La prosa de Mamen posee la pecularidad de presentarnos a los personajes de la obra con una extrema facilidad. Cuatro pinceladas recogen la esencia de cada uno de ellos pero esos trazos son suficientes para hacerte con ellos, conocerlos y tener una sensación de déjà vú. Y todos son importantes porque es una novela coral. Son piezas de un puzzle. Todos interrelacionados entre sí y, a su vez, con lo que acontece en un perfecto, aunque complicado (para la autora ya que no para el lector), entramado.
El libro empieza con la visita del editor inglés Marlow Craftsman de Craftsman and Co. y su mano derecha, el sr. Bestman, al despacho del comisario Manchego, en un barrio de Madrid, para denunciar la desaparición de su hijo Atticus. Éste, meses antes, había realizado un viaje a Madrid con un cometido claro y simple: echar el cierre a la revista "Librarte". La revista resulta deficitaria económicamente y no ha logrado hacerse un hueco en el mercado.
Tampoco se llamaba Manchego, pero el inspector, cuyo verdadero nombre era Alonso Jandalillo, fantaseaba con la idea de parecerse al Quijote no sólo por la coincidencia del patronímico, sino también por la inmortalidad de sus gestas -a pesar de que hasta el momento su historial no reflejaba ninguna digan de mención-, y por ese motivo había adoptado el alias de Manchego en las dos o tres operaciones de campo en las que había intervenido. Qué bien sonaban aquellas tres sílabas acompañadas del ruido de fondo del walkie-talkie.
"Librarte" está dirigida por Berta Quiñones y cuenta con las redactoras Soleá y Asunción. La contabilidad está a cargo de María y el diseño es cometido de Gaby. Se han convertido en grandes amigas a pesar de ser cinco mujeres muy distintas entre sí, tanto a nivel de carácter como a nivel de sus circunstancias personales. Se ayudan, se escuchan, se comprenden y se apoyan en todo momento.
Desde el primer día se repartieron el trabajo según sus intereses: Soleá asistía a los estrenos, a las presentaciones, a los festivales; hacia entrevistas a codazos, las fotos le salían movidas, las crónicas ligeras. Asunción leía, se documentaba, comparaba, tejía. Al final, entre las dos lograban darle a sus artículos el punto exacto de limón y sal.
María se ocupaba de la administración de la pequeña empresa con la misma minuciosidad con la que dirigía la contabilidad de su casa. "Fácil -decía-. La cuestión es conseguir que cuadren los balances; lo comido por lo servido y en paz". Amontonaba en infinidad de carpetas y archivos las facturas que firmaba Berta. Guardaba cada tique, cada justificante y cada nota en cajas de zapatos. Las forraba ella misma con papel pinocho y celofán.
Por su parte, Gaby, ella sola, constituía la oficina técnica y digital de Librarte. No se le resistía un programa informático. Era capaz de encontrale a Soleá los textos que misteriosamente le desaparecían en el escritorio de su Macintosh o de resucitarle el suyo a Berta cuando entraba en pánico por la muerte súbita del cacharro, como ella decía.
Cuando Belén conoce la notícia del cierre intenta idear una solución para salvar los puestos de trabajo de todas ellas y es en este punto dónde la historia da un giro inesperado, imposible y sensacional. Soleá pone en marcha un excelente plan que podría entretener a Atticus el tiempo suficiente para que "Librarte" pueda ser salvada de su inminente desaparición. Su ingenio nos traslada a Granada, esa ciudad embrujada con su aroma a hierbabuena, la canción de sus fuentes nazaríes, las casas blancas de cal, los jazmines en flor. Lo reconozco, Granada es una de las ciudades más bellas que conozco y he disfrutado muchísimo con las correrías que se suceden en el Albaicín y en su Sacromonte gitano. Es un lugar que te envuelve el alma y que me hace pensar en las palabras, que según la leyenda, le dijo la madre de Boadbil, el Rey Chico, su madre la sultana Aixa:
"Llora como una mujer
lo que no has sabido defender como un hombre".
