Ilustraciones interiores del libro: Ángel Aragonés
Pról. María Antonia Ortega. Polibea, Madrid, 2014. 82 pp. 10 €
El arte de la contemplación. Entre el asombro y el arrobamiento
En voz de María Antonia Ortega, el haiku es capaz de abrir una cadena o cordillera de nuevos horizontes en una casa excesivamente amueblada [...] ¿existe este exceso en la casa de la Naturaleza?
En manos de la poeta Verónica Aranda y bajo unas deliciosas Lluvias continuas, esta casa se compone de un Camino que nos adentra en un Bosque y nos lleva a una Aldea traspasando la Montaña senderada desde donde contemplar al fin el Mar.
Camino/bosque/aldea/montaña/mar. Todos ellos paisajes dentro de la Naturaleza.
No podemos dominar el mundo simbólico del lenguaje, es el lenguaje el que suele condicionarnos estando supeditados a él, pero en este libro, la poeta es libre, eminentemente libre y nos muestra con una aparente sencillez de la lengua una realidad más profunda y más amplia que transcurre bajo tierra. La visión más intuitiva de la realidad. Una realidad que discurre debajo de la tierra que hay debajo de la tierra de la realidad primera. Es el suyo un lenguaje sencillo, sí, pero muy trabajado, depurado, un lenguaje que atraviesa túneles para llegar al mundo de la contemplación. Aranda no impone en este libro, solo muestra. Comunica. Nos comunica.
En "Bosque", la poeta se introduce dentro de un bosque que está dentro de otro bosque. En su otoño dentro del verano. Humedad de helechos sin más hechos que el pasado del Camino. Peces, Hayas, Tilos, Libélulas y truchas que revolotean su ocaso primaveral.
Y "Mar", "Mar" bien podría ser en todo su conjunto una despedida a estos haikus. Porque el mar es al fin el descanso de sus manos.
Esencia. Cortar ideas. Imágenes. Sensaciones y sabores. Cortar. Cortar. Cortar. Cortar moras. Silábicas bayas. Yuxtaponer escenas como en una película de cine mudo ( María Antonia Ortega). Estacionarse desnudo en una estación del año. Bajo la lluvia. Bajo una lluvia continua. La lluvia es el instrumento de medición de Aranda para trascurrir la vida. Las estaciones. La naturaleza. La lluvia es regeneradora y no se para. No se para. No se para. Despojarse de todas las ataduras. Filosofía budista que me trae a la memoria al tan leído, Krisnhamurti.
Si contemplar, que viene de la palabra griega theoría, significa ver, si contemplación es visión, es teoría, Verónica es poeta visionaria, epifánica a veces, manifestada y manifestando. Ella nos propone -si nos propusiera algo, pues ella es abandono en el núcleo natural de la vida-, nos propone, insisto, caminar. Solo Caminar. Caminar Solo. Nos lleva de la piel de la mano por sus recorridos a-solados. Solo el que conoce sin ojos el arte profundo de la contemplación sabe guiarnos más allá de nuestras miradas. Y Aranda tiene tal contacto místico con su Ser -en toda su existencia-, que macera versos inefables.
La poeta se estudia a sí misma. Y estudiarse a sí mismo es olvidarse de sí mismo. Ésa y no otra es la que nos llega. Verónica senderada y despojada de sí misma, desprendida, deja cuerpo y mente a un lado, piel al otro. Al centro, ella sin nada de esto. Un aquí y ahora. Por eso Aranda es la senda silenciosa. El sendero susurrado del agua. El asombro. Creo que es una de las poetas más coherentes con su filosofía de vida. Es la desembocadura pensante de cuanto siente. Es tierra aire agua y fuego también, pues como ya dijo Pizarnik: "El lenguaje silencioso engendra fuego. El silencio se propaga, el silencio es fuego".
Las líneas de Ángel Aragonés, que ilustra el libro junto a Fumie Ito con sus soberbios Ideogramas, se me antoja, o me lleva a las ilustraciones que hizo el francés Jean-Jacques Sempé en aquel bello libro de Patrick Süskind La historia del Señor Sommer.
(Publicado en Culturamas, mayo de 2014)