Revista Cultura y Ocio

RESEÑA: La cámara diabólica

Publicado el 09 noviembre 2018 por Jimenada
LA CÁMARA DIABÓLICARESEÑA: La cámara diabólica
Título: La cámara diabólica.
Autor: Ernest William Hornung (Middlesbrough, Inglaterra, 1866 - San Juan de la Luz, Francia, 1921). Aquejado de asma desde la infancia, a los diecisiete años zarpó rumbo a Australia donde pasaría dos años por motivos de salud, experiencia que inspiró el ambiente de muchas de sus novelas. En 1893 contrajo matrimonio con Constance Aimée Monica Doyle, hermana del creador de Sherlock Holmes. Es conocido principalmente por los personajes de A. J. Raffles, un ladrón de guante blanco del Londres victoriano, y su compañero Bunny Manders, inspirados en parte por los célebres Watson y Holmes y en parte por Oscar Wilde y lord Alfred Douglas. La neumonía fue la causa de su fallecimiento a los cincuenta y cinco años.
RESEÑA: La cámara diabólica
Editorial: Defausta.
Idioma: inglés.
Traductora: Susana Prieto Mori.
Sinopsis: Pocket Upton, estudiante en un internado inglés, soñador, asmático y fascinado por las historias de crímenes y aventuras recibe permiso para pasar el día en Londres, ocasión que aprovecha para comprar un revólver en una casa de empeños. Pero las cosas no salen como él espera y pierde el último tren de regreso al internado. Sin saber a dónde ir, decide pasar la noche a la intemperie. El ruido de un disparo lo despierta de madrugada: está caminando dormido, con el revólver en la mano y un cadáver en el suelo junto a él un misterioso extranjero que se ofrece a ayudarlo. Pocket, asustado, lo sigue a ciegas hasta su casa, donde descubrirá que no todo es como se lo han hecho creer y tendrá que desentrañar el misterio de la cámara diabólica.
Su lectura me ha parecido: misteriosa, tediosa en su inicio, trepidante en su final, típica, con un protagonista zoquete, un espeluznante secundario, un habilidoso inspector, muy de su época...La historia de la literatura no para de darnos sorpresas. Tan agradables como chocantes. Ejemplo de ello lo encontramos en el autor del libro que hoy reseñamos. Nadie lo predijo, de hecho, es posible que esta casualidad, fruto de los azares del amor y del destino, nunca hubiese tenido lugar. Pero la cuestión es que sucedió. Ernest William Hornung, así se llamaba el autor en cuestión,  pasó de ser un completo desconocido a convertirse en el cuñado (sí, habéis leído bien) de no un escritor cualquiera, sino de uno de los más grandes del siglo XIX y cuya influencia en la novela policíaca fue determinante, hasta el punto de traspasar los límites de lo literario y trascender a la cultura popular. Estamos hablando, como no, del gran Arthur Conan Doyle, padre de Sherlock Holmes y el Doctor Watson, el detective y el médico más famosos de la literatura universal. Dejando a un lado la vertiente chistosa que siempre despierta la figura del "cuñado" en nuestra sociedad, lo cierto es que, una vez el lector conoce esta anécdota no puede evitar especular al respecto. Porque, y esto ha quedado bastante claro en la sinopsis de la presente novela, a Hornung también le dio por escribir novela policíaca, en donde el misterio y lo esotérico estaban muy presentes. Fórmula que, por otro lado, también empleó Doyle para sus escritos, en especial si Sherlock Holmes y el Doctor Watson los protagonizaban. ¿La relación entre cuñados sería modélica tal y como parece confirmar la cita de Arthur Conan Doyle que encontramos en la contraportada? ¿Escribirían juntos? ¿Compartirían sus avances e ideas? ¿Tendrían piques entre ellos? ¿O por el contrario existía una rivalidad? ¿Celos de Hornung hacia Doyle? De momento, y aunque está claro que ahí hay un buen material para una futura película, no podemos hacer más que suposiciones y adentrarnos en la literatura de ambos. Yo ya lo he hecho y el resultado podéis comprobarlo a continuación, en los siguientes párrafos. La cámara diabólica: misterio, investigación y "espíritus" en el Londres victoriano.