Atticus es un atractivo típico joven inglés proveniente de clase alta que, después de años de vagabundear por el mundo, se ha acomodado y disfruta de una tranquila y buena vida aunque, todo hay que decirlo, un tanto monótona y vacía. El viaje a España, a la par que inesperado, se convertirá en una aventura que transformará su vida profundamente y despertará su corazón dormido. En realidad, la tarea se le presenta sencilla. Sólo debe despedir a las empleadas y cerrar la revista pero...Y hasta aquí puedo leer ! Desde este instante, la autora desarrolla una rocambolesca e hilarante historia, de manera inteligente y clara, que se deja leer y que te involucra en un sinfín de situaciones alocadas que se dan la mano y te arrastran literalmente hasta el final del libro.
-Pueden llamarme Atticus -no tuvo más remedio que conceder el inglés ante tamaña exhibición de afecto-: Si vuestras mercedes gustan -añadio, ya que debido al conocimiento académico de la lengua española, Atticus Craftsman utilizaba expresiones aprendidas en libros como Don Álvaro o la fuerza del sino, La vida es sueño, el Lazarillo de Tormes o Don Quijote de la Mancha, todas ellas lecturas obligatorias, en versión original, en la Universidad de Oxford.
Me ha parecido interesante que, en medio de tanto desparpajo, improvisación y situaciones divertidas, Mamen sea capaz de dejarnos entrever, con un toque agridulce, temas difíciles y actuales como la soledad, el maltrato de género, el fraude y la malversación de fondos, el desamor, la infidelidad, la crisis, etc. sin dramatizar. Son aspectos ásperos de nuestra sociedad que sin querer, queriendo, la autora introduce de forma muy sutil y tenaz en la historia. Es una mirada de soslayo a problemas acuciantes que no te deja indiferente.
La escritora logra hilvanar un mundo de peripecias y los personajes son maleables y contorsionables. Cuando piensas que los conoces, aparece una matiz sorprendente que te rompe la idea que tenías acerca de él. Escenas surrealistas se suceden con bellas metáforas; conversaciones imposibles se entrelazan con críticas a las situación de la mujer (la mujer que trabaja, que cuida de los hijos, que no tiene apenas tiempo para ella...somos superwomen?) y persecuciones, fiestas y descubrimientos curiosos se alternan con amores de película.
Para mi, que no conocía a esta autora, ha resultado un libro muy plástico, visual, poético. Una prosa con requiebros, metáforas evocadoras, mensajes hermosos y un gran optmismo en cada una de sus líneas. Un canto a la vida y a vivirla, a pesar de todo y de todos. Con o sin obstáculos, ¡vívela! Un guiño de complicidad en un mundo sumergido en una profunda crisis (económica y moral), un soplo de aire fresco y una canción de esperanza.
Quisiera comentar, para finalizar, dos aspectos que me han encantado de veras. El primero, es la portada. La imagen, los colores y el tipo de letra la hacen sugerente, atractiva y te invitan a leer la novela. Todo un acierto, sin duda. Te transmiten alegría, optimismo, frescura.Y, el segundo es la relación de Atticus y el té, su apreciado Earl Grey que lo cura todo, que lo puede todo, que sin él, el mundo no sería lo mismo. Todos sabemos de la costumbre inglesa de tomar té a todas horas y de darle una importancia suprema en su cultura. Es una tradición que, en el pasado, se asociaba a reuniones aristocráticas en las que las familias de clase alta se socializaban mientras tomaban un refrigerio. Después el té llegó, poco a poco,a todos los hogares. Actualmente, con una taza de té en la mano empiezan el día y así lo terminan. Y en esta novela, el té significa la oportunidad de romper barreras entre culturas y ser feliz.
Recomiendo este libro para aquél que desee darse unas diminutas pero merecidas vacaciones y desconectar de nuestro día a día cotidiano que no es muy halagüeño y sí bastante estresante.
¿Quieres tomar un té conmigo?