Hoy hablaremos de uno de los libros más conocidos del Nobel portugués, José Saramago: Ensayo sobre la ceguera, escrito en 1995.
José Saramago (en realidad José de Sousa), nace en el año 1922 en Portugal. Hijo de una pareja de campesinos sin apenas capacidad económica, desarrollará no obstante una brillante carrera como escritor, poeta, periodista y dramaturgo. Algunas de sus obras más reconocidas son La balsa de piedra, Las intermitencias de la muerte, su última obra escrita Caín, o El evangelio según Jesucristo, que le ocasionó problemas con el gobierno portugués y por el cual abandonó el país y se afincó en la isla de Lanzarote. Ganó el premio Nobel de Literatura en 1998. Muere el 18 de junio del 2010.
Recuerdo la fecha exacta en la que compré Ensayo sobre la ceguera: el 17 de junio del 2010, en uno de estos paseos casuales en los que un libro en una estantería te llama la atención. Hasta ese entonces no había leído nada de Saramago, y aquella obra me pareció tan buena como cualquier otra para empezar. Aquellas primera páginas me gustaron bastante, así que decidí continuar con las lecturas de aquel tardío descubrimiento, y apunté el nombre de Saramago en mi libretita de “Lecturas pendientes”.
Y al día siguiente me desayuno con la noticia de su muerte. Perfecto, tengo el don de la oportunidad. Y como fuera que las ventas de sus libros se dispararon casi un 70% después de aquel día, yo, que nunca he sido mucho de seguir las corrientes, terminé Ensayo sobre la ceguera, y me mantuve firme en la convicción de no comprar ningún nuevo título del autor hasta que no pasase la vorágine ocasionada por su obituario. Aquellas Navidades los reyes magos se presentaron con Caín, El evangelio según Jesucrito y El viaje del Elefante. Oiga, si te los regalan no es lo mismo.
El libro comienza de una manera drástica: un conductor parado ante un semáforo en rojo se queda repentinamente ciego. A partir de este “paciente cero” se irá extendiendo esta suerte de epidemia que afectará a ladrones, aprovechados, amas de casa, agentes de seguridad…a todos los estratos y capas de la sociedad, incluido el oftalmólogo que trata los primeros casos. Se trata de una ceguera diferente a la acostumbrada negrura de siempre; esta es como una luz, una capa de pintura blanca justo en la retina de la que no te puedes desprender.
Cuando el hecho alcanza proporciones de epidemia. el gobierno decide aplicar una política harto conocida: agrupar a todos los “infectados” en campos de concentración al mas puro estilo Auschwitz, presas del pánico, para evitar que el contagio se propague. El grupo de personas en el que se centra la historia quedará confinado en un manicomio abandonado, privados de las más elementales condiciones de higiene, alimento o comodidad, de donde no podrán salir bajo amenaza de muerte y donde el opresivo ambiente reinante acabaŕa por sacar poco a poco a la superficie los más bajos instintos del ser humano.
Entre todos los ciegos, aun queda una persona cuyos ojos están sanos, que serán los que nos permitan contemplar el desarrollo de los acontecimientos: la mujer del oftalmólogo, que fingirá su ceguera para no abandonar a su esposo. Ella será la involuntaria protagonista y la depositaría del último reducto de humanidad y generosidad que quede en un mundo ciego. Se convertirá en la guía y apoyo de muchos de los afectados, la personificación de la importancia capital que puede llegar a tener la ayuda a prójimo.
Aviso para navegantes: Saramago es una lectura densa. Para empezar, no he dado nombres de personajes, porque no los hay. Son completamente anónimos. Además, la prosa del autor no sigue ninguno de los esquemas al que nos tienen acostumbrados casi todas las demás novelas: no existen los diálogos directos, ni los signos de exclamación o interrogación, siendo la intención y entonación de las palabras las que nos den la clave para entender cuando se pregunta o se declama. Ni siquiera existe un solo punto y aparte en toda la obra, constituyendo un único bloque de texto que puede hacer huir a los lectores menos experimentados. Así es el estilo de Saramago en todas las obras que de él he leído hasta el momento.
“Agobiante” sería la palabra que emplearía para describir el ambiente en el que se desenvuelve esta obra. Los amantes de la crítica social y la exploración humana no deberían dejar de echarle un ojo. Y si os gusta, tampoco dejéis de leer El evangelio según Jesucristo, especialmente la conversación que mantiene un joven Jesús con un hartamente reconocible pastor de cabras. Impagable.
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