DE LA MUJER.SELECCIÓN DE OBRAS
Título: De la mujer.
Autora: Concepción Arenal (Ferrol 1820-Vigo 1893). Tras la muerte de su madre quedó como heredera de los bienes familiares, a la edad de 21 años, lo que le permitió retomar la aspiración de completar su formación intelectual (anhelo no comprendido hasta ese momento por la familia). Para ello ingresó como oyente en la Facultad de Derecho de la Universidad Central de Madrid vestida de hombre. Después de descubrirse su engaño, el rector hubo de admitir a Arenal a pesar de esta, de manera magistral, un examen de ingreso. Tras una excelente trayectoria literaria y toda una vida dedicada a la ayuda de los desfavorecidos y a mejorar su situación (participó en proyectos de construcción de casas baratas para obreros, fue visitadora de prisiones de mujeres...) falleció en la ciudad de Vigo a los 73 años de edad. Como escritora es reconocida por sus obras de carácter social: la denuncia de las condiciones de las cárceles (Estudios penitenciarios), la mendicidad (La beneficencia, la filantropía y la caridad) o la situación de los obreros (La cuestión social. Cartas a un obrero y a un señor). Sus escritos por la defensa de los derechos de la mujer, recogido en esta obra, son los que han hecho ser considerada una de las pioneras en el movimiento feminista en España junto con Emilia Pardo Bazán.
Editorial: Triskel Ediciones.
Idioma: castellano.
Sinopsis: esta obra compila, por primera vez, los escritos feministas más importantes de Concepción Arenal, autora considerada una de las pioneras del movimiento por la defensa de los derechos de la mujer en España. Los tres textos que componen la selección son: La mujer del porvenir, donde Arenal combate intelectualmente las presuntas limitaciones genéticas de la mujer y su futuro en la sociedad; La mujer en su casa, en el que analiza y supera los planteamientos de la obra anterior, así como os problemas a los que bene hacer frente la mujer de la época para alcanzar la dignidad social y política; por último, en La educación de la mujer, la autora detalla la que considera la gran condición para que la mujer logre su objetivo de igualdad de derechos, la educación.
Su lectura me ha parecido: en dos palabras: absolutamente necesaria. Sin más adjetivos, ni calificativos, ni demás descripciones. Tan simple, tan conciso, tan preciso. Queridas lectoras y lectores, es un hecho, el feminismo ha venido para quedarse. Y no sólo lo digo yo, sino los medios de comunicación, las redes sociales, la industria editorial, el ámbito de la educación, el de la empresa, el del sector primario, el secundario y por supuesto el terciario. Incluso la propia calle, donde al fin y al cabo se fraguan muchos de los cambios sociales, lo sabe. Al principio, como es normal, no puedes evitar sentir cierta euforia interna, por fin ha pasado y lo que llevas tanto tiempo defendiendo, manifestando y pensando parece materializarse en algo más grande e importante. Os aseguro que el comprobar, sobre todo a través de los principales canales de información, que no eres la única y que existen otras personas que comparten tu misma visión sobre el tema reconforta. A eso y a esa red de solidaridad, compañerismo y ayuda entre mujeres se le conoce con el nombre de "sororidad", algo que ha hecho posible que a día de hoy podamos hablar del resurgir del movimiento feminista, no solo en España, también a nivel global. Entonces, cuando todo parecía ir encaminado en la buena dirección, irrumpe la fuerza del capitalismo, ahogando los discursos y convirtiendo las históricas reivindicaciones en "moda". Ejemplos los podemos encontrar a todas horas. Desde las camisetas con mensajes explícitamente feministas (fabricadas casualmente por los mismos que no respetan los derechos de las mujeres que las confeccionan en los países tercermundistas donde tienen instaladas sus fábricas), hasta ciertos rostros conocidos definiéndose de repente como feministas (cuando hasta ese momento habían tratado de esquivar el término), pasando por esa sorprendente preocupación por parte de las corporaciones más importantes del país, algunas de ellas propietarias de las cadenas privadas de mayor audiencia que no dudan en sumarse a la causa (sin hacer autocrítica y reproduciendo sin roles sangrantemente machistas). Afortunadamente, y aunque dentro del mundo de la literatura hay títulos que dejan mucho que desear, parece que algunas editoriales, sobre todo las más humildes (siempre las más humildes) parece que han sabido captar el mensaje. Ejemplo de ello ha sido la enorme cantidad de reediciones de clásicos feministas que actualmente encontramos en nuestra librería cercana. Ya sea novela u ensayo, todos parecen tener una nueva oportunidad, o la primera por desgracia para de la mayoría de ellos, de trasladar al lector de a pie mensajes cuya vigencia sigue intacta al paso del tiempo. Uno de ellos, el que hoy vuelvo a tener entre mis manos, me habló de educación, de valores, de derechos, de dignidad...Pero también me descubrió a una de las grandes pioneras cuyo estilo, por culpa del patriarcado, no había degustado hasta ahora. De la mujer: el feminismo según Concepción Arenal.
