LA CASA MÁS LEJANA
Título: La casa más lejana.
Autor: Henry Beston (Quinci, Massachusetts, 1888-1968) naturalista y escritor licenciado por la Universidad de Harvard, ejerció como profesor en la Universidad de Lyon durante un año, y en 1915 se alistó en el ejército francés como conductor de ambulancia durante la I Guerra Mundial. En 1918 Beston se convirtió en oficial de prensa de la Marina de los Estados Unidos. En 1928 publicó su libro más conocido, La casa más lejana. Posteriormente se casó con la poeta y novelista Elizabeth Coastworth, con quien se estableció en una granja, en Maine, hasta el final de sus días. (Fuente: Editorial).
Editorial: Volcano Libros.
Idioma: inglés.
Traductoras: Inés Clavero e Irene Oliva.
Sinopsis: en 1925, Henry Beston construyó una pequeña casa sobre las dunas de la playa de Cape Cod, en Massachusetts, a la que bautizó como Fo´castle (castillo de proa) porque, al igual que en un barco, desde su amplio ventanal podría contemplar el vasto océano. En 1926, y aunque había pensado pasar allí únicamente dos semanas, Beston permaneció todo un año para capturar con palabras la naturaleza y la misteriosa belleza de aquel paisaje: las migraciones de las aves marinas, los ritmos de la marea, las dunas arrasadas por el viento y la inmensidad del cielo estrellado. (Fuente: Editorial).
Su lectura me ha parecido: abierta, minuciosa, sensorial, excesivamente lírica, curiosa, perfecta para quienes tengan la necesidad de un retiro literario... Cape Cod - Cabo Cod en español - es una península situada en el extremo más oriental del estado de Massachusetts, al noreste de los Estados Unidos. Rodeado de pequeñas islas, Cape Cod se formó a partir de un antiguo glaciar situado en el océano Atlántico y solo dos puentes - el Bourne y el Sagamore - permiten a los vehículos acceder al lugar. Su privilegiada situación geográfica, así como la inmensa playa que se extiende a lo largo de todo el cabo ha convertido al lugar en un foco turístico de gran importancia, sobre todo en los meses más calurosos. Sus tierras fueron, durante siglos, hogar de la tribu Wampanoag, la cual comprendían a la perfección los mecanismos del consumo sostenible y el control del paisaje para mantener el ecosistema de la zona en perfecto equilibrio. Por el contrario, Cape Cod también está muy ligado a la historia de los colonos europeos, desde las primeras incursiones nórdicas allá por la Edad Media, hasta las de la Edad Moderna, que a fin de cuentas fueron los que cartografiaron y colonizaron el lugar, sin olvidarnos de la llegada en 1620 de los llamados "Padres Peregrinos" a bordo del Mayflower desde una Inglaterra en la que, por sus credos religiosos, eran duramente perseguidos. Pero Cape Cod también es el escenario en el que emerge, como si de entre la espuma de las olas se tratase, una pequeña casa de madera muy particular. Destaca en medio de la arena y el agua marina por su singularidad y localización, convirtiéndola en una especie de destino deseado para quienes ansían un poco de tranquilidad en su proceso de creación literaria o artística. Los visitantes no dudan en fotografiarla, desde todos los ángulos posibles, maravillados de su existencia, así como de la historia que encierra. Y es que entre sus saladas paredes vivió durante un año entero el naturalista y escritor Henry Beston. Fue él el que con su fuerza y maña consiguió ponerla en pie, pero también uno de los autores que elevó el concepto "naturaleza" a la categoría de "epopeya" a través de un lirismo bello y al mismo tiempo excesivamente recargado. La casa más lejana: un lugar al que escaparse a través de las palabras.
De nuevo un Nature Writing, de nuevo un digno sucesor de Henry David Thoreau y de nuevo un texto que, por su contenido, no deja de ser interesante de cara al lector menos versado en estas lides. Se podría decir que el ensayo naturalista, intimista y profundamente inmersivo de Beston es canónico dentro del género, dicho de otro modo, que salvo por su estilo - del cual hablaremos largo y tendido - podría pasar por un Nature Writing más de los que últimamente se están traduciendo o reeditando como si no hubiera un mañana. Porque todo sea dicho, el cambio climático y la preocupación cada vez más generalizada entorno a él han contribuido a que, de la noche a la mañana, las librerías amaneciesen con nuevas secciones tipo "ecología" o "naturaleza", consiguiendo una popularidad sólo antes vista con los ensayos feministas o de temática LGTBI. Sin embargo, cada vez que esto sucede, el lector puede toparse con ensayos que de verdad merecen la pena - y que incluso pagarías por leerlos - o con un montón de morralla sin pies ni cabeza y que no hay por donde coger su correspondiente lectura. Por fortuna, La casa más lejana no llega a ese extremo de considerarse un libro del montón dentro del aclamado género, de hecho está considerado un autentico clásico del mismo - hasta el punto de definir a su autor como el heredero de Thoreau - pero como lectora asidua, que no fan número uno de esta literatura, no ha conseguido entusiasmarme. Y es que su estilo narrativo no puede ser más lírico, extremadamente lírico. Adoro la poesía, últimamente no leo tanta, pero cuando lo hago las sensaciones que experimento a continuación son en ocasiones indescriptibles. Por eso aplaudo cuando una autora o autor usa elementos poéticos en el terreno