Revista Cultura y Ocio

RESEÑA: El bosque.

Publicado el 19 septiembre 2019 por Jimenada
EL BOSQUERESEÑA: El bosque.
Título: El bosque.
Autora: Nell Leyshon (Glastonbury, Inglaterra, 1962) es novelista y dramaturga. Estudió Arte y trabajó como productora en televisión antes de dedicarse a la escritura tras el nacimiento de su segundo hijo. Fue galardonada con el Premio Evening Standard Theatre por su obra teatral Comfort Me with Apples. Bedlam fue la primera obra escrita por una mujer representada en el Shakespeare´s Globe Theatre. Su primera novela, Black Dirt (2004), fue candidata al Orange Prize y finalista del Commonwealth Book Prize. En 2008 publicó Devotion. En 2013, El color de la leche fue un éxito tanto de crítica como de ventas, llegando a ser elegido como el Libro del Año por el Gremio de Libreros de Madrid, y el Show de Gary, publicado en 2016, también de éxito inmediato. El bosque es su último libro publicado.  
RESEÑA: El bosque.
Editorial: Sexto Piso.
Idioma: inglés.
Traductora: Inga Pellisa.
Sinopsis: en una Varsovia ocupada por el ejército alemán, el pequeño Pawel –imaginativo, curioso e impresionable– crece protegido en el ambiente familiar de su hogar, rodeado de mujeres: su abuela materna, su tía Joanna y, sobre todo, su madre Zofia, una mujer dividida entre el amor a su hijo y el pesar por la pérdida de independencia que la maternidad le impone, alejándola de su chelo, de sus añoradas lecturas y, en definitiva, de su yo más íntimo. Para Pawel, ese hogar es su mundo, y está a punto de perderlo. Una noche, su padre, miembro de la resistencia, lleva a casa a un piloto británico herido de gravedad, lo que desencadena una serie de acontecimientos que obligarán a madre e hijo a huir y esconderse en el bosque.Décadas después, Pawel y Zofia viven en Inglaterra. Él, sin embargo,  es incapaz de dejar atrás el recuerdo de aquel bosque, en el que durante meses él y su madre sobrevivieron refugiados en un establo. Lejos de lo que le era familiar y en medio de la naturaleza –en ese limbo lleno de calma, belleza y misterio–, por primera vez el niño huidizo y temeroso se atrevió a explorar el mundo que lo rodeaba. El bosque representará para siempre una bisagra entre sus dos existencias, en Polonia e Inglaterra. Una nueva vida que sería casi perfecta si no fuera por los secretos que, al salir a la luz, abren una brecha que lo separa de Zofia. (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido: 
   Profunda, sutil, enormemente reflexiva, amena al mismo tiempo, original en cuanto a su punto de vista, por momentos desgarradora, necesaria, capaz de mantener al lector en vilo hablando de asuntos que bien merecen una honda reflexión, toda una sorpresa... Los que me conocen saben que soy una persona de costumbres en lo que a lecturas se refiere. De hecho - al contrario de mucha gente - me encanta llevarme de vacaciones o a viajes improvisados libros que tengan algo que ver con el lugar que voy a visitar. No siempre es así, pero si se me presenta la ocasión, lo meto inmediatamente en la maleta. Eso mismo hice este mismo verano, marcado por el regreso al pueblo. Sí, ese lugar al que me siento especialmente unida desde que tengo uso de razón. Esas calles empedradas por las que he corrido como una loca cuando jugaba a la pelota con mi hermano. Esas interminables tardes que las vecinas aprovechaban para sacar las sillas a la calle y conversar durante horas. Esas sonoras campanadas procedentes de la imponente iglesia la cual, siendo una niña, me parecía más un castillo. Pero sobre todo esa fragancia, esas praderas, esas montañas, esas fuentes, esos refugios, ese misterioso río de piedra, esas flores, esos pinos, ese bosque... En definitiva, esa proximidad tan maravillosa a la naturaleza me llena el espíritu, la inspiración y de paso también los pulmones de una pureza imposible de hallar entre asfalto, edificios y atascos mañaneros. Fue durante una de aquellas tardes cuando, tras una buena comilona campestre y tras haber posado la mirada en algún punto del frondoso bosque, me decidí a abrir la presente novela por la primera página. No sin antes felicitarme por la sabia decisión que había tomado hacía unas semanas respecto a aquella lectura. ¿Qué mejor forma de adentrarme en sus capítulos que hacerlo en el escenario más apropiado? Sentada en una vieja silla, ligeramente inclinada, con el perfume a  hojas secas pegado a mi nariz, con el estómago lleno y bajo una cúpula de árboles en ligero movimiento. Como acabáis de comprobar, los animales de costumbres existen - e aquí un ejemplo - como también los libros que, sin a penas preveerlo, te dejan con el estómago encogido, con infinidad de preguntas en el tintero y con las ganas de más. En este caso, de más novelas de Nell Leyshon. El bosque: las aristas de la maternidad en tiempos de guerra.
