Revista Cultura y Ocio

RESEÑA: En un café.

Publicado el 01 febrero 2019 por Jimenada
EN UN CAFÉRESEÑA: En un café.
Título: En un café.
Autora: Mary Lavin (1912-1996), hija de padres irlandeses, nació en East Walpole, Massachusetts, Estados Unidos. Cuando cumplió diez años, su familia regresó a Irlanda. Sus cuentos se publicaron en revistas como Atlantic Monthly, Harper’s Bazaar y The New Yorker. Su primer libro de relatos, Tales from Bective Bridge, apareció en 1942: fue un gran éxito de crítica y público y ganó el Premio James Tait Black Memorial. Más adelante, recibió la Guggenheim Fellowship en dos ocasiones y el Premio Katherine Mansfield. En 1992 fue nombrada Saoi de Aosdána, el más alto reconocimiento literario irlandés; no en vano, V. S. Pritchett dijo de ella: "No se me ocurre ningún escritor que haya profundizado más, y con menos miedo, en el corazón irlandés".
RESEÑA: En un café.
Editorial: Errata Naturae.
Idioma: inglés.
Traductora: Regina López Muñoz.
Sinopsis: Pocos han oído hablar de Mary Lavin, pues no contábamos con traducciones de su obra en nuestra lengua; sin embargo, a partir de ahora, estamos convencidos de que estos magníficos relatos formarán parte del imaginario de muchos lectores. Sí, un descubrimiento, uno de esos libros míticos que llamamos clásico contemporáneo. ¿Los escenarios? La Irlanda verde, campestre y tan atractiva como dura, y la Irlanda de las ciudades oscuras y grises —en ocasiones recreada, revivida, desde Estados Unidos—, la de la memoria y el deseo de tantos jóvenes expatriados, de tantas viudas. Un libro a la altura del Dublineses de Joyce en muchos momentos. En la senda de Chéjov unas veces, de Katherine Mansfield otras —y anticipando la obra de Edna O’Brien—, los relatos de Lavin sorprenderán y cautivarán a los lectores en español, y les mostrarán también el poder que encierra un "simple" cuento, lo formidable y evocador que puede llegar a ser ese «artefacto narrativo» antiquísimo e inigualable…
Su lectura me ha parecido: evocadora, honesta, de una apabullante sensibilidad, directa al corazón de un país, descarnada, crítica socialmente, coqueteando con el realismo más tangible, simbólica...Irlanda, la verde y gris Irlanda. Colores que, si lo pensamos, vienen muy bien para describir dicho país. Por un lado, lo primero que se nos viene a la cabeza cuando pensamos en Irlanda es en una infinita pradera cuyo aroma nos evoca tradición, a lugares por los que parece que el tiempo no pasa, pueblos de arraigadas costumbres (muchas de ellas provenientes de la siempre fantástica mitología celta) en cuyos cementerios, como no, nos topamos los vestigios de aquellas inmortales culturas. El verde es sinónimo de paz, tranquilidad, pero también de fiesta, jolgorio y felicidad. San Patricio bien lo merece, no todos los días una figura religiosa despierta tal euforia entre sus habitantes. Aunque en los últimos tiempos la figura del patrón de Irlanda pase a un segundo plano en favor del encuentro, las sonrisas y algún que otro baile. Por otro lado, al país de la Guiness, los tréboles de cuatro hojas, la danza Céilidh y la patata también se tiñó de gris oscuro en lo que a su historia más reciente se refiere. Fue precisamente la falta del codiciado tubérculo, tan fundamental en la dieta, lo que provocó una de las mayores hambrunas de la historia de Europa. Una crisis que obligó a miles de irlandeses a emigrar, sobre todo a los Estados Unidos, persiguiendo una vida mejor. Esto, junto con el turbulento clima político y social que el país atravesó durante gran parte del siglo XX, han contribuido a fijar en el imaginario colectivo una visión de Irlanda plagada de estereotipos que poco tienen que ver con sus gentes, sus ciudades o sus pueblos. Irlanda es algo más que un lugar donde se consume mucha cerveza, que aunque conservador (el peso de la iglesia católica es notable) en sus tradiciones, es vanguardista en muchas disciplinas artísticas, y por supuesto, alejado del término "pobreza crónica". Irlanda, como bien demuestra la autora de estos peculiares relatos, es y siempre será más de lo que se nos ha transmitido. En un café: cuando lo cotidiano trasciende.
