Maximiliano Martín incursiona sutilmente en la narrativa de terror
Por: Marisa Avogadro Thomé. Periodista – Escritora
Desde la portada, el juego de claroscuros nos va anticipando lo que será una característica de estas historias: la combinación de los opuestos en convivencia: el ser y no ser; la realidad y la ficción. A lo que se le suma, el uso de las descripciones, sobre todo de ambientes y personajes, escritos de manera pormenorizada, situando al lector en un espacio/tiempo diferente, ej: en “La mujer del río”: “Las nubes comenzaron a amontonarse en el cielo, cubriendo las estrellas e incluso la luna. Una fina precipitación comenzó a caer mientras cientos de peces emergían del fondo del río y levitaban alrededor de la mujer”, pág. 22.
En todas estas historias, la frase que les da el título, está al final del cuento, siguiendo con la propuesta de polaridades; por ej: en el primer cuento, El barco, al final se lee: “A la mañana siguiente, una pequeña esfera con un hermoso paisaje me confirmaba que todo lo que había pasado era verdad, que no había sido un sueño. El viaje concluyó y los primeros navegantes comenzaban a abandonar la embarcación sin prisa. Nunca una llegada a un puerto había sido tan feliz como aquella”, pág. 13. En este y otros cuentos, el lenguaje referido al mar es recurrente, aunque no se describan paisajes marinos.
En La habitación mercurial, podemos ver reflejado el juego de antítesis: “El tiempo y el espacio se habían deformado: aquel tiempo que alguna vez me pareció lento hoy corría a una velocidad en la que los años duraban minutos; aquel espacio reducido de pronto se había convertido en un inmenso jardín cerrado”, pág. 29.
En “Onírico”, como en los otros, se mantiene relatando la aflicción personal: “Una fotografía en mi bolsillo me demuestra que en verdad has existido. Una fotografía en tu cartera te demuestra que yo existí. Nos devolvemos, nos miramos, nos sonreímos y luego, por la noche, volvemos a soñarnos. Somos el sueño que soñamos, aunque nunca seamos nada”, pág. 40.
Maximiliano Martín incursiona en la narrativa de terror, y aunque estos cuentos no son plenamente del género, en ellos se traslucen atmósferas personales y ambientales complejas, apesadumbradas por momentos. Personajes atribulados por la vida cotidiana, donde el trasfondo psicológico destaca y sin llegar al relato de miedo, deja espacio a lo inusual.
Una vida cotidiana que en movimiento pendular va de las certezas a las incertidumbres; que mezcla la realidad con situaciones irreales; que mantiene la tensión que tienen los propios personajes, en sus vidas oscurecidas por dicha realidad, como la sombra del pájaro de la portada.