de la prosa. Me parece un ejercicio de estilo y de personalidad literaria brutal, y si la o el que está detrás responde al nombre de Virginia Woolf por ejemplo, la novela en cuestión se eleva a una categoría superior. Como si de una deidad del Olimpo se tratara. El problema viene cuando esa prosa lírica se lleva a extremos imposibles, cuando superas el límite de la contención y acabas cayendo en la exageración. Eso mismo es lo que en ocasiones le sucede a Beston en La casa más lejana, que trata de atrapar a través de su pluma la máxima expresión poética de la naturaleza que le rodea, que en ocasiones se pasa de frenada. Como ya he dicho, adoro las imágenes idílicas que solo la poesía puede crear, pero es que Beston lo vive tanto, lo siente tanto y lo atrapa tanto que más que una observación subjetiva parece más un éxtasis al borde del colapso. Dicho esto, y tras haberme sincerado en este espacio de crítica y opinión, debo señalar algunos aspectos que salvan al texto de Beston de ser un libro intrascendente para el lector. Ya que, entre otros muchos aspectos, es tal el estudio pormenorizado que el autor hace de la flora y fauna de Cape Cod y la forma tan divulgativa que usa para trasladar dicho conocimiento que sin duda cualquier persona de este planeta es capaz de acceder sin dificultad a él. Beston atraviesa las nubes, examina la línea del horizonte, hace una fotografía de los comportamientos de las aves migratorias, disecciona el sonido de una cigarra. Su pureza es digna de admirar. Trazando una invisible línea entre la naturaleza y lo urbano que, según el propio autor, jamás debimos traspasar. Aquí pueden surgir diversas opiniones al respecto, pero lo cierto es que, como animales cada vez más tecnológicos y desapegados de lo manual, a lo mejor no es mala idea regresar, de vez en cuando, a esos orígenes que nos recomponen en cada exhalación de aire libre de agentes contaminantes.
Durante estos cuarenta días - efectivamente, ni en mis peores pesadillas soñaba que llegaríamos a cumplir una cuarentena entera encerrados en casa - he tenido tiempo para leer, escribir, aprender cosas nuevas y sobre todo para bloquearme frente al ordenador o ante cualquier circunstancia. La cabeza se me llena de un humo gris, espeso, feo. Capaz de emborronar cualquier motivación con la que haya amanecido. La saturación de información en ocasiones puede conmigo y no tengo más remedio que ocupar mi cabeza en realizar otras tareas ajenas a lo creativo y estrictamente literario. Actividades que no me hagan pensar mucho ni darle vueltas a la cabeza. De lo contrario, en ocasiones puedo llegar a colapsar. De ahí que la lectura se haya convertido en mi huida cuando la niebla se espesa más y más. Ya lo era en el pasado, antes de la pandemia, antes del estado de alarma, antes de que mires donde mires todo te recuerda inevitablemente al acontecimiento histórico más importante de los últimos años. A decir verdad todas y cada una de las novelas que me he leído entre las cuatro paredes de mi habitación han supuesto una regulación o desahogo de las emociones, esas que, al igual que cualquier montaña rusa, sufren continuos y bruscos altibajos. Unas me han gustado más, otras un poco menos. Unas las he soportado hasta su agónico final, otras la trama se convertía en un cohete ultrasónico hasta evaporarse de entre mis manos. Se que cada persona es un mundo, una vida y unas circunstancias que nos hacen únicos en medio de una sociedad hoy encerrada en cómodas jaulas de oro. Pero es cierto que existen un tipo de historias que, más allá de lo bien que estén escritas o de que los personajes te atraigan más o menos, consiguen evadirte por unos minutos de esta asfixiante y terrorífica realidad. Son aquellas cuya capacidad de trasladarte a lugares más allá del gotelé o las acristaladas ventanas es digna de ser aplaudida por todas y todos nosotros. Hoy en día no hace falta imaginarse estar en la típica playa paradisiaca de arena blanca y opulentas palmeras, ni callejeando por el impresionante casco antiguo de cualquier ciudad europea a la que desearíamos viajar una vez finalice el confinamiento. Basta con evocar los elementos básicos de la naturaleza para teletransportarnos a, como bien señala Beston a lo largo de todo el libro, a la esencia perdida, a ese contacto con la naturaleza que poco a poco hemos ido perdiendo por el camino. Siento envidia sana de los niños, sobre todo los de las zonas rurales, los de esa "España vaciada" que antaño restábamos importancia, ridiculizábamos o ignorábamos deliberadamente. Al menos tendrán un bosque cerca, un camino por el que pasear, un prado en el que poder escuchar la banda sonora de pinos mecidos por el viento, gorriones revoltosos y abejas en plena polinización. Unos sonidos conocidos por todos que, en tiempos de pandemia, se hacen más necesarios que nunca.
La casa más lejana: una historia de exploración, experiencias, reflexiones, observación, poesía, iniciación, conexión, comprensión... El libro de la evasión en medio de la crisis.
Frases o párrafos favoritos:
"El océano brama, pálidas briznas y jirones de nube gélida azotados por el viento deslizan sobre las dunas, y los corremolinos sueñan en equilibrio sobre una para, con la cabeza despeinada y bien hundida entre las plumas."
¡Un saludo, a seguir leyendo y ánimo!
Cortesía de Volcano Libros y Nostromo Comunicación