RESEÑA: En un café.
La historia de como En un café llegó a mis manos es bien sencilla. Es más, la podría resumir perfectamente en las primeras líneas del presente párrafo. Sin embargo, prefiero, como siempre, ahondar en el contexto, en el marco, en el momento que posibilitó que un volumen como el de Mary Lavin acabase teniendo un hueco en mi biblioteca particular.  Desde hace unos años, los lectores de todas las edades hemos sido testigos de como de la noche a la mañana nuestras librerías favoritas, ya sean de barrio, céntricas o franquicias, amanecían con nuevos títulos en sus escaparates. Pero al contrario que en otras ocasiones, dichos ejemplares tenían algo especial, antiguo y novedoso al mismo tiempo. Y es que el cuento o relato, en todos los géneros y formas posibles, volvía con una fuerza extraordinariamente abrumadora. Las causas de este boom, como ya he comentado en más de una ocasión, creo que respondieron, en su momento y en la actualidad también, más que a una moda literaria a una verdadera necesidad por parte del lector. A una exigencia que ya venía produciéndose desde hacía unos años provocada por el protagonismo de las nuevas tecnologías en nuestras vidas, y como consecuencia, a la modificación de nuestros comportamientos sociales. Y la cosa no quedaba ahí y es que, como he apuntado, la cantidad de posibilidades dentro del género fueron tan amplias y bestiales que prácticamente coparon cada género. De este modo, ningún lector, fuese cual fuese su preferencia o sus gustos lectores, se quedaba sin su correspondiente libro de relatos. Hubo de todo, recuperaciones, reediciones, primeras ediciones y hasta el descubrimiento de nuevas voces dentro del panorama nacional e internacional que no hubiéramos conocido de no haber sido por esta apuesta editorial hacia el noble arte de la narración condensada. Pero si algo destacó, por encima de todo, fueron las publicaciones de autoras semidesconocidas en España. La era del #MeToo se reflejó en aquellas estanterías donde las mujeres protagonizaban gran parte de los lanzamientos, y en particular, las que dedicaron gran parte de su vida a desarrollar, perfeccionar y dar rienda suelta a su imaginación a través del relato. Mary Lavin, una irlandesa de la que nunca había oído hablar, fue una de las protagonistas de aquella primera hornada de escritoras internacionales que venía a fundir el corazón y el dinero de muchos lectores. Lo cierto es que no me llamó la atención en un primer momento. Relatos, la Irlanda más costumbrista, con un punto de crítica social, feminismo... Todo eso lo había leído en Edna O´Brien, una de mis favoritas y la responsable de abrirme los ojos ante la realidad de un país del que poco sabía y al que estoy deseando ir en cuanto se presente la menor oportunidad. Así que lo dejé pasar. Sin embargo, al cabo de un mes, recibí por sorpresa un ejemplar de En un café de Mary Lavant de parte de Errata Naturae. No me lo esperaba, de hecho no estaba entre mis planes más inmediatos adentrarme en sus relatos, a pesar de que, tras leer más tranquilamente la sinopsis, sintiese ese cosquilleo que todos los lectores experimentamos cuando estamos ante una buena historia. Dejé pasar el tiempo, tal vez demasiado, hasta que por fin me hice el ánimo y comencé relajada su lectura.  Sin prisa, sin agobios, sin presiones de ningún tipo. Aquella fue la decisión más acertada que tomé en mucho tiempo, pues me permitió no sólo disfrutar mejor de lo que estaba leyendo, sino de ahondar en las profundidades de un país con tantas miradas como es Irlanda.
RESEÑA: En un café.
