Editorial Alma || Noviembre 2021
321 páginas || Papel y ebook
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Louisa May Alcott se adelantó a su tiempo. Abolicionista y sufragista convencida, consagró su vida y su obra a hacer del mundo un lugar mejor.
Hombrecitos, continuación de la saga iniciada por Mujercitas, se centra en la historia de Jo Bhaer (de soltera, Jo March). La protagonista de Mujercitas vive entregada a los niños de Plumfield, la escuela y guardería que codirige con su marido, Fritz. Gracias a ellos comprendemos que la educación debe ser honesta y garantizar un aprendizaje profundamente humanista.
Una muestra inmejorable de las inquietudes literarias y pedagógicas de una de las autoras más queridas de todos los tiempos.
'Hombrecitos' es una secuela de la novela de 'Mujercitas', en la que conocemos cómo ha sido la vida de Jo March, ahora Jo Bhaer, después de terminar el libro de la historia de su familia. Hace muchísimo tiempo que leí la novela, de hecho, tengo muy en mente releerla, así que me he embarcado en esta sin recordar demasiado de lo que sucedió. Y no ha sido problema. Es cierto que se nombran personajes que ya conocemos, y que ocurren cosas que quizá podrían considerarse spoiler, pero a estas alturas, creo que habrá poca gente en el mundo que no haya leído ya el clásico de 'Mujercitas'. Y si sois de los que no lo habéis hecho aún, hacedlo, merece mucho la pena.
Con lo fácil que es hacer feliz a un niño, es una lástima que en un mundo lleno de sol y cosas buenas haya caritas tristes, manos vacías y corazones solitarios. Este era el sentimiento que impulsaba a los Bhaer a recoger las migas que encontraban para dar de comer a su bandada de gorriones hambrientos, pues solo eran ricos en caridad.Pero a lo que íbamos. Aquí conocemos la vida de Jo como directora, fundadora, creadora, cómo le queráis decir, de la escuela Plumfield, en la vieja casa de la tía March. Ella, junto a su marido, se encarga de cuidar a aquellos niños y niñas que, bien porque no tienen recursos, bien porque sus familias confían en la habilidad de Jo para educarlos, viven y conviven en dicha escuela. Es más un internado que un colegio, y lo cierto es que, en una época en la que hacer ciertas cosas no se llevaba, Jo consigue que niños y niñas vivan y aprendan juntos, y eso es genial.
Es cierto que se nota que el libro tiene ya unos cuantos años, tanto en la manera de escribir, que no se puede decir que sea una lectura ligera por la narración, como en la manera de Jo de educar a sus alumnos. Sí, hacen cosas que no son de la época, pero también hay otras que para la actualidad, pueden chirriarnos un poco. Y eso no está mal, porque quiere decir que, por suerte, ha habido un cambio en la mentalidad de la sociedad, aunque aún falte mucho por hacer. Pero aunque en Plumfield se pueda ver en ocasiones una diferencia entre lo que hacen los niños por un lado, y las niñas por otro, Jo sí les da esa libertad para que decidan, sin imponerles, dejando que hagan o jueguen a lo que quieran. Y teniendo claro que es juntos como niños y niños pueden educarse de la manera adecuada, porque ambos se complementan.
Puede que al principio, pero será beneficioso para nuestra florecilla. Se está volviendo un tanto remilgada y empalagosa y necesita un poco de animación. Cuando viene Nan a jugar se lo pasa bien con ella, se ayudarán la una a la otra sin darse cuenta. ¡Ay, Dios! Es que la mitad de la ciencia de la enseñanza consiste en saber lo que pueden hacer unos por otros y cuándo ponerlos juntos.
En resumen, es un libro que he disfrutado mucho, tanto por trarse de Jo, aunque aquí los protagonistas sean los niños, como por la parte educativa, que tras haber estudiado Pedagogía, siempre me llama la atención. Cada capítulo nos cuenta una aventura de los niños, lo que hacen en su día a día, sus travesuras, sus meteduras de pata, sus errores y sus aciertos. Y en cada uno de esos capítulos, a través de lo que ocurre y lo que hacen los pequeños, aprendemos algo. Y eso es lo mejor del libro, que parece que cada capítulo tenga una moraleja. Me quedo con la idea de Jo de las segundas oportunidades, de que el cariño y la paciencia es el mejor de los métodos para educar, y de que juntos, niños y niña aprenden más y mejor. Os lo recomiendo totalmente.
No se repartían premios en el colegio, pero con los «¡Bien hecho!» del señor Bhaer y los informes favorables del libro de la señora Bhaer aprendían que cumplir con los propios deberes y hacerlo a conciencia conllevaba en sí mismo una recompensa que llegaría tarde o temprano. La pequeña Nan no tardó nada en captar este ambiente, en disfrutar de él, en demostrar que era lo que necesitaba; porque ella era un huertecito lleno de flores bonitas medio escondidas entre las malas hierbas y, cuando empezaron a cultivarlo una manos amorosas, salieron toda clase de brotes verdes que prometían florecer con esplendor al calor del cariño y la atención, que es el mejor clima para las almas y los corazones tiernos de todo el mundo.
Gracias a Babelio y a la Editorial por el ejemplar.