La historia de como esta colección de textos fue a parar a mi cada vez más abarrotada estantería (sí, el fantasma de la segunda fila ha vuelto) es larga, por lo que es posible que a lo largo de este párrafo desconectéis y paséis al siguiente o simplemente dejéis de leer esta reseña. Pero ¿sabéis que os digo? que no me importa, porque esta también es la historia de una injusticia que debe ser relatada. Una injusticia cuyo nombre no es otro que invisibilización. Desde bien pequeña he sentido como míos personajes femeninos sacados de la factoría Disney. La Bella Durmiente, Bella, Jasmin, Ariel...Aunque mi favorita, según me han contado mis padres, era la Cenicienta. Esa chica de desgraciada existencia a la que un apuesto príncipe rescata y la convierte en su esposa. Muchas niñas, hoy mujeres, de mi generación hemos crecido con esos referentes, hasta el punto de que llegamos a creernos que lo mejor que nos podía pasar era tener "novio" o algo parecido a ello. De hecho, cuando una de la clase decía tener novio (que casi siempre resultaba ser un compañero de clase) enseguida se convertía en la más popular y en la más envidiada al mismo tiempo. ¡Que tiempos aquellos! ¡Que inocentes éramos! En lugar de meternos por los ojos otros referentes, en lugar de explicarnos que las princesas de Disney respondían a un modelo de mujer caduco y alejado de la realidad, nos dejaron estar, libres, pero con el deseo de que un príncipe azul nos defendiese o suspirase por nuestros huesos. Llegó la Secundaria, otros personajes femeninos del ámbito cinematográfico habían irrumpido con fuerza, pero de nuevo la falta de referentes hacía que cayésemos una y otra vez en comportamientos machistas. En los temarios de las asignaturas todos eran tíos. Los teoremas, las formulas matemáticas, los descubrimientos científicos, las guerras, las conquistas, los reinos, las teorías filosóficas, las pinturas, las novelas, los poemas, las obras de teatro, las hazañas deportivas...Todo lo habían hecho los tíos. De vez en cuando, y cuando menos te lo esperabas, los profesores pronunciaban nombres como los de Isabel la Católica, Marie Curie, Emilia Pardo Bazán, Mercé Rodoreda, Isabel II o Victoria I de Inglaterra. Pero eso era la anécdota, el resto, tíos y más tíos. Y lo peor de todo es que en aquellos momentos ni lo pensabas, ni te cuestionabas el por qué las mujeres no tenían tanta presencia en los libros de texto, el por qué no habían mujeres filósofas o artistas por ejemplo. Hubiese estado bien que alguien hubiese levantado la mano para quejarse al respecto, pero en lugar de eso, nuestra cabeza estaba a otras cosas, como por ejemplo en acudir a clase lo más monas posible y en los cotilleos de índole sentimental. Yo reconozco haber sido en la secundaria un verso libre, no especialmente sobresaliente en los estudios (aunque si trabajadora), curiosa, que no escondía mis gustos y que se negaba a reírle las gracias al o la popular de turno. Algo que me acarreó algún que otro problema pero que sin duda me preparó para lo que vendría después: la dureza de los estudios universitarios. Fue finalmente ahí, mientras estudiaba tercero de Historia, cuando entablé mi primer contacto con Concepción Arenal. Fue breve, demasiado breve, pero intenso, tan intenso que desde entonces me juré que en algún momento me detendría largo y tendido en el pensamiento de la escritora gallega. Durante esa etapa, la más rica intelectualmente hablando de mi vida, descubrí el feminismo, biografías de mujeres de las que jamás había oído nombrar y una perspectiva, la de género, en cuyos parámetros me muevo siempre a la hora de escribir un artículo o de abordar una reseña. Ese día llegó, gracias a la editorial Triskel, y en cuanto el tiempo me lo permitió, pude por fin cumplir la promesa de deleitarme con sus escritos compilados bajo el título De la mujer. Cuando finalicé su lectura, y en lugar de dejarlo en la estantería hasta nuevo aviso, éste reposó en mi mesa de trabajo durante semanas. Acababa de leer a una de las grandes, a una mujer formidable cuya labor tendría que haber servido de inspiración para todas nosotras, a esa intelectual bárbara, adelantada a su tiempo, en definitiva a ese modelo de mujer al que habría que homenajear y seguir.
