidiendo con el movimiento sufragista que se desarrolló tanto en EEUU como en Reino Unido a mediados de siglo XIX, teniendo como momento culmen la Declaración de Seneca Falls (1848), texto resultante de una reunión de feministas, abolicionistas y asociaciones políticas de talante liberal que puso de manifiesto las desigualdades entre hombres y mujeres. De este modo, esta segunda corriente no incluye gran parte del legado acaecido durante la edad moderna, en este caso, consta como un antecedente. Como veis, ha pasado el tiempo, los años y los siglos y el feminismo - como campo de estudio interdisciplinar - aún sigue siendo rico en cuanto a teorías y corrientes intelectuales. Sin embargo, en lo que coinciden prácticamente todos es en señalar a tres nombres fundamentales como - ya sean antecedentes o precursores - los que desde el plano académico y político se dedicaron a desarrollar la base de la conciencia feminista. Fundamental para, no sólo para las décadas venideras, también para el presente más acuciante. Dos de ellos son nombres de mujeres que todos los versados en estas lides conocemos: la francesa Olympe de Gouges - autora de la Declaración de los Derechos de la Mujer y la Ciudadana (1971) que murió guillotinada por su apoyo a los Girondinos - y la británica Mary Wollstonecraf - autora de Vindicación de los derechos de la mujer (1792) y madre de Mary Shelley -. El tercero fue Poulain de la Barre, un joven cura que defendió la inclusión de la mujer en el pensamiento filosófico tanto como tema como desde lo inminentemente práctico, es decir, que ellas también tuviesen el derecho de expresar sus opiniones y a plasmarlas sobre el papel para ser posteriormente difundidas entre los círculos culturales del momento. Pensamientos que no dudó en volcarlos sobre su ensayo más famoso y que hoy tengo el placer de reseñar. De la educación de las Damas: un feminista preilustrado en la era del Barroco.
Cuando descubrí que Poulain de la Barre se adscribía a la filosofía cartesiana no pude evitar rememorar ese angustioso Segundo de Bachillerato y, en concreto, a ese pensador del XVII, cuyo apellido inspira dicha corriente intelectual y el, por desgracia, se convirtió en mi cruz durante todo el curso. Hablo, como no, de René Descartes, cuyo discurso se me hizo muy pesado de aprender y arduo de entender. De hecho, a día de hoy, y tras haber superado la Selectividad y una asignatura de primero de carrera en la que me volví a encontrar con su pensamiento, confieso que sigo sin entender algunos aspectos de su corpus metafísico. Descartes fue un filósofo que se atrevió con todo, desde formular los pilares de la "moral provisional" dentro de la filosofía moral a adentrarse en el mundo científico para reflexionar entorno a disciplinas como las matemáticas, la física o la química. Hasta se atrevió a afirmar, entorno al concepto de la razón, que los animales eran seres sin conciencia ni inteligencia, incapaces de sentir dolor o ansiedad al carecer de alma, cosa que sí poseen los seres humanos. Como veis, ese ente incorpóreo también era objeto de sus desvelos intelectuales. Sin embargo, Descartes es fundamentalmente conocido por ser el autor del Discurso del Método, donde plantea la necesidad de una reforma del entendimiento de cara a abordar los problemas y retos que la nueva ciencia - la de la época por supuesto - requería. Para ello, creó un método de investigación fundamentado en la lógica, el análisis geométrico y en el álgebra. Incorporando a su vez la llamada "duda metódica" - dudar de todo - para llegar a la "verdad" - con su correspondiente moral provisional - que le llevará a crear el primer principio de su nueva filosofía: "Pienso, luego existo". Sí, esa frase que hemos escuchado en más de una ocasión - y no necesariamente en contextos filosóficos - es en realidad el argumento que revolucionó el pensamiento de la época, por la cual Descartes estableció la existencia de Dios y que acabó situando al oriundo de La Haye en Touraine como el padre de la filosofía moderna. Su influencia fue tal que, en las décadas y siglos venideros fueron muchos los pensadores que difundieron sus ideas o incluso adscribieron sus teorías al cartesianismo. Uno de ellos fue nuestro protagonista, Poulain de la Barre, que, desde las trincheras del conocimiento, le dio una especie de reciclaje feminista a las ideas de Descartes.