   A diferencia de algunos lectores - los cuales devoraron El color de la leche como si de un una hamburguesa o una porción de pizza se tratase - en mi caso esta ha sido mi primera vez con Leyshon. Y sinceramente, creo que ha sido la mejor forma de conocer tanto su estilo narrativo como sus preocupaciones como autora. Es cierto que El color de la leche supuso hace unos años un boom dentro del panorama literario internacional, éxito que en España se vivió especialmente de forma más intensa. No en vano le nombran el Libro del Año - importante reconocimiento que otorga el Gremio de Libreros de Madrid a las obras extranjeras traducidas y publicadas en nuestro país - a cualquiera. Algo que, como cabe de esperar, acaba traduciéndose en un extraordinario incremento de ventas y en popularidad. Desde siempre, ante estas situaciones, me he mostrado bastante escéptica. Y todo ello a pesar de no dudar ni un segundo en el criterio de quienes componen estas asociaciones. Sin embargo, eso no me inspiraba confianza, ya que muchas veces mi impresión final acababa siendo la contraria. No se si El color de la leche - novela que convirtió a Nell Leyshon en una autora británica muy querida y apreciada por los lectores a nivel mundial - estaría a la altura de esas expectativas que personalmente, y de forma inconsciente, me autogenero. De lo que sí estoy segura es de que, y gracias a la lectura de El bosque, no tardaré en darle una oportunidad. La personalidad de su autora bien lo merece, así como los temas que brotan entre capítulo y capítulo. Deseosos de que algún intrépido lector los recolecte y los use para exprimir todas sus propiedades, que son muchas.
  Para empezar diremos que El bosque narra una doble historia perfectamente estructurada en tres partes: la de Pawel (un niño imaginativo, tierno y extraordinariamente curioso) y la de Zofia (su frustrada pero abnegada madre) partiendo del contexto de la Varsovia ocupada por el ejército alemán durante la Segunda Guerra Mundial y deteniéndose en su periodo de supervivencia en un bosque y en su vida en Inglaterra tras haber escapado del horror de la guerra. Lejos de tratarse de una novela más sobre el nazismo o el famoso y trágico conflicto bélico que provocaron - que también - lo que hace único el texto de Leyshon es, no sólo esa interesante vuelta de tuerca a las voces de los narradores (desde un narrador omnisciente tremendamente inmiscuido en la trama), también por poner la lupa sobre determinados temas tan contemporáneos como actuales y que, en una trama de estas características, no dejan de resultar singulares. Para empezar, el lector que se adentra en El bosque - en este caso literalmente - se topa con un matriarcado formado por tres mujeres completamente diferentes entre si. Madre, abuela y tía a las que - además de sus lazos de sangre - las une una cuestión de supervivencia y de responsabilidad sobre Pawel. De las tres sobresale Zofia - sin duda el personaje más complejo e interesante de la novela -, una mujer llena de contradicciones entre las que destaca las relacionadas con la maternidad. Zofia se siente superada ante el hecho de ser madre, hasta el punto de que ella misma distingue dos "Zofias": la de antes de dar a luz a Pawel - independiente, dedicada a su chelo, a sus adoradas lecturas y con una habitación en el que poder desarrollar sus talentos - y la posterior al parto - con la carga mental y emocional que supone ver como el cuidado de su hijo le come espacio y la aleja de su yo más íntimo -. Una percepción perfectamente licita que, sin embargo, tanto en su época como a día de hoy, sigue condenándose con dureza. Ser madre no es sinónimo de debilidad y mucho menos de arrepentimiento. De lo contrario se considera egoísmo o de ser mala madre cuando en realidad esas dudas existen, esa nostalgia por la vida anterior, esa pérdida material e inmaterial que en muchos casos llena más que la propia maternidad. Aún así Zofia acepta como puede su rol de madre en tiempos convulsos y con la constante ausencia de su marido Michael, más preocupado por ayudar la resistencia clandestina que por ejercer una paternidad más responsable. De nuevo, la balanza queda completamente desigual.
