Lo prometido es deuda, y como en su día comenté que no tardaría en reseñar La insurrección de Rosalera (continuación de Rosalera) en cuanto cayese en mis manos, hoy te traigo mis impresiones sobre esta segunda parte de la Trilogía del Ajenjo de Tade Thompson. De nuevo, un libro de ciencia ficción futurista con exóticos elementos africanos y temática alienígena que en España ha sido la editorial Runas (como no podía ser de otra forma) la encargada de traer esta historia a los lectores.
En La insurrección de Rosalera volvemos a la Nigeria de un futuro del que apenas nos separan unas décadas para reencontrarnos con la ciudad de Rosalera, surgida alrededor de una bóveda de origen extraterrestre llena de incógnitas para la población humana. Las cosas se ponen interesantes en lo referente a esta misteriosa biobóveda, porque empiezan a desarrollarse acontecimientos en sus inmediaciones que traerán de cabeza a una serie de protagonistas. Si en la anterior entrega era Kaaro el prota casi absoluto, ahora parte de la acción del libro recae sobre Aminat, su novia, quien recibe el encargo de la agencia S45 de proteger a Alyssa. Y es que la tal Alyssa se las trae porque es una mujer que no recuerda nada de su vida, pero sí de un pasado mucho más remoto y de otro mundo, siendo más que probable que sea una criatura clave y trascendental para Ajenjo. Por otro lado tenemos a Jack Jacques, el alcalde de Rosalera, que acabará llevando a su ciudad a la guerra contra Nigeria al declarar su independencia. Por si fuera poco, vuelve a aparecer Anthony, el avatar humano de Ajenjo que intenta encarnarse de nuevo para descubrir el motivo por el cual la bóveda parece estar enfermando, y encima surge una planta que parece querer destruir a Ajenjo. Esta novela de narración coral se completa con otros puntos de vista como el de Eric (otro agente de la S45) o Walter, un aclamado escritor.
Lo mejor para mí de La insurrección de Rosalera es la contraposición que nos ofrece Tade Thompson entre miseria e injusticia social y una tecnología imposible que convive con los poderes o nuevas capacidades que la xenosfera permite. Esta novela de ciencia ficción tiene un componente muy orgánico, ya que al fin y al cabo Ajenjo es un alienígena vivo y la cúpula no es precisamente artificial y la originalidad de esta historia termina por completarse con el escenario elegido: el continente africano, tan poco explotado en la literatura de este género. Llena de acción, misterios y escenas trepidantes, esta continuación de Rosalera me ha gustado más incluso que la primera parte, porque desvela un poco más de la extraña criatura alienígena, de sus intenciones y de su lugar de origen. El final me ha fascinado y creo que deja más que sentadas las bases para su tercera y última entrega (¡Ojalá llegue pronto!).
Por supuesto, la lectura de Rosalera y La insurrección de Rosalera es más que recomendable para los seguidores de la ciencia ficción. Creo que esta trilogía no puede faltar en ninguna librería porque sospecho que, al igual que otros libros de autores emergentes, está creando una nueva rama del género que marcará la trayectoria futura del mismo. Sólo nos queda disfrutar de todo lo que nos va a ofrecer.
ó