Los voluntarios será Eleanor, una joven retraída que lucha por encajar y que apenas tiene amigos tras años cuidando a su madre inválida. También estará Theodora, una artista bohemia que disfruta flirteando y siendo el centro de atención, y Luke Sanderson, el futuro heredero de Hill House.
Tras explorar la mansión y ver sus ángulos imposibles, sus perspectivas forzadas y los engaños a la vista que ofrece, el doctor les cuenta la historia de la casa. Fue construida por Hugh Crain para su esposa, quien murió repentinamente antes de llegar incluso a conocerla. La siguiente esposa enfermó de tisis, lo que llevó al matrimonio a viajar a por balnearios europeos buscando alivio. Las hijas se quedaban largas temporadas solas en la casa y cuando la heredaron, fue motivo de disputa entre ellas.
Además de los voluntarios y el doctor, también vive en la casa el matrimonio de guardeses, los Dudley, que son maleducados con los huéspedes e insisten en no quedarse en la casa después de la puesta de la sol. Los personajes tendrán que lidiar con una mansión encantada y con los prejuicios de los demás hacia ellos.
Shirley Jackson
Si tuviera que elegir las dos mejores novelas de fantasmas del siglo XX, elegiría Otra vuelta de tuerca, de Henry James, y La Maldición de Hill House (Editorial Valdemar). Estamos acostumbrados a películas de terror llenas de sangre y carnicería y estos libros son precisamente lo contrario. Aunque no por ello dan menos miedo. Se basan en crear el terror mediante elementos sutiles: el frío al entrar a la estancia, los crujidos del suelo por la noche, el movimiento captado al filo de la consciencia, con el rabillo del ojo, etc.
La mayoría de la gente nunca ha visto un fantasma y no quieren o no esperan verlo nunca, pero casi todo el mundo admite haber tenido alguna vez la sensación furtiva de que podrían encontrarse con uno si no tuviesen cuidado, si doblasen una esquina demasiado rápido, quizás, o si abriesen los ojos antes de tiempo al despertarse durante la noche, o si entrasen en una habitación a oscuras sin vacilar primero.Pero también Shirley Jackson juega con nuestros miedos y obsesiones más profundas, que no tienen nada de sobrenatural. El miedo a no ser aceptados, a estar desarraigados, a que no nos quieran. El temor a no encajar, a defraudar a aquellos que nos quieren, a no estar a la altura. Es el mismo esquema que usa la autora en Siempre hemos vivido en el castillo.
Se trata de un libro que ahora está de actualidad gracias a la serie de Netflix, que difiere bastante de la novela. Merece la pena revisar este clásico que muestra terrores eternos que nunca pasan de moda y que no necesariamente son de naturaleza paranormal.