Estamos en 1980 en Cleveland, Ohio. Phoebe Shaw y su mejor amiga Jacqueline (quien también es su prima) van a graduarse y a dejar atrás la escuela secundaria. A los problemas típicos de la adolescencia, como el desamor o los celos, se unen las reiteradas huelgas en la acería.
Por si esto no fuera suficiente, algunas jóvenes del barrio han comenzado a mutar. Su piel comienza a volverse acuosa y a desprenderse y sus huesos se convierten en metal. Rápidamente, la calle Dermont, donde viven las adolescentes se divide en dos bandos: aquellos que apoyan a las jóvenes y que exigen que los médicos tomen medidas y aquellos que quieren echarlas del barrio.
Años más tarde, la protagonista regresa al lugar donde empezó todo. Las casas han sido vendidas a una inmobiliaria, quien va a derribarlas para construir nuevos edificios. Sólo la antigua fábrica de acero se alza en medio de la decadencia como un recordadorio perenne de lo que pasó en aquellos años. ¿Quiénes eran las Doncellas de óxido y qué ocurrió con ellas?
Las doncellas de óxido (Dilatando Mentes Editorial) es otra joyita que ganó el premio Bram Stoker a la mejor novela. La autora ha sabido captar como nadie el horror cotidiano que supone la falta de perspectivas, de horizontes laborales, el alcoholismo de toda una ciudad para sobrellevar la rutina. Y que no falte esa rutina, porque como se cierre la fundición, muchas familias quedarán en el paro.
Es una novela que habla de un fenómeno de terror, la de esas muchachas que van mutando cada vez más. Pero también nos habla de otro horror más cotidiano, el de los jóvenes que quieren huir antes de que la podredumbre de las fábricas les atrape. Tal vez ese refugio de insectos que crea Phoebe y donde las mariposas abandonan sus crisálidas sea la metáfota que mejor representa la caída del Cinturón de Acero americano.
Una edición muy cuidada, ilustrada con esmero por Juan Alberto Hernández. El prólogo corre a cargo de Antonio Torrubia y el posfacio es obra de Silvia Broome. La traducción, muy cuidada y exacta, sale de la mano de José Ángel de Dios. Un libro extraño, melancólico y onírico, sin quitar por supuesto sus momentos de extrañeza.
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