RESEÑA: La cámara diabólica
Nadie duda que el policíaco es uno de los géneros más apreciados por los lectores, el que más se consume, de los más amados, el que más adeptos tiene, el que más engancha. Cuando sale a la venta una nueva novela de este tipo, ésta suele convertirse, en la mayoría de los casos, automáticamente en un best seller mundial. Además de lo nombrado, el policíaco es el rey de las continuaciones. Pocos son los libros adscritos a este género que no se hayan convertido en una saga, o que al menos, no hayan disfrutado de una segunda parte, una segunda parte que no consigue estar a la altura del libro que dio comienzo el fenómeno. Sin embargo, y tras haber sido testigos de varias modas literarias al respecto (la nórdica, la francesa, la americana y hasta la española), parece que ha llegado el momento que muchos lectores de buena novela negra (y recalco lo de buena) estábamos esperando. No ha sido de golpe, como sucede habitualmente, sino que de forma sigilosa los lectores hemos empezado a ver como las editoriales y las propias librerías colocaban frente a nuestras narices a las madres y a los padres del género policial. Nuevas ediciones de Agatha Christie se alzaban majestuosas en los escaparates, las portadas de las aventuras de Sherlock Holmes atraían todas las miradas, y por si fuera poco, entre tanto nombre conocido, aparecieron novelas cuyas autoras u autores desconocíamos entre el público de este país. En pocas palabras, la novela policíaca inglesa, la más famosa y clásica de la literatura, estaba de vuelta y con grandes sorpresas bajo el brazo. Con esto no quiero decir que las novelas policíacas que se publican actualmente sean todas un bodrio, faltaría más, de hecho, podría citaros algunas impresionantes y que hace un tiempo reseñé en este mismo espacio. No obstante, pienso que, aunque sea de vez en cuando, debemos mirar hacia atrás, redescubrir el género, ir a sus orígenes. Todo eso para entender el contexto en el que surgieron las primeras obras y algo sobre la vida de quienes las escribieron. Para empezar Athur Conan Doyle es una buena opción, aunque personalmente me atrevería, y lo digo por experiencia, con alguna autora o autor que no estuviera tan bien colocado en el olimpo de los grandes. A veces resulta más interesante si cabe, pues no te enfrentas a él con la misma intención que si lo hicieras con los Diez negritos de Agatha Christie por ejemplo. Eso mismo busqué cuando, por casualidad, me topé con La cámara diabólica. Andaba bastante saturada de novela policíaca actual, y necesitaba desesperadamente sumergirme en un clásico del génro, a ser posible del XIX y de cuya escritora/or nada supiese. Fue entonces cuando una reseña en el fantástico blog Las Inquilinas de Netherfield me descubrió a E.W Hornung y su interesante novela. Su trama (de misterio con aparentes toques de humor), los elementos fantasmagóricos  y por supuesto, el hecho de que fuese pariente de Arthur Conan Doyle consiguieron que sucumbiese y acabase con un ejemplar entre mis manos. ¿El resultado? Mejor de lo que esperaba a pesar de su tedioso inicio.  
RESEÑA: La cámara diabólica
Centrándonos en la reseña propiamente dicha, comenzaremos diciendo que La cámara diabólica presenta una lectura ligeramente desigual a lo largo de las dos partes (al menos a mi juicio) que componen la novela. Que el principio de un libro, sea cual sea el género literario, genere pesadez y una sensación de aburrimiento en el lector es lo peor que puede pasar. Esto sucede en la novela de Hornung, justo en el momento clave, en el que se debe presentar a los personajes principales y en el que se debe situar la trama. Si no llega a ser por el personaje de Pocket (cuya construcción me genera sentimientos enfrentados) la novela se habría venido abajo en las primeras diez hojas. Menos mal que el resto de personajes y la segunda parte (o trama según como queramos llamarlo) consigue levantar, afortunadamente, una historia abocada al fracaso. En resumidas cuentas, podríamos decir que La cámara diabólica va de menos a más, de un tropiezo casi suicida a una pasmosa agilidad que consigue reconducir al lector hacia un final bien resuelto y sin fisuras. A grandes rasgos, la novela de Hornung se compone de varios personajes, tan peculiares y diferentes entre si que, en otro contexto, pensaríamos que estamos ante una comedia de corte británico. En primer lugar tenemos a Pocket Upton, un fantasioso, vago, con tendencia a perder el tiempo de la forma más absurda posible y asmático estudiante que acude desde el internado donde estudia (¿Eton tal vez?) a la capital británica para ser tratado de su problema respiratorio. Siendo totalmente sincera, y a pesar de que me he reído bastante con este personaje, sobre todo en la primera parte de la novela, Pocket me resulta un personaje de lo más insoportable. Es tan ridículo, tan estúpido, con tan pocas luces que resulta totalmente inverosímil. Vale que al cabo de unas cuantas páginas deja de ser tan imbécil, aún así no me vais a hacer cambiar de opinión. Por no hurgar más en la herida, concluiremos diciendo que, y aunque es el toque humorístico de la novela, Pocket es un "imbécil concienzudo" tal y como reza el primer capítulo de la novela. Menos mal que, y para regocijo del lector, irrumpe Baumgartner, un siniestro médico alemán que acoge primero a Pocket en su casa tras el incidente en Hyde Park (porque si, Pocket se verá envuelto en un suceso en el que el sonambulismo y un disparo se entremezclan y del que Baumgartner dice ser el único testigo) para luego manipularlo y aterrorizarlo aprovechando la influenciable personalidad del joven. Sinceramente, en mi cabeza Baumgartner era una mezcla de Míster Jeckyll y Nosferatu, y aunque sea un personaje plano más, por lo menos resulta atractivo para el lector. El acierto de Hornung en este sentido viene con la construcción del detective Thrush, pero sobre todo, con la relación que éste mantiene con la familia del desaparecido, constituyendo esto último los pasajes más interesantes de la novela. En La cámara diabólica hay de todo: misterio, espiritismo, ligeros toques de terror, investigación, una ambientación de ensueño, crimen, fantasmas y hasta un interesante debate entorno a la consciencia y el sueño muy freudiano. Sin embargo, y esto no suele pasar casi nunca, la novela de Hornung tiene los mejores títulos de capítulos que he visto en mucho tiempo. Divertidos, irónicos, explícitos en algunos casos, cuya lectura puede incurrir en un serio riesgo de spoiler para el lector. Con todos estos elementos es imposible no definir a esta novela, a modo de conclusión, como un producto de su tiempo, plagada de clichés que, aunque a mi me pareció una lectura desigual, de seguro hará las delicias de quienes no se conforman con la novela policíaca actual.