Centrándonos, ahora si, en la reseña propiamente dicha, comenzaré por apuntar una cuestión que me parece importante. En lo que a ensayos se refiere no hay una fórmula infalible. Los hay extraordinariamente entretenidos y ágiles, que se leen del tirón, consiguiendo que la información que éste quiere transmitir llegue a buen puerto. Pero también los hay que son todo lo contrario: pesados, densos, cuya lectura exige una mayor implicación del lector en todos los sentidos. En el caso del que hoy reseñamos, De la mujer, pertenece sin duda a este segundo. Pero ojo, que su lectura abrume no significa que sea malo, al contrario, y más tratándose de este libro, deberíamos de estar todo el mundo dando las gracias a Concepción Arenal. ¿Por qué? Pues porque que un texto así, en el que se habla de asuntos tan importantes como la condición femenina, merece leerse, releerse y tenerlo siempre a mano. Y en el caso de que alguien quiera abandonar su lectura, no hay problema, los ensayos no son como las novelas, de hecho, la forma de leerlos y de aproximarse a su contenido es completamente diferente. Así que mi consejo es, primero, que nadie se lea un ensayo pensando que es una novela, y segundo, que si lo abandonas no pasa absolutamente nada. Ahí radica la belleza del ensayo, que puedes volver a él y consultar de nuevo, dejarlo estar de nuevo y no perderte nada. Una vez hecha esta pequeña aclaración, y a parte de la complejidad de su estilo (no debemos olvidar que Concepción Arenal fue una mujer que vivió en el siglo XIX), es importante comentar que este libro no responde a una obra concreta, sino a varios textos recopilados, ordenados y expuestos a modo de homenaje y reconocimiento. En este punto deberíamos destacar la impagable labor de documentación y de edición llevada a cabo por la Editorial Triskel, pero también su valentía, pues aunque es probable que la idea de este libro surgiese a raíz del contexto en el que aún seguimos inmersos, el publicar a Concepción Arenal no deja de ser por ello menos meritorio. El libro como tal se divide en tres bloques temáticos perfectamente diferenciados (La mujer y el porvenir, La mujer de su casa y La educación de la mujer) con la intención de ofrecer al lector un amplio espectro desde el que poder abordar la cuestión principal, que no es otra que la situación de la mujer en la España de mediados y finales del siglo XIX. Por no extenderme más de lo necesario, pues son muchos los temas que se tratan en el libro, sólo me centraré en los que a mi juicio considero interesantes. En primer lugar, Arenal aporta un concepto a mi juicio interesante, el de la "socialización". Y recalco lo de interesante porque, aplicado a cuestiones de género, era bastante novedoso en la época. Según Arenal, la preparación de la mujer para estar en casa anula lo social, pero al mismo tiempo, a ésta se le exige que participe y se mueva en lo externo, en lo puramente social, pero entonces, si la mujer en cuestión sabe moverse como pez por el agua en estos ámbitos entonces es recriminada. Encontramos por tanto una paradoja: privamos a las mujeres de lo social al mismo tiempo que demonizamos a las que lo ejercen. Sin duda una contradicción más que se suma a la larga lista de incongruencias producidas por la cultura patriarcal. En segundo lugar, la o el que se adentre en De la mujer comprobará la admiración que Arenal siente respecto a los movimientos sufragistas, en especial por el estadounidense. Es la época, en 1848 había tenido lugar la Declaración de Seneca Falls y el libro de Mary Wollstonecraft (Vindicación de los derechos de la mujer) comenzaba a servir de inspiración a los primeros movimientos feministas anglosajones. Por tanto, ¿es posible que Arenal fuese una de las intelectuales que introdujo la idea de sufragismo en España? La respuesta es sí. Sin embargo, Arenal, en tercer y último lugar, hace un llamamiento a la calma, a ir con cautela, a no anticiparse. La lucha por los derechos de las mujeres es necesaria, eso lo repite constantemente, pero apunta a que los objetivos deben alcanzarse poco a poco y solo tras haber recibido una educación en igualdad. De hecho, hay un momento del libro en el que parece dudar respecto a otorgarle el voto a las mujeres (pues según ella se le estaría dando a los maridos) para después rectificar y referirse a él como un elemento empoderador para éstas. Ideas, reflexiones, opiniones, conciencia feminista...Todo eso se respira en De la mujer. Capítulos en los que, aunque me he dejado muchos temas en el tintero, encontraréis una mirada singular y avanzada a su tiempo.
