¿Te imaginas un mundo gobernado por niños? Por increíble que parezca, esta es la idea sobre la que Cixin Liu construye La era de la supernova, una novela de ciencia ficción que funciona perfectamente como una original y futurista fábula. Un libro peculiar (como todo lo que escribe este gran escritor chino), que tiene sus más y sus menos, ya que arranca muy fuerte, pero va perdiendo algo de fuelle cerca de la mitad de la historia, pese a lo cual sigue siendo muy recomendable. ¿Te apuntas a descubrir un mundo gestionado por críos?
Cixin Liu se caracteriza por mirar constantemente en su obra al Universo. Y de este misterioso Universo procede precisamente el elemento que hará cambiar radicalmente el rumbo de la historia de la humanidad en La era de la supernova: Un buen día, una lejana estrella llega a la tierra para dañar irreversiblemente los cromosomas de todas las personas que superan los 13 años de edad. Pronto, la humanidad descubre que la esperanza de vida de los adultos se ha reducido a apenas un año y se decide que la gente legue a marchas forzadas todo su conocimientos a sus hijos, con la expectativa de que ellos puedan retomar las riendas de la civilización justo donde la población adulta la dejará tras miles de años de desarrollo. Los infantes aprenden rápido y, tras perder a la población adulta, entran en pánico, pero no tardan en ser capaces de hacer funcionar los entramados políticos, económicos y sociales de manera similar a la de sus progenitores. Sin embargo, su naturaleza infantil más egoísta, despreocupada y hedonista que la de las personas maduras, acaba revelándose y, como consecuencia, el mundo entero termina convirtiéndose en un gigantesco y peligroso tablero de juego.
Piensa en las implicaciones que todo esto podría tener en la configuración del mundo: una sociedad infantilizada, cuya única motivación se basa en jugar y obtener diversión de manera fácil y rápida y cuya demanda de entretenimiento lleva a los mandatarios de las diferentes naciones (también niños) a organizar descabellados eventos, como unos “juegos olímpicos” internacionales que no son más que otra sangrienta guerra mundial. En este contexto, Cixin Liu reflexiona sobre la condición de los niños, a los que los adultos se empeñan en concebir como inocentes y pacíficos, cuando en realidad tienden a la violencia y al caos. Al no tener ya la represión paterna, los niños imaginados por Liu dan rienda suelta y sin tapujos a comportamientos atroces desde el punto de vista adulto, pero totalmente justificado para los infantes. Salvando las distancias, en más de una ocasión me ha parecido estar leyendo una especie de El señor de las moscas en versión futurista, por las similitudes que plantea con la idea de una comunidad liderada por las crueles pasiones de los niños o adolescentes. De hecho, creo que hasta aparece nombrado este título en algún momento del libro, para dejar de manifiesto que se trata de un guiño u homenaje a la célebre obra de Golding.
Aunque no voy a profundizar mucho en ello, quiero mencionar lo acertado que resulta también el análisis de los diferentes comportamientos de los países en este escenario ficticio. Tomando como referencia la historia real y la cultura de grandes potencias como Estados Unidos y China, Liu imagina una sociedad americana que, aunque ahora sea infantil, sigue fiel a su afán por sobresalir, conquistar y llevar la batuta del mundo, mientras que los niños chinos se apegan más a la tradición y la legitimación de la misma.
Asimismo, y dejando a un lado lo interesante de las reflexiones que Liu nos regala en La era de la supernova, lo ágil de su ritmo narrativo y la gran carga de acción para disfrutar, quiero también comentar lo que menos me ha gustado de esta novela. Y es que he tenido la sensación de que, aproximadamente a la mitad del libro, he desconectado mucho de la trama, perdiendo repentinamente mi enorme interés inicial, debido seguramente a que se centra demasiado en uno de los eventos desarrollados para luego divagar bastante. Aunque desde la mitad hacia el final del libro siguen sucediendo cosas interesantes, he tenido la sensación de que el autor pierde un poco el rumbo. El final, bastante abierto, me ha gustado por lo que plantea, pero he echado en falta una explicación de cómo se ha llegado a él. Liu parece conformarse erróneamente con esbozarlo, sin una argumentación o construcción sólida y satisfactoria para una historia de tanta calidad.
Personalmente, yo sí recomiendo la lectura de esta obra, que nos aporta una experiencia lectora única, aunque creo que, si quieres conocer al Liu más sobresaliente, debes leer sí o sí su trilogía El problema de los Tres Cuerpos, en la que desarrolla mucho más concienzudamente temas aquí planteados, como la existencia de un videojuego realista y sensorial, los secretos amenazantes que oculta el Universo, o el comportamiento de la humanidad cuando da comienzo la cuenta regresiva hacia su extinción. Un gran autor, este Cixin Liu, del que todavía tengo pendiente más de una obra por leer y que (espero) continúe escribiendo fiel a su inconfundible estilo. Gracias a él, seguiremos mirando hacia las estrellas.
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