RESEÑA: La cámara diabólica
Por último, para este cuarto párrafo dedicado al debate y a la reflexión, he querido guardarme el verdadero eje de la novela, lo más importante, más allá de la trama y de sus personajes. El verdadero secreto del libro está, aunque no lo parezca, en su propio título. Cuando el lector lo lee, lo obvio es pensar que en algún momento de su lectura se topará con la susodicha "cámara diabólica". Y a partir de ahí, bienvenidas son las teorías al respecto, cada una más extraordinaria que la anterior: exorcismo, el mal, lo terrenal, ¿un cuarto de tortura de inspiración medieval tal vez? ¿O simplemente el lugar de reunión de una secta satánica o de un grupo de aristócratas aficionados a las sesiones de espiritismo? Siento defraudar a quien haya pensado en cualquiera de esas posibilidades, pues, erramos al creer que se refiere a algo tan simple como un cuarto y las acciones, de tinte diabólico claro, que en él se producen. La cámara diabólica, queridas y queridos, a la que se hace alusión en la novela es una cámara fotográfica. ¡Como lo oís! Resulta que hace alusión a una cámara, cuyo nombre técnico es estereoscópica, cuyo efecto es similar, a muchos años luz por supuesto, al 3D de hoy en día. Y si a eso le añadimos el hecho de que en aquella época, y no sólo en la Inglaterra victoriana, existía una especie de fascinación entorno a la muerte, el uso de este tipo de cámara resulta más perturbador si cabe. Según parece, existían personas que aseguraban poder captar, metafóricamente claro, el alma de las personas una en el momento en el que éstas fallecían. En las fotografías aparece como una especie de nube blanca saliendo del cuerpo del futuro cadáver, un efecto perturbador pero que, entre otros motivos, también se puede deber a una mala fijación del objetivo a la hora de realizar la instantánea. Sin embargo, y a pesar de que lo de la cámara diabólica responde una vez más a esa fascinación que durante el siglo XIX se dio entorno a la muerte, ¿no me digáis que no resulta interesante? Hasta marciano diría yo. Pero no os imagináis la cara que se me quedó cuando, indagando un poco en el tema, descubrí que existe una disciplina que estudia precisamente este tipo de fotografía, la llamada fotografía psíquica, un campo de investigación que ha llegado hasta nuestros días y que se extiende a ámbitos no sólo de la historia del arte, también de la psicología o la geriatría. Incluso parece ser que aún a día de hoy existen académicos que defienden este tipo de fotografía, dándole credibilidad a las teorías del XIX, asegurando que es posible captar la vida humana en el momento en el que ésta sale del cuerpo. Todo esto, la cámara diabólica y su posterior influencia en el ámbito académico, no hace sino suscitarme algunas reflexiones. La más importante, el hecho de que el ser humano teme y a la vez siente fascinación por lo inalcanzable, por lo imposible, por lo que nunca llegaremos a constatar o a dar por bueno. Y la muerte, en ese sentido, se erige como la reina en esta materia. Las personas tememos a la muerte, pero al mismo tiempo, deseamos desentrañar sus misterios. Una paradoja digna de estudio, sea cual sea el campo, y de la que es importante ser consciente, sobre todo para saber de donde venimos y a donde vamos como sociedad cada vez más conectada pero con un poso de superstición todavía difícil de solventar. La cámara diabólica: una historia de misterio, investigación, perspicacia, personajes excesivamente marcados, niebla, pesquisas policiales...Una novela victoriana más, un tapiz de las creencias, mitos y miedos de la sociedad británica del XIX.
Frases o párrafos favoritos:
(...) no hay dinero ni poder en la tierra que pueda invocar o conjurar a nuestra voluntad el espíritu de lo que en su día fue una persona."
Película/Canción: en esta ocasión y a falta de una adaptación cinematográfica o televisiva, os adjunto una pieza musical de Jenkins. Además de escucharla obsesivamente durante los días posteriores al descubrimiento, creo que es bastante idónea y capta la esencia de una novela como La cámara diabólica.
¡Un saludo y a seguir leyendo!
Cortesía de Defausta Editorial

Volver a la Portada de Logo Paperblog