Que nuestra eterna candidata al Nobel escribe muy bien es algo que ya sabemos. Que es capaz de abarcar todos los géneros, desde historias estremecedoras de tensión psicológica a ambientar sus novelas con viajes en el tiempo o hablar del gótico americano.
La polivalencia de la escritora americana se hace patente con cada novela que publica y Persecución (Editorial Gatopardo) no puede partir de una idea más interesante. Gabriella (Abby) sueña muchas noches con huesos y esqueletos y se despierta asustada. Sus pesadillas desaparecen durante una temporada hasta que el sueño se repite la noche de bodas. Al día siguiente se precipita bajo las ruedas de un autobús.
¿Ha sido un intento de suicidio? ¿Un accidente? ¿Una distracción al bajar el bordillo? ¿Qué ha podido llevar a esta joven inteligente, modesta y encantadora a actuar así? Mientras yace en coma en el hospital, su marido intentará averiguar los motivos de su comportamiento.
En realidad el accidente tuvo lugar al día siguiente de su boda, menos de veinticuatro horas de estar casados. El marido se culpa por algo que haya dicho y hecho y sentado al lado del cuerpo de su mujer empieza a repasar toda su vida desde el momento en el que apareció. Las cosas que le ha contado sobre su pasado pueden ser mentira, y eso es lo que más le atormenta. ¿Se ha casado con una extraña? ¿Por qué el incidente del autobús, que además ha tenido lugar paradas antes de la de su trabajo?
Pronto este hecho se convertirá en un macguffin, como decía Hitchcock, es decir, en una excusa para disparar la trama. Cada capítulo va describiendo más datos de la historia de Abby, hasta llegar a un núcleo en el que las cosas no son lo que parecen.
Como en casi todos los libros de Joyce Carol Oates hay violencia. No explícita, pero sí soterrada. Violencia hacia el personaje de Abby, no sólo por parte de los conocidos, sino también de los extraños. Siempre fue una chica agraciada y este hecho le ha puesto en situaciones difíciles con los hombres, puesto que a pesar de no haber hecho nada, ellos consideraba que iba provocando. Un tema que está desgraciadamente de plena actualidad.
Como siempre, está muy bien escrita. Joyce domina el lenguaje de una manera notable y parece estar dirigiéndose siempre a un único lector, jugando con él, llevándole por los laberintos de su imaginación y la de sus personajes, de manera que lo que comienza como una novela de intriga termina con un final terrorífico que podía haber salido de la mente de Stephen King (antes de que le atropellara la furgoneta).