“Matar a alguien no es nada del otro mundo. Basta con observar, vigilar, reflexionar mucho y, llegado el momento, vaciarse. Eso es. Vaciarse. Apañárselas para que el universo se contraiga, para que se contraiga hasta condensarse en el cañón de un fusil o en la punta de un cuchillo. Eso es todo.
No hacerse preguntas, no dejarse llevar por la furia, seguir el protocolo, actuar metódicamente. Matar no es una vocación, es una inclinación. Un estado de ánimo, si se quiere."
El 10 de marzo de 2021 los doscientos cuarenta y tres pasajeros de un avión procedente de Paris aterrizan en Nueva York después de pasar por una terrible tormenta. Ya en tierra, cada uno sigue con su vida. Tres meses más tarde, y contra toda lógica, un avión idéntico, con los mismos pasajeros y el mismo equipo a bordo, aparece en el cielo de Nueva York. Nadie se explica este increíble fenómeno que va a desatar una crisis política, mediática y científica sin precedentes en la que cada uno de los pasajeros acabará encontrándose cara a cara con una versión distinta de sí mismos.Hace ya casi tres años leí “Canción dulce” de Leila Slimani que fue Premio Goncourt en 2016 y me gustó mucho (si no la has leído te la recomiendo). Ahora leo “La anomalía” que ganó este mismo Premio en Francia el pasado mes de noviembre (y hace nada también aquí en España) y me ha gustado, aunque no tanto, eso sí. Su autor, Hervé Le Tellier, es además de escritor, editor, matemático y un reconocido crítico literario. Ha colaborado con numerosos medios escritos y radiofónicos, entre ellos Le Monde y France Culture, y es considerado como uno de los autores más prestigiosos del panorama francés actual con una extensa obra que combina poesía, obras de teatro, novelas y relatos.
La tramaEn el mes de Marzo y en pleno vuelo, el AF006 París-Nueva York ve alzarse ante él un inmenso cumulonimbo, la cabina de mando vive una súbita agitación y el avión sufre unas interminables turbulencias amenazando con partirse en dos, hasta que de pronto, un sol cegador penetra a través de todas las ventanas, se hace de nuevo el silencio y poco a poco todo vuelve a la normalidad. Los pasajeros han pasado mucho miedo, estaban convencidos de que iban a morir todos. Tres meses más tarde, en junio, el mismo avión con el mismo comandante, mismo personal de a bordo y los mismos pasajeros, aterriza en el mismo aeropuerto. No es que sea un aparato igual, no, es el mismo que sufrió el percance en el mes de marzo.
Ciertamente, el aparato ha sido reparado; ciertamente, los pasajeros han envejecido: esta misma noche, en Chicago, ha cumplido seis meses un bebé que, en el hangar, es un recién nacido de dos meses que no para de berrear. En los ciento seis días que separan ambos aterrizajes, entre los doscientos treinta pasajeros y trece miembros de la tripulación hay una mujer que ha dado a luz y dos hombres que han muerto. Pero genéticamente son los mismos individuos.
Inconcebible. . ., un avión que es la copia compulsada de otro, surge de la nada y trae consigo gente duplicada, es decir, cada uno de esos pasajeros tendrá que verse las caras consigo mismo, con su homólogo, con su mismo ADN, mismas vivencias, todo igual, solo que uno ha vivido tres meses más que el otro.
Amar es no poder evitar que el corazón pisotee a la inteligencia.
Los expertos y científicos más importantes del mundo se reúnen para intentar averiguar que está pasando y empiezan las conjeturas e hipótesis ¿Estarán los rusos o los chinos haciendo experimentos de viajes en el tiempo? ¿Será una especia de «agujero de gusano» como en la peli "Interstellar", de Christopher Nolan, o en la nave Enterprise de la saga de "Star Trek"? ¿Estaremos ante la hipótesis de “la fotocopiadora” y esos duplicados no serán más que mera materia biológica impresa en 3D? ¿Será un acto de Dios? ¿Será todo una simulación virtual creada por un ordenador gigante, a manos de quién sabe qué seres dotados de una inteligencia sobrenatural, es decir, seremos todos nosotros conciencias simuladas, sin ser conscientes de ello?
¿Como en Matrix? —pregunta el presidente, con tono de no estar entendiendo nada.
—No, señor presidente —responde Wesley—. En Matrix, las máquinas explotan la energía corporal de seres humanos de verdad, esclavos encadenados de carne y hueso. Y los ponen a vivir en un mundo virtual. En nuestra hipótesis ocurre lo contrario: no somos seres reales. Creemos ser seres reales cuando no somos más que programas. Programas muy evolucionados, pero programas al fin y al cabo.
Los personajesQuizás los personajes hayan sido desde mi punto de vista lo más flojo de la novela. Hasta las casi doscientas páginas, el autor no hace más que presentárnoslos, nos cuenta cómo son sus vidas, pero sin profundizar. Me han parecido demasiados (hay unos diez en total) como para poder llegar a encariñarme o ponerme en el lugar de alguno de ellos, de hecho, ninguno me ha llamado la atención de forma especial. Estoy convencida de que si se hubiera centrado solo en uno o dos, la cosa hubiera cambiado y que por eso, la novela no me ha llegado a entusiasmar y eso que la trama prometía, por su originalidad. El final
Me ha gustado, no es que sea un final esclarecedor, pero en cierta forma es impactante.
«Hay que matar al pasado para que aún sea posible».
Resumiendo: “La anomalía” me ha parecido una lectura que no ha estado mal aunque no haya sido perfecta. Ya solo por el argumento tan curioso que plantea, merece la pena leerla, porque inevitablemente te lleva a preguntarte ¿cómo reaccionaría la sociedad frente a lo inexplicable? Una novela mezcla de thriller con ciencia ficción en la que sucede algo extraordinario, milagroso, iniestro, absurdo e inexplicable que podría cambiar el curso de la humanidad..
«La esperanza nos hace aguardar en el rellano de la felicidad. Al obtener lo que esperábamos, nos adentramos en la antesala de la infelicidad».
Esta vez mi nota no es la máxima por lo que os contaba de los personajes, pero le doy dos Deweys: