Revista Libros
Unos asesinatos extraños en la Rusia de Stalin. Una intriga de espías en el nevado Moscú. Ingredientes más que suficientes.
Este libro llevaba esperándome en la estantería desde que salió, hace ya cinco años. Y este verano ha sido un buen momento para refrescarme con el frío soviético y aventurarme en sus páginas. Realmente, no sé por qué he esperado tanto para leerlo, porque es una lectura adictiva, bien argumentada y autoconclusiva. Merece la pena.
Ya de por sí, me gustan mucho los libros de guerra, ya sea española o la II Guerra Mundial, y devoro los de espías. Con lo cual este tenía ya mucho ganado conmigo. Aunque lo cierto es que apenas había leído nada de Rusia. Y es escalofriante y cautivador a partes iguales.
En un gobierno donde la libertad no existe y el MGB se dedica a buscar “enemigos del Estado”, cuando se empiezan a encontrar niños muertos en extrañas circunstancias, siguiendo el mismo patrón, no le dedican tiempo ni atención. Culpan al primero que pasa y continúan buscando espías americanos o alemanes entre su población. Pero el prota, Leo, un agente del Estado, poco a poco va reparando en estos asesinatos en serie y abriendo los ojos en cuanto a su país.
Lo que más extrañaba es que un libro de estas características fuera una trilogía, y no sabía muy bien qué esperarme del final. No sabía si lo iba a concluir, si lo iba a dejar abierto… Afortunadamente cierra la trama. Y los siguientes, debo suponer, que serán el mismo marco, obviamente seguiremos con Leo, pero con una historia distinta.
La trama policíaca mantiene la intriga hasta el final. Igual que la tensión respecto al inminente arresto de los protagonistas.
El lenguaje es culto y fluido. Si lo añadimos al buen ritmo de la trama y los capítulos cortos que forman la novela nos encontramos con un producto muy fácil de leer.
El peso fuerte lo llevan los personajes. Leo, aun siendo el protagonista, me ha encantado. Además no he podido evitar imaginármelo como Tom Hardy, con lo que aumentaba mi buena predisposición hacia él. Su mujer Raisa es compleja, se aleja un poco del estereotipo, es coherente y no estorba en ningún momento. Es fuerte y valiente. Hacen muy buena pareja. Y es meritorio porque rara vez nos encontramos con un secundario que esté a la altura del protagonista sin estridencias, y menos en una mujer. Bien por Tom.
En los secundarios nos encontramos unos estereotipos más definidos. Comprensible porque en las pocas páginas que tiene el libro no le da tiempo a incluir más matices. Aunque también me gustado. Y el antagonista, Vasili, le odio pero me encanta. Nésterovtambién se merece una mención especial, el jefe de la milicia muy respetable y convincente, muy humano.
Si este libro tiene un gran PERO es el final. Lejos de lo que pueda parecer hay acción, mucha tensión. Desde el principio tiene buen ritmo la novela. Pero el final es precipitado. No llega al clímax. Es como si se hubiese quedado sin páginas y en vez de recortar por otro sitio se comiese la atmósfera del final. Además la muerte de algunos personajes no está a la altura del resto de la historia o de su relevancia, al fin y al cabo. ¡Pum, ya está! Y no entiendo porqué. Puesto que ha llegado al desenlace sin relleno, todo lo que nos cuenta es relevante. Digamos que después de quedarme en shock por un cliffhanger del final, no da la talla. No hay una gran lucha, un gran encuentro. A lo mejor en la película lo enmiendan, que es más sencillo.
Aunque eso me haya dejado un poco fría, no desmerece el resto de la novela. Llena de terminología sin aburrir y sin convertirse en un libro de historia, con un protagonista, Leo, que es un héroe, un buen héroe. Da igual que el autor utilice el recurso del “despertar”, de “romper con el sistema”. Te mantiene en tensión hasta el final, te encariña con Leo, te sumerge en ese totalitarismo absurdo. Todo eso mezclado y convirtiéndose en thriller que podría estar más justificado, pero que basta. Que te dan ganas de continuar con Leo y el segundo libro. Recomendable.
¡Juzga por ti mismo!