Centrándonos en la reseña propiamente dicha comenzaremos diciendo que En un café presenta una lectura sutil, elegante, tremendamente sincera y de una sensibilidad que, como hemos comentado al inicio de esta reseña, embriaga a todo aquel que clave sus ojos sobre cualquiera de los dieciséis relatos que componen este volumen. Debemos apuntar que, en esta ocasión, no estamos ante la traducción y edición de un libro ya publicado en el extranjero, sino ante una recopilación de algunos de sus mejores relatos, los cuales vieron la luz en revistas tan prestigiosas como Atlantic Monthly, Harper’s Bazaar y The New Yorker; ¡casi nada! Este dato, sin duda alentador de cara a una exitosa campaña de márketing, puede resultar muy jugoso. Pero en esta ocasión más que nunca debemos pasar de todo ese frío revestimiento publicitario para adentrarnos y dejarnos llevar por su verdadera esencia, sin pensar demasiado, simplemente disfrutar de lo que Mary Lavin nos quiere contar, y sobre todo, de como nos lo cuenta. A grandes rasgos, En un café podría definirse como un volumen de historias en el que el costumbrismo, la critica social, la aspereza del ámbito rural y la concreción juegan un papel fundamental. Mira que he leído muchos relatos de un tiempo a esta parte, pero, creo que Lavin es una de las pocas autoras que de verdad se toma en serio eso de ir directa al grano, sin medias tintas, y lo mejor de todo, sin perder ese estilo que la hace tan interesante. Eso es lo que tiene la práctica, el tesón y el seguir una rutina de escritura constante e inamovible. O lo que es lo mismo, un sueño al alcance de muy pocos. En esta colección de relatos, al contrario que en otras, el lector sí puede encontrar un claro nexo entre ellos, un nexo que en este caso es doble: el alma irlandesa por un lado y el costumbrismo por toro. En primer lugar, Mary Lavin nos habla de la Irlanda que sus ojos han visto desde que a los diez años regresase con su familia a la tierra de sus antepasados desde Norteamérica. En sus textos no hay nada que, por ejemplo, Edna O´Brien no cuenta, o incluso, si queremos ser más comerciales, pocas cosas de las historias que Lavin nos entrega se quedaron en el tintero de Frank McCourt cuando éste decidió escribir su autobiografía novelada en Las cenizas de Ángela. Incluso hay quien, según la contraportada, ha llegado a comparar los cuentos de Mary Lavin con James Joyce, en el sentido de haber conseguido captar la esencia del pueblo irlandés. Y sí, es probable, pero también el modo en el que consigue que en sus relatos los lectores observen los grandes temas del alma humana. Sus preocupaciones, sus angustias, sus verdaderos quebraderos de cabeza en medio de una realidad que asumen pero al mismo tiempo desean escapar de ella. En otras palabras, la nada diseccionada y puesta en valor. Por otro lado, y en segundo lugar, un clásico. El costumbrismo parece ir asociado casi desde su nacimiento a la literatura irlandesa, hasta tal punto que se ha convertido en una seña de identidad inamovible dentro de lo que es la tradición. En Mary Lavin no es una excepción, no podemos hablar de originalidad en ese sentido. Sin embargo, debo romper una lanza en favor de las y los autores irlandeses con esta debilidad, pues gracias a ellos, y a la literatura costumbrista en general, podemos conocer mejor la sociedad de un país en concreto, sea de la época que sea. Algo que para mentes tan curiosas y con un ojo siempre puesto en la coyuntura histórica les parecerá una autentica delicia. En última instancia, sólo me quedaría comentar uno por uno todos y cada uno de los dieciséis relatos que componen En un café (que como siempre los hay mejores y peores). Pero en lugar de eso, me gustaría que fueseis vosotros los que, totalmente a ciegas, leáis estos relatos. De hecho, cuando mejor se disfruta En un café, y os lo digo por experiencia, es sin información previa, relajados, sin pensar en la próxima lectura. Sólo una advertencia, mi relato favorito es el que lleva por título "El testamento". Cuando lo leáis entenderéis el por qué de mi admiración. Contened la respiración.
RESEÑA: En un café.
