Revista Cultura y Ocio

Reseña: Éramos mentirosos, de E. Lockhart

Publicado el 05 octubre 2015 por Arsenico @Arsenico85
¡Hola a todos! ¿Qué tal estáis? Hoy os traigo la reseña de un libro que pronto podréis encontrar en librerías, y que desde aquí os recomiendo encarecidamente. Estoy segura de que habéis oído hablar de él tanto como yo porque han salido miles de reseñas de bloggeros que lo han leído en inglés. Las expectativas eran altísimas y he de decir que se han cumplido con creces.  Reseña: Éramos mentirosos, de E. Lockhart
Ficha Técnica:Título: Éramos mentirososTítulo original: We were liarsAutora: E. LockhartEditorial: SalamandraEncuadernación: Rústica con solapasNº Páginas: 288Precio:14,50€ISBN:978989232736Libro en GoodreadsComprar en: Boolino

Resumen de la editorial: 
Una ilustre familia de Nueva Inglaterra.
Una isla privada.
Un grupo de cuatro amigos —los Mentirosos— cuya amistad se vuelve destructiva.
Una rebelión. Un accidente. Un secreto.
Mentiras y más mentiras.
Amor verdadero.
La verdad, por fin.

Mi nombre completo es Cadence Sinclair Eastman.
Vivo en Burlington, Vermont, con mi madre y tres perros.
Tengo casi dieciocho años.
Poseo un carnet de la biblioteca muy desgastado y poco más, aunque es cierto que vivo en una casa magnífica llena de objetos caros e inútiles.
Antes era rubia, pero ahora tengo el pelo negro.
Antes era fuerte, pero ahora soy débil.
Antes era guapa, pero ahora parezco enferma.
Es cierto que sufro migrañas desde el accidente.
Es cierto que no puedo sufrir a los idiotas.
Me gustan los juegos de palabras. ¿Lo veis? «Sufro» migrañas. No puedo «sufrir» a los idiotas. La palabra significa lo mismo que en la frase anterior, pero no exactamente.
Sufrir.
Podría decirse que significa «soportar», pero no exactamente. 


Opinión Personal (sin spoilers): 
Reseña: Éramos mentirosos, de E. LockhartÉrase una vez un hombre muy rico que tuvo tres hijas hermosas y perfectas, que a su vez tuvieron hijos igual de hermosos y perfectos. De sonrisas amplias y mentones cuadrados. Y rubios, muy rubios. El padre tenía una isla privada en la costa de Massachusetts. Nada más nacer sus hijas, mandó a construir otras tres casas para ellas, un lugar idílico donde reunirse cada verano, en familia, a malgastar y celebrar lo perfectas y ostentosas que eran sus vidas. Eran la familia Sinclair. Ricos. Perfectos. Envidados. Una auténtica leyenda. No importaba que sus vidas se estuvieran derrumbando fuera de aquella isla. No importaba nada. No se equivocaban. No les faltaba de nada. Fingir era parte de ellos. Sonreían. Eran la familia Sinclair. 
Érase una vez cuatro Mentirosos. Tres de ellos, Cadence, Johnny y Mirren, eran hijos de esas mujeres perfectas, los nietos de aquel gran hombre que era el pilar de la familia. Rubios, radiantes, maravillosos. Y luego había un agregado, un intruso. Se llamaba Gat. Él no era parte de la familia Sinclair, pero también era un Mentiroso. Eso contaba. Cady estaba enamorada de él. Era su Gat. O eso creía. 
Érase una vez una isla. Una familia perfecta que no era tan perfecta. El olor del mar envolviéndolo todo. La libertad en una isla rocosa donde no había escapatoria. Y mentiras. Miles de mentiras. Y muchos veranos por delante. Veranos idílicos en esa isla idílica. Veranos donde nada más importaba porque solo había sonrisas. Mentiras. Sonrisas. Todo era perfecto. O no.
Érase una vez el verano de los quince años de Cadence (Cady). Su primer amor. Un corazón que se agita, feliz, destrozado, en llamas, derritiéndose cual bloque de hielo. Los Mentirosos. Risas. Dolor. Un golpe. Secretos. O no. 
Haz siempre lo que temas hacer.