A modo de historia novelada inminentemente didáctica, anticipándose a obras de la Ilistración y sin perder de vista su carácter de tratado filosófico, en De la educación de las damas Poulain de la Barre nos sumerge en los diálogos de tres personajes llamados Sofía, Timandro, Eulalia y Estasímaco. A través de los cuales el autor reflexiona entorno al derecho de las mujeres a recibir la misma educación que los hombres ya que, tirando de argumentación cartesiana, considera son igual de válidas que sus colegas masculinos. A partir de la teoría de las dos sustancias formulada por René Descartes, la de la "res extensa" (o sustancia extensa) y la "res cogitans" (o sustancia pensante), Poullain de la Barre los usa para concebir la universalidad no genérica de la razón y reconocer a las mujeres la misma competencia de su uso. En un vocablo menos académico, que el sexo femenino tiene cuerpo, pero es la capacidad de pensar, la de ser "res cogitans" la que determina esa igualdad de la que habla su autor. Si Descartes proponía una visión más antropocéntrica del discurso del método, Poulain de la Barre aporta de este modo el argumento para considerar a las mujeres como tema al rededor del que también debería girar la filosofía, así como la necesidad de que éstas puedan instruirse para estar a la altura de los pensadores hombres. Para De la Barre la mujer pasa a ser un objeto epistemológico en un momento en el que comenzaba a fraguarse un género de vindicación - influenciado por las ideas de la reforma y el cartesianismo - que pusieron la base de un concepto de igualdad - entre hombres claro - bastante potente contra todo lo que representaba el Antiguo Régimen que, sin embargo, excluía sin piedad a las mujeres. En otras palabras, hasta que no se pelearon (derramando mucha sangre en algunos casos) los derechos del hombre no se pudo vindicar los de la mujer. Para él, la diferencia entre los sexos no concierne más que al cuerpo y sus correspondientes particularidades biológicas (como la reproducción en el caso de ellas), que en lo que a inteligencia se refiere no existe distinción alguna y que en todo caso habría que distinguir entre las mujeres más o menos instruidas. Y es en este punto, desde una lectura procedente del siglo XXI claro está, podemos señalar el elitismo de su autor. Debido a su origen burgués y a los círculos intelectuales en los que se movía no es de extrañar que De la Barre concibiese su pensamiento entorno a las mujeres de clases altas o burguesas, excluyendo al resto de la población femenina procedente de la base de la pirámide estamental. Ellas, evidentemente, no estaban ni en sus pensamientos ni en sus textos filosóficos. Huelga decir que, en cuanto a estilo, nos topamos con un texto farragoso, cuya lectura requiere de una paciencia infinita y que sólo es apta para quienes de verdad estén interesados en el tema. No apta para lectores poco acostumbrados al lenguaje filosófico o adictos a la literatura efímera.
¿Estamos entonces ante un aliado de la causa feminista en pleno Barroco? ¿Un hombre adelantado a su tiempo? ¿O simplemente frente a un escritor que, formalmente e ideológicamente, se anticipó a la Ilustración? Sí y no. En primer lugar no podemos pasar por alto que Poulain de la Barre era un hombre de su tiempo, y como buen hombre de su tiempo estaba condicionado no sólo por su sexo - dominante muy a su pesar - también por el feminismo filosófico de la época que le tocó vivir. Estaba a favor de la igualdad entre hombres y mujeres, además de apoyar la instrucción académica de éstas porque consideraba que eran igual de inteligentes que los hombres, y que por tanto eran igual de válidas para participar en tertulias filosóficas o publicar libros en los que manifestasen sus ideas. Incluso, tal y como refleja el subtítulo de la presente obra - para la formación del espíritu en ciencias y en las costumbres - poder aspirar a estudiar en las universidades carreras de ciencias. Sin embargo, dudo mucho que estuviese a favor de otros aspectos como el divorcio o el sufragio femenino. En cuanto a su influencia en los filósofos ilustrados es más que notable, sin ir más lejos Jean-Jacques Rousseau se inspiró en De la educación de las Damas, en cuanto a estilo literario y poderoso poso didáctico, para su Emilio o De la Educación. Eso sí, Rousseau no dudó - quién sabe con qué intención - en apropiarse de uno de los personajes de la obra de De la Barre - el de Sofía en concreto - para conducirla a un destino totalmente diferente. Confinarla en el ámbito de lo privado y otorgarle de una educación siempre en relación al hombre. Parafraseando al propio Rousseau, las mujeres deben: "Agradarles, serles útiles, hacerse amar y honrar de ellos, educarlos cuando niños, cuidarlos cuando mayores, aconsejarlos, consolarlos y hacerles grata y suave la vida son las obligaciones de las mujeres en todos los tiempos, y esto es lo que desde su niñez se las debe enseñar. En tanto no alcancemos este principio, nos desviaremos de la meta, y todos los preceptos que les demos no servirán de ningún provecho para su felicidad ni para la nuestra". Leyendo esto queda claro que a Rousseau - uno de los padres de la Ilustración y artífice el contrato social - la causa feminista le traía al pairo. Al menos Poulain de la Barre, desde su posición privilegiadamente elitista, pensó al menos en ellas, dándose cuenta de que las mujeres piensan y que por tanto merecen recibir la misma educación que la que se ofrece a los hombres, especialmente en ámbitos como las matemáticas, la física, la biología, la astronomía o la química. Más allá de influencias, apropiaciones y demás cuestiones, lo que saco en claro después de haber leído a Poulain de la Barre es que, en primer lugar, la historia no dejará nunca de sorprenderme con el hallazgo de personajes interesantes, y en segundo lugar, reivindicar, aún en pleno siglo XXI, el acceso de las mujeres a una buena educación, especialmente para las niñas. No debemos pasar por alto que todavía a día de hoy hay muchos países del mundo donde se les impide ir a la escuela o ven interrumpida su educación por motivos culturales, políticos, económicos o sociales. En este mundo no debería existir impedimento alguno para que una mujer pueda estudiar y conseguir completar su formación con garantías. Poulain de la Barre nos lo recuerda desde el siglo XVII, si la mente no tiene sexo, si la mujer y el hombre son iguales, si los dos poseen la misma capacidad de asimilación de conocimientos, en la educación no debería tampoco existir esa distinción.
De la educación de las Damas: un texto de aprendizaje, feminismo preilustrado, diálogos, debates, cartesianismo... Un texto pionero para leer, releer y volver a él las veces que haga falta.
Frases o párrafos favoritos:
"La mente no tiene sexo"
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Cátedra