Ya es una realidad, el mundo gira cada vez más rápido. A veces no nos damos cuenta o simplemente no prestamos atención. Nos hemos acostumbrado a posar nuestros ojos sobre una atractiva pantalla táctil que ya no levantamos los ojos al andar (yo la primera, lo cual me está empezando a preocupar), ya no somos capaces de sostener la mirada a nuestro acompañante mientras tomamos café en la mesa de cualquier bar, ya no destinamos unos minutos del día a pensar sobre nuestras cosas, ni siquiera nos sentamos en un banco a observar a la gente pasar, por el simple placer de hacerlo. Y por supuesto, en lo que a lectores se refiere, ya no nos conformamos con lo de siempre. Queremos lo último, lo más nuevo, lo que sabemos que nos va a gustar sí o sí; y si encima es rápido de leer mejor que mejor. Esta vorágine en la que las nuevas tecnologías han acabado devorándonos sin piedad han propiciado que los lectores empedernidos modifiquen sus comportamientos a la hora de escoger lecturas, o incluso alterando el patrón que durante tantos años cada uno ha seguido al pie de la letra. Que si en el sofá después de la siesta, que si en la cama antes de dormir, que si en el metro de camino al trabajo, doblando las esquinas, usando variopintos marcapáginas, o esa entrada de cine que por algún motivo es tan especial, tumbados, sentados, de pie apoyados en la pared de nuestro cuarto o sobre la barra de una cafetería cualquiera... La sociedad no sólo se está enfrentando al hecho de que cada vez más personas pasan de leer cualquier tipo de libro por culpa del teléfono móvil, también a al fenómeno "fast", que al igual que el de la comida rápida los libros son devorados a una velocidad nunca antes vista. El mercado a hablado, y las editoriales no han dudado a lo largo de los últimos años en proporcionar a ese lector ávido de historias sabrosas pero efímeras las lecturas más adecuadas. Por eso el relato, en todas sus variantes y géneros, está viviendo su segunda edad de oro. Por eso la poesía está sufriendo uno de los mayores ataques contra su esencia (señoras/es, decís que editáis poesía, pero no lo es). Por eso ya nadie es capaz de leer libros de más de 500 páginas, eso de engullir páginas y páginas de libros de Ken Follet ya es historia. Por eso el teatro, mi amado teatro, que aunque sería uno de los géneros más dinámicos y adecuados para los tiempos que corren, por desgracia, a nadie le interesa cultivarse en su lectura ni aprender de su estructura (sí, el teatro está para verlo, pero si se lee, la de cosas que una puede llegar a aprender, incluso del oficio de actriz o actor). Por eso la proliferación de un tipo de ensayo fácilmente digerible y siempre tratando los temas más candentes del momento (¿exigencias del consumidor? Sí, pero también de marketing). Teniendo en cuenta todo esto, me gustaría lanzar un consejo y al mismo tiempo homenajear a esa lectura tranquila, sin sobresaltos, sin pensar en nada más que en la historia que la autora o autor te está queriendo trasmitir. Estar atento a sus valores, críticas, el contexto histórico, estilo empleado. Paradójicamente, el relato es el género que más se disfruta de esta forma a pesar de que a día de hoy se consuma como si no hubiera un mañana. La mejor forma de leer cuentos es poco a poco, empezar, adentrarse en el primero, en el segundo si quieres y cuando te apetezca dejarlo reposar unos días, unos meses, el tiempo que necesites. De esta forma las ganas de reencontrarte con él serán más intensas y lo cogerás con más ímpetu. Mary Lavin en cada uno de sus relatos da una lección de humildad, de tranquilidad, de sosiego en tiempos de la inmediatez y el capitalismo más salvaje. Así que sigamos su ejemplo y, por favor, dejémonos llevar. En un café: introspección, evocación, sencillez, reflexión, nudos en el estómago, paisajes abismales, entornos de cuento, personajes empáticos... Un volumen que disfrutarás si consigues amoldarte a sus normas.
Frases o párrafos favoritos:
"Muchas veces me he preguntado qué habría sido de mí si no llega a ser por ella. Hay hombres que, cuando se les cierra el camino de la luz, no saben qué hacer y se meten en el de la oscuridad. Y yo era esa clase de hombre."
"E intentó sentir pena por su madre, allí sola por las noches, con toda la amargura de sus alocados sueños sin cumplir."
Película/Canción: como no podía ser de otra forma y en vistas de que no existen noticias de una posible adaptación cinematográfica de los relatos de Mary Lavin, he optado por adjuntar, como broche final, una pieza de música tradicional irlandesa. ¡Disfrutarla!

¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Errata Naturae

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