“Guibrando Viñol no es ni guapo ni feo, ni gordo ni flaco. Su trabajo consiste en destruir lo que más ama: es el encargado de supervisar la Cosa, la abominable máquina que tritura los libros que ya nadie quiere leer. Al final de la jornada, Guibrando saca de la entrañas del monstruo las pocas páginas que han sobrevivido a la carnicería. Cada mañana, en el tren de las 6.27, se dedica a leerlas en voz alta para deleite de los pasajeros habituales. Un día descubre por casualidad una pieza de literatura atípica que le cambiará la vida. La amistad une a un grupo de personajes aparentemente anodinos, probables compañeros invisibles de nuestros viajes cotidianos en tren, que esconden mundos extraordinarios donde todo es posible: un vigilante de seguridad que habla en verso, una princesa cuyo palacio es un aseo público, un mutilado que busca sus piernas. En una mezcla insólita de humor negro y dulzura, celebramos con ellos el triunfo de los incomprendidos”. Mis impresiones: No hay que decir que siendo una apasionada de la lectura como soy cualquier título que haga referencia a libros, bibliotecas, librerías o lectores capta de inmediato mi atención y las manos se me van directas a cogerlo. En ocasiones quedo totalmente enamorada del libro o acabo un tanto decepcionada si al final no consigue atraparme. Pues bien, éste en concreto, y a pesar de no tener una portada demasiado atractiva, no dejó de llamarme desde la estantería de la librería hasta que acabó en el montoncito de libros que estaba preparando para el club de lectura, y he de decir, que sin ser uno de esos libros inolvidables el balance final ha sido más que satisfactorio. Una historia donde el protagonismo está compartido por Guibrando, un personaje la verdad bastante anodino y falto de matices coloridos inmerso en una vida totalmente monótona y falta de ilusiones, que sin embargo se hace de querer, y “La cosa”, una trituradora de libros capaz de devorar diariamente cantidades ingentes de los libros que se acumulan en las librerías y en las editoriales que acaban por dejar de ser novedades en cuatro días y son empujadas por las nuevas publicaciones hasta el ocaso del olvido hacia el reciclaje. A lo largo de relato se van añadiendo personajes que sin ser protagonistas, comparten muy bien el protagonismo de la historia. Todos ellos personajes normales y corrientes totalmente creíbles y bien retratados. Podemos encontrarnos con el jefe déspota que disfruta pisando contantemente a sus subordinados, el compañero de trabajo rastrero que no dudará en poner la zancadilla o por el contrario el que se convertirá en el mejor amigo y confidente, la mascota que hace más llevadera la existencia, y una serie más de personajes variopintos y tiernos, como pueden ser los ancianos de la residencia “Las glicinias”, el vecino anciano que pasea a un perro aún más anciano o el alma gemela que se encuentra por esas extrañas coincidencias de la vida. Un libro de muy fácil lectura, aunque tengo que confesar que al principio me costó un poquillo meterme en la historia, con apenas 195 páginas y con muchísimos márgenes en blanco de esos que dicen que son para dejar respirar al lector, pero que en realidad son páginas en blanco para dar más volumen al libro. Sin embargo una historia original que sorprende por su sencillez.
Montse
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