Un libro que refleja las vivencias del propio autor a lo largo de su infancia
Por: Alberto Berenguer Twitter: @tukoberenguer
Aunque no haya vivido la mísera época de la posguerra y el franquismo, si me he sentido reflejado en algunas vivencias narradas por el autor, supongo que por las historietas contadas por mis progenitores y por vivir en mi infancia algunas situaciones o tareas que seguían arraigadas en pueblos ganaderos y agrícolas, como lo era el mío. Por ejemplo, la matanza de diciembre con el sacrificio de cerdos u otros animales para Navidad, el entusiasmo al recibir la Feria del pueblo como cada verano, o el escepticismo ante tradiciones y contradicciones religiosas que un niño, quien quiere saber el por qué de todo, no llega a comprender.
A lo largo de las ciento veintiocho páginas aparecen apodos muy variopintos que identifican a personas de la infancia de Juan Carlos Mantilla de los Ríos Rojas, como pueden ser La Gorringo, Carme Lacó, El Galeote, El Negruzo, La Pequeña o El Cabezas, entre otros. Pero sin duda, el capítulo dedicado a su abuelo es el más especial, el más cariñoso, el más conmovedor y el más nostálgico. Pues, “Y es que hasta hoy, lo necesito como él era. Como ayer…” es una de las frases que resume todo el elegante capítulo. Además, el autor refleja en toda la obra el cariño que siente hacia su niñera de infancia, La Gorringo, una gran mujer que ejerció prácticamente de madre al dedicarse íntegramente al bienestar de él y sus hermanos pequeños en una familia muy numerosa, religiosa y ciertamente acomodada. También al final de los capítulos descubrimos la relación especial que tiene con una de sus hermanas pequeñas.
En cuanto a la narración, se percibe desde el primer párrafo que Juan Carlos Mantilla está acostumbrado a escribir y a expresar lo que piensa y siente a través del papel. Pienso que sería muy osado por mi parte si criticase algo de la historia, puesto que en cierta manera ‘no me pertenece’, pero en realidad hay muy pocas pegas. Una obra muy directa, muy bien explicada y que me ha llamado la atención por la forma tan delicada que maneja el autor los sentimientos y emociones. La narración es muy cercana, ligera y pasional. Comencé a leerla una mañana de sábado y lo terminé antes de comer, no pude despegarme de la historia.
El lector encontrará en el libro, En busca de la infancia perdida, los recuerdos más amargos de una represiva formación religiosa en un internado de los Jesuitas de Málaga, afín a las convicciones de la familia, y las contradicciones sociales y políticas que desde niño comienza el autor a descubrir y a reflexionar.
Una obra en la que Ediciones Dauro ha catalogado en su colección Peripecia, por el peregrinaje sentimental que realiza Juan Carlos Mantilla a su infancia y pre-adolescencia. Agradezco a la editorial por el ejemplar y al autor por la belleza de la historia, a quien doy la enhorabuena por su empeño en plasmar y compartir sus vivencias en papel. Muy recomendable para todos los públicos.