Madrid, año 1841, un alumno al que nadie ha visto antes se incorpora a las clases en la Facultad de Derecho de Madrid. Es atento, silencioso, disciplinado, apunta todo cuando puede sin entretenerse con las bromas de los compañeros. Su aspecto también resulta peculiar (pelo corto, capa y sombrero de copa) para los estándares de la moda de entonces. Todos creen que es un excéntrico, que quiere llamar la atención, que es rico, seguramente hijo de algún terrateniente de provincias. Pero entonces, un día se descubre que aquel señor tan extravagante es en realidad una mujer, una mujer llamada Concepción Arenal. Como ella, muchas mujeres durante el siglo XIX se vieron obligadas a vestir de hombres para poder asistir a la Universidad en España, cuya entrada al sexo femenino estaba completamente vetada. Tras el escandalo que supuso la revelación de su verdadera identidad, Arenal fue sometida a un examen para demostrar sus conocimientos de Derecho. El resultado de la prueba fue tan excelente que el rector se vio obligado a readmitirla, esta vez, sin necesidad de ningún disfraz. Sin embargo, y a pesar de que Arenal atesoró un conocimiento fundamental en su futura carrera intelectual, tuvo que aprender en el marco de una comunidad educativa que se negaba a enseñar a las mujeres. No pudo matricularse, tuvo que asistir de oyente y no realizó más exámenes, por lo que jamás recibió título universitario alguno. Además, tampoco se le permitió interactuar con el resto de compañeros de clase. Cada mañana, el bedel de la universidad la recogía en la puerta de la facultad y la conducía a una habitación preparada para ello. Una vez allí, el profesor la recogía, la conducía al aula, la sentaba en una zona apartada, y al concluir, la devolvía a dicha habitación, donde Arenal esperaba al siguiente profesor de la siguiente clase. Y así cuatro años, hasta 1845, año en el que finalizó su último curso de Derecho. Hoy en día, en muchos países del mundo las mujeres hemos conseguido vencer esa prohibición, superando incluso en número de matriculas a los hombres en lo que a estudios universitarios se refiere. Cada vez hay más mujeres en las aulas, es un hecho. Sin embargo, todavía existen ciertas profesiones, sobre todo en el ámbito científico y tecnológico, en donde el número de mujeres es menor respecto al de los hombres. Algo que no ocurre por ejemplo en las carreras de letras, donde está demostrado que hay más mujeres tomando apuntes en sus aulas que hombres. Pero tampoco debemos olvidarnos de que, en otras partes del globo, las niñas no pueden ir a clase, ya sea por falta de dinero o por cuestiones culturales, siempre relacionadas con los roles de género. Sin ir más lejos, hay países en los que las mujeres todavía tienen prohibido el acceso a cualquier tipo de educación, desde la primaria y ya no digamos los estudios superiores. A pesar de ello, en el mundo occidental tenemos el tema de la educación como algo normalizado, habitual, que forma parte de nuestro día a día y por supuesto, en la que las mujeres están incluidas, tanto como docentes como alumnas. Por eso, y haciendo honor al ejemplo de Concepción Arenal, no debemos olvidar de donde venimos, que nuestro camino hacia la conquista de un derecho tan fundamental como es el de la educación estuvo lleno de piedras, curvas y grietas. Y por supuesto, una vez tengamos esa conciencia histórica, usarla para poder mejorar el mundo, para ayudar a todas esas niñas y mujeres privadas de educación, para denunciar la situación, en definitiva, para clamar, gritando si hace falta, que las mujeres no somos menos que los hombres y que por tanto, ya que hemos estudiado en igualdad de condiciones, merecemos las mismas oportunidades laborales que nuestros iguales. La educación lo es todo, ya lo decía Concepción Arenal en pleno siglo XIX, unas reflexiones que bien podrían aplicarse a nuestros días, tan convulsos pero gloriosos para la lucha feminista. De la mujer: un texto valiente, complejo, breve, acertado, reflexivo...Un libro escrito por y para las mujeres de entonces y las de ahora.
Frases o párrafos favoritos:
"Así, pues, el régimen actual, debilitando a la mujer física, intelectualmente y moralmente, la hace más desgraciada y menos útil a la sociedad y a la familia, y es con frecuencia una víctima que, en vez de redimir, contribuye a inmolar a los que la sacrifican."
Película/Canción: en el año 2012 se estrenó en Televisión Española la película La visitadora de cárceles. Una cinta para televisión en la que se narra la impagable labor de Concepción Arenal en las cárceles de mujeres, dignificando a las presas y mejorando las instalaciones de estos lugares. Sin duda, uno de los episodios biográficos más interesantes de su vida. Tanto la ambientación como la dirección no tienen precio, al igual que la maravillosa interpretación de Blanca Portillo como Arenal. De hecho, ya que estamos y teniendo en cuenta los tiempos que corren, la cadena pública debería reponerla de nuevo. No es una exigencia, es una necesidad.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Triskel Ediciones