Mariana Enríquez es una de las renovadoras del género de terror hoy en día. En este blog hemos hablado de Las cosas que perdimos en el fuego, su libro de relatos cuya reseña podéis leer aquí y Nuestra parte de noche, una novela que reseñamos aquí.
Los peligros de fumar en la cama (Editorial Anagrama) está compuesto por doce cuentos sin piedad, angustiosos e inquietantes, pero capaces de darle otra vuelta de tuerca al género de terror. Mariana Enríquez parte de lo cotidiano, de lo banal, y luego va enredando y complicando la historia hasta dar lugar a un auténtico cuento de terror en el que todo vale.
«Leer buenos cuentos de terror es algo más bien raro… No muchos escritores se atreven a explorarlo… Hasta que aparece una escritora que, como Mariana Enriquez, no imita las historias de terror sino que las escribe desde cero. El lector abre el libro y ve el impacto que llega. El entusiasmo lo lleva al borde de la silla. Y todo tiembla un poco»
Una niña se obsesiona por cavar en su jardín y descubre unos huesos que resultan no ser de ningún animal. Una pandilla acude a bañarse a una laguna natural, sin tener en cuenta las corrientes de celos amorosos que se dan entre ellos y en lo que desembocan. Un barrio pudiente recibe la venganza de un mendigo al que previamente ha despreciado e insultado. Algunos barrios de Barcelona esconden leyendas oscuras y macabras, niños desaparecidos, terribles perturbaciones que no todos son capaces de ver. El fantasma de un balneario trata de atraer a algún huésped para sacrificarlo. Una chica siente una atracción fetichista hacia los corazones enfermos. Una estrella del rock muere y sus fans intentan darle el mejor homenaje posible, uno que a la vez es inimaginable. Un chico que filma a mujeres caminando recibe un encargo perturbador.
Mariana Enríquez recoge la tradición anterior grotesca y de terror, como Shirley Jackson o Thomas Ligotti y la actualiza con problemas de la Argentina actual. Su prosa es rápida y dinámica, y nos lleva de un horror a otro sin darnos ninguna tregua. Pero esa frontera con el terror es muy fina, porque otras veces se queda en lo perturbador y en el desasosiego.