Ursula K. Le Guin se aleja en su novela Lavinia de la narrativa fantástica y de ficción que tanto caracteriza su obra, para centrarse en una historia de enfoque más mitológico y no exenta de misticismo. Precisamente, este cambio de registro fue lo que más me motivó a leer este libro que relata la vida de Lavinia, un personaje de La Eneida de Virgilio en el que la autora quiso profundizar y a través de cuyos ojos vemos la parte más humana de Eneas, el héroe que huyó de una Troya en llamas con su padre a cuestas y que, según la leyenda grecorromana, se convirtió en el padre del pueblo romano. Le Guin tira de imaginación para intentar reconstruir partes de la historia de los reinos anteriores al Imperio romano, a partir de los datos que nos han legado poetas como Virgilio y recrear una sociedad que bien podría pasar por real, a pesar de lo poco que se conoce verdaderamente de la península itálica antes del siglo II a.C. Que los hados nos sean propicios para disfrutar de esta original novela ganadora del premio Locus 2009.
Lavinia es la hija de un rey del Lacio, una región situada cerca de las colinas en las que, en un tiempo posterior al narrado en el libro, se fundaría la ciudad de Roma. Inteligente y sensible, la joven protagonista crece preocupada por la certeza de que, algún día, será arrancada del hogar de su padre (al que adora) para ser entregada en matrimonio a algún desconocido que la hará infeliz. Cuando llega el momento de elegir entre los pretendientes elegidos por sus padres, Lavinia los rechaza a todos pero, ahora, sí está dispuesta a casarse con un hombre: un extranjero de nombre Eneas de quien el espíritu de un poeta del futuro que se encuentra a medio camino entre el mundo de los vivos y los muertos le ha asegurado que está destinado a su mano y que será la llave de su felicidad. Conocedora de la historia de la guerra de Troya y de las aventuras y desventuras del exiliado Eneas a través de este peculiar profeta, Lavinia tiene claro que apostará por cumplir este destino prometido al lado del héroe, pero esto llevará a su pueblo a una guerra que acabará drásticamente con décadas de paz.
En Lavinia la historia va saltando en el tiempo para ir presentando alternativamente la infancia de la joven y fragmentos de su vida con Eneas, para finalmente centrarse en su madurez y el papel de su hijo y el de Eneas en la configuración de los pueblos y sociedades que, a pesar de estar profundamente influenciadas por las tradiciones y culturas griegas y etruscas, empiezan a definir los rasgos de lo que acabará siendo la cultura romana. El ritmo de este libro es bastante ameno y, aunque hasta bien avanzada la trama el lector no entenderá ciertas cosas, el argumento consigue enganchar y emocionar tanto con las vivencias de Lavinia como con las premoniciones que le llegan a través del poeta moribundo de otro tiempo.
Y es que, especial mención merece el homenaje que Le Guin hace a Virgilio, el poeta oficial de Augusto, el cual nos es presentado como un personaje etéreo, perdido entre dos mundos y que parece tener como misión de vital importancia la de asegurarse de que Lavinia acepte a Eneas como compañero de vida. De este modo, la autora concede a esta joven apenas mencionada en la historia del mundo clásico como alguien clave en lo acontecido antes de la fundación del Imperio romano. Además, me ha gustado mucho la visión de la autora de la figura de Eneas, prácticamente desmitificado y presentado como un hombre cansado, piadoso y lleno de arrepentimientos y las dudas propias de cualquier mortal.
Creo que Lavinia es una historia aparentemente simple, pero llena de complejidades porque abarca al mismo tiempo mitología, reconstrucción histórica, interpretaciones de personajes y acontecimientos y una humanización de personas que el tiempo cubrió de gloria como Virgilio o Eneas, a la vez que da voz a otras olvidadas como la propia Lavinia. Todo un experimento narrativo que te invito a conocer de primera mano.
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