Vale, estoy siendo un poco críptica, lo sé. Pero es que un libro así no merece una reseña corriente. No me pidáis que cuenta nada, no lo haré. Si tuviera que hacerlo, seguramente mentiría. Porque el libro invita a eso. El libro en sí es una auténtica mentira. Una tomadura de pelo, me decía a mí misma mientras lo estaba leyendo, con un nudo de ansiedad en el estómago. ¿Qué me están contando? ¿Qué no veo? ¿Qué quieren decirme?No tenía ni idea. Estaba en blanco. Asombrada. Completamente sumergida en la historia. Y nerviosa, sí. Estaba tan de los nervios que devoraba las páginas con avidez. Muy pocas veces me leo un libro en un día, de una sola sentada, y con este me pasó. Fue imposible dejar de leer hasta que no llegué al final y la mandíbula me llegó al suelo. Me quedé en shock. Y lloré. Lloré y seguí llorando. Y cuando lo terminé, seguí en shock y seguí llorando durante mucho más tiempo. ¿Qué había leído? ¿Cómo me habían engañado de esa manera? 
El libro está narrado en primera persona desde el punto de vista Cady, una chica de casi dieciocho años, la mayor de todos los nietos. Es una Sinclair. Rubia, perfecta, se espera mucho de ella. Ama los veranos en la isla, a los Mentirosos, a Gat. También ama los juegos de palabras. Está perdida, no sabe cómo encontrarse y nos dará la mano para que la acompañemos, para que la ayudemos a encontrarse. Quizá nos mienta. Quizá no lo haga. No podemos culparla; a fin de cuentas, ella también es una Mentirosa. La verdad es que Cady no es un personaje fácil. A veces no sabes cómo cogerla, la mayor parte del tiempo te resulta insufrible la forma que tiene de autocompadecerse. Y sí, esto podría ser algo negativo, porque al estar dentro de su tortuoso cerebro no termina de caerte bien y tampoco terminas de conocer a los personajes secundarios. Solo ves lo que ella te deja ver. Verdad, mentira, eso da igual. 
Puede que no os guste este libro, que no conectéis con la protagonista. No pasada nada, es normal. Hay una razón para ello. Lo que sí puedo aseguraros es que no os dejará indiferentes, ya sea por los Mentirosos, por la protagonista, por la historia en sí o por esa narración que me ha dejado completamente enamorada. Porque si hay algo que destaca por encima de todo es la narración. Maravillosa, extraña y retorcida a partes iguales. Una auténtica delicia de leer, de verdad que sí. Me enamoré de todas y cada una de las metáforas. Y de los cuentos. ESOS CUENTOS. Esos cuentos que te cuentan historias que son mentira pero a la vez te dejan caer verdades como puños. 
Aquel mes de junio, el del verano número quince, mi padre anunció que se marchaba y se fue al cabo de dos días. Le dijo a mi madre que él no era un Sinclair y que ya no podía seguir intentando serlo. No podía sonreír, no podía mentir, no podía formar parte de aquella hermosa familia en aquellas hermosas casas.
No podía. No podía. No quería.
Ya había contratado unos camiones de mudanzas. Y también había alquilado una casa. Mi padre metió una última maleta en el asiento trasero del Mercedes (dejaba a mamá solo con el Saab) y arrancó el motor.
Luego sacó una pistola y me disparó en el pecho. Yo estaba de pie en el césped y caí. La bala me abrió un gran agujero, y el corazón se me salió de la caja torácica y cayó rodando sobre un macizo de flores. La sangre manó rítmicamente de mi herida abierta,
después me salió por los ojos,
por los oídos,
por la boca.
Sabía a sal y a fracaso. La vergüenza roja e intensa de no ser querida empapó el césped delante de nuestra casa, los ladrillos del camino y los escalones del porche. Mi corazón convulsionaba como una trucha entre las peonías. 
Ejemplo de ESAS metáforas alucinantes

Éramos mentirosos es un libro fascinante, retorcido y maravilloso. Un libro diferente que es en su conjunto una lección, una gran bofetada que no te esperas. Puede que no os guste, puede que incluso lo odiéis, pero algo dentro de vosotros se removerá al leerlo. Palabrita de mentirosa. Una de mis mejores lecturas del año, con diferencia. 
¿Lo habéis leído? ¿Os ha maravillado tanto como a mí?
¡Un besote a todos!

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