   De esa casa habitada por mujeres - en la que Pawel pierde la inocencia a una edad demasiado temprana - madre e hijo acaban huyendo al bosque sin mirar atrás para huir de la invasión militar. Durante una temporada vivirán en un establo, en donde se debatirán entre las infinitas posibilidades que la naturaleza puede ofrecerles de cara a la supervivencia y la hostilidad de un medio en el que ambos se sienten extraños y unos intrusos. Es en ese punto en el que Leyshon saca la artillería pesada y hace un despliegue de un sorprendente lirismo. Donde antes había lágrimas, tristeza e impotencia; ahora hay abstracción, solidaridad, un intento de dignificación. La magia de un entorno tradicionalmente de cuento frente a la cruda realidad de quienes han escapado del horror y han abandonado la civilización porque no les ha quedado más remedio. Es también en el bosque donde tiene lugar el pulso narrativo más intenso, donde los diálogos cortan la respiración, donde los abusos velados por parte de Michael sientan como puñetazos en el estómago, donde el "no" no existe como respuesta, donde paradójicamente la opresión se hace fuerte cuanto más ancho es el terreno... En definitiva, donde el patriarcado se hace más fuerte amparado por la guerra y con el silencio - ese que Zofia trata de quebrar sin éxito - que ha sometido a la mitad de la humanidad desde el principio de los tiempos. Pero lejos de acabar ahí, llegamos a una tercera parte dominada por el recuerdo - es aquí donde un Pawel ya adulto realiza un viaje al interior de sus vivencias y aprende poco a poco a convivir con ellas - la existencia en un país que no es el suyo - Inglaterra - y a esos pequeños "dramas" familiares que resultan sorprendentemente insalvables. El bosque marca las vidas de Zofia y Pawel para siempre, sin embargo, y a pesar de estar a prueba de - nunca mejor dicho - bombas, hay cuestiones que una vida curtida en miedos y experiencias traumáticas son imposibles de comprender, de ser entendidas, apoyadas, reconocidas. En otras palabras que la supervivencia te hace fuerte, pero no por ello mejor persona o saber aceptar.
   Por último, debemos señalar lo que es una evidencia y que entronca directamente con la principal virtud de esta novela. La abuela, la tía Johanna y la propia Zofia son las distintas caras de una misma realidad, la de las mujeres que les tocó vivir el infierno que supuso la guerra en Varsovia, la de unas circunstancias excepcionales que alteraron su forma de vivir y que - en el caso de Zofia - coincide además con el desencanto y sus luchas internas respecto a la maternidad. La conexión en este último aspecto y las tesis que Woolf defendió a principios de siglo XX en su famoso ensayo Una habitación propia son más que evidentes. Y eso Leyshon lo sabe. Por eso no es casualidad esa referencia tan explícita, como tampoco lo es la publicación de esta novela en concreto en los tiempos que corren, en un año marcado por una corriente feminista en auge que - aunque en proceso de consolidación y concreción de sus preocupaciones - se avecina imparable en terrenos como el literario, el social, el político o el económico entre otros muchos. Si algo demuestra Nell Leyshon en esta novela es que hasta en la ambientación más trillada - como es la Segunda Guerra Mundial - caben todo tipo de temas. O lo que es lo mismo, en un contexto bélico se puede hablar de sororidad femenina, de maternidades imperfectas, de abusos patriarcales o los encorsetados roles de género. Parafraseando a Leyshon en una de las frases más memorables de el libro: los seres humanos tienden a olvidar las lecciones del pasado. No hagamos lo mismo en el presente. Recordemos, pero sin olvidarnos de que las mujeres también estuvieron ahí, soportando los embistes y las adversidades, sobreviviendo entre machismo y muerte.
El bosque: una historia de superación, guerra, terror, huida, desigualdad, quiebra del modelo de madre perfecta, convivencia con el recuerdo... Una novela para leer, releer y recomendar hasta la saciedad.
Frases o párrafos favoritos: 
"Éste es el problema de vivir demasiado: el bucle incesante de la estupidez. Cómo ignoran los seres humanos las lecciones de la historia."
